La chica de los sueños locos

Capítulo 27

DAVID

Voy a cambiarme mientras Camila se ducha, el traje blanco ya fue suficiente por hoy, me lo quito pieza por pieza hasta quedar solo con bóxers. Busco una remera cualquiera y unas bermudas similares a las que le presté para que se vista, verla con mi ropa ocasiona una extraña reacción en mi cuerpo, o bueno, ocasiona ese tipo de reacciones que debería evitar; es más, colocarle la chaqueta en el mirador fue tanto por abrigarla como por mirarla llevando algo mío encima.

No sé de dónde salieron estas ganas.

El agobio de los últimos días, la tensión que me genera tenerla cerca y la situación con Austin, me llevan a tomar la etiqueta de cigarrillos que tengo guardada en el cajón de mi cómoda, salgo hacia el balcón a encenderlo. La primera calada llega hasta lo más profundo de mis pulmones y la exhalación se pospone durante unos instantes, el humo aparece delante de mí.

Es irónico, antes no soportaba ver a mi papá fumando, detestaba llegar a casa e inhalar el aroma nefasto de sus drogas, el olor estaba impregnado en el ambiente y en ocasiones había tanto humo que salía tosiendo hacia el jardín para respirar aire puro. Y… ahora sigo sus pasos, aunque yo solo he probado nicotina. Supongo que todos heredamos algo de nuestros padres.

Camila es el ejemplo: dijo que le gusta cantar y bailar, cosas a la que se dedican sus parientes, he de admitir que me jode un poco haberme enterado de todo por lo que tuvo que pasar, ¿qué mierda tienen en la cabeza esas personas? No entiendo cómo su abuela pudo encerrarla en un armario durante toda la noche, tampoco entiendo por qué la odia. ¿Qué tiene ella de malo?

Me llevo el cigarrillo a los labios y doy otra calada, vuelvo a exhalar el humo por la nariz y la boca. No tengo idea de qué hora sea, tampoco me importa demasiado, me llegaron algunos mensajes y llamadas por parte del director Rojas, aunque he decidido ignorarlos con un simple «me surgió un inconveniente, perdone por haberme marchado así», es la primera vez que mi trabajo se convierte en algo tan… insignificante.

Desde que empecé en Ibáñez Brothers Company, siempre había puesto mis responsabilidades como prioridad, pero ver a Camila llorando me desestabilizó, lo peor fueron sus palabras.

«David es… increíble, y… lo único que ha hecho desde que nos conocimos fue ayudarme, me dio apoyo cuando lo necesité y ha sabido calmar mis tormentas en más de una ocasión. Es… maravilloso». «Él ha sabido ganarse un lugar en mi vida que hace mucho no estaba dispuesta a cederle a nadie. Me ha visto llorar, me ha visto rota y… perdida, pero aun así no me ha dejado de lado, al contrario, me ha repetido que merezco más, me ha hecho entender que… quizás no todo sea tan malo, y me lo creo, al menos mientras él está conmigo».

Doy otra calada.

¿Seguirías pensando así si supieras toda la verdad?

Sé que es injusto e incluso egoísta pedirle que confíe en mí, que me cuente su vida, que exprese el porqué de sus fobias e inseguridades, porque yo no se lo he dicho. Camila solo sabe de mi padre lo que yo he querido contarle, y recordar la lástima en sus ojos me sigue molestando, ¿cómo reaccionaría si se enterase de que mi padre me golpeaba? No quiero que sienta pena por mí, no deseo la compasión de nadie, ni siquiera la de ella.

Otra calada, esta más profunda que la anterior. Cierro los ojos reteniendo el aire y lo expulso todo tras unos segundos.

¿Qué sucede?

Vuelvo a dar una calada profunda, pero… ¿qué pasa? El agobio sigue presente, no se va, ¿dónde quedó el alivio que me proporciona esta mierda?

Empieza a molestarme, el único motivo por el que fumo es este, la nicotina no surte el efecto que deseo. Me termino el maldito cigarrillo sin conseguir lo que quiero y estoy a punto de volver hacia adentro para buscar otro, lo hubiese hecho de no ser porque Camila aparece en mi campo de visión.

Joder…

Entra a la habitación mientras se seca el cabello con una toalla, mi remera le queda enorme, cubre más de la mitad de sus muslos y las bermudas por debajo de la rodilla. Quedo atónito, la admiro como si fuera la primera vez que la tengo delante. El olor de mi champú cobra demasiada fuerza en sus mechones.

—En definitiva soy una pitufo a tu lado —bromea al notarme.

No contesto, la ansiada sensación de alivio que el cigarrillo no fue capaz de proporcionarme, me lo entrega ella al usar mi ropa, y de repente me entran unas ganas incontrolables de quitársela, no porque me desagrade que tenga algo mío, sino porque se ve tan hermosa que quisiera llegar mucho más allá.

—Em… Bonita habitación, hay una sola cama, es tuya, ¿no? —destaca como si no fuese obvio.

Regreso hacia la habitación sin dejar de mirarla, nota el modo en el que lo estoy haciendo, por eso se hace la tonta para no ahondar en el tema.

—¿El sofá de la sala es un sofá normal o también sirve como cama? —inquiere y busca un cepillo para desenredar su cabello, lo localiza sobre la cómoda, así que se mueve rápidamente para tomarlo—. Es grande, apuesto a que es muy cómodo.

—No lo sé.

La analizo de pies a cabeza otra vez, sus muslos todavía conservan un tono bronceado adquirido durante el fin de semana, la piel suave me llama a tocarla, pero me abstengo intentando no perder el poco autocontrol que me queda.




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