DAVID
Durante el camino, Camila habla hasta por los codos y yo no dudo en seguirle la corriente, está tan nerviosa que no consigue estarse quieta, no puedo culparla, después de todo está haciendo este viaje solo por Joel, sabe lo que le espera una vez que llegue a casa —cosa de la que yo no tengo idea— y es más que obvio que no está lista para afrontarlo.
Cinco horas se reducen a nada teniendo una acompañante como ella, me habla de todo un poco; sus días en la escuela primaria y secundaria; los años en que aprendió a tocar diferentes instrumentos; el tiempo en que asistía a clases de danza en la academia de su madre; cuando nacieron sus hermanas menores e incluso me cuenta mejor sobre la historia musical de su familia. Ahonda en el tema para prepararme mentalmente, o eso asegura con vehemencia.
Llegamos a la ciudad a las dos de la mañana, salimos un poco antes de las diez, aunque la verdad no estoy cansado. Como Director del Área Creativa, mis obligaciones cambian y al mismo tiempo disminuyen a comparación de lo que hacía antes, hasta me llego a aburrir.
—Dobla a la derecha —indica.
Estamos a nada de llegar a su casa y los nervios en ella incrementan tanto que comienza a contagiarme, un desconocido malestar me invade el estómago. No le he dicho nada a Austin sobre este viaje improvisado, pero estoy seguro de que si se lo dijera se caería de culo, apuesto a que diría algo como: «Joder, ¿tú yendo a conocer a la familia de una chica? ¿Qué sigue? ¿Pedirles su mano?» y seguro se soltaría a reírse como el desquiciado que es.
«¿Tengo cara de estar mintiendo?», mi cuerpo se tensa. Mierda, no consigo sacarme de la cabeza todo lo que sucedió anoche. Las imágenes en ese pizarrón me han atormentado durante todo el día y ni siquiera pude dormir, tampoco me dan ganas de comer, con suerte he probado bocado alguno.
—Sigue recto hasta que te diga cuándo detenerte.
Hago caso, continúo sin doblar hacia ningún lado, trato de apartar los recuerdos y me centro en lo que debo hacer hoy, de todos modos me cuesta olvidar lo que descubrí sobre mi propio padre.
—Es aquí, detente.
Piso el freno con cuidado y aparco junto a la vereda, dejo el motor encendido durante un par de segundos.
—Joder, ¿esta es tu casa?
Casi se me cae la mandíbula al piso, ¿casa? Esto debería llamarse castillo; el edificio delante de mí consta de una construcción grande de tres pisos, es de madera tipo victoriana, las paredes son blancas y los techos de color azul marino. Me impresiona a tal punto que quedo impactado.
—Mm, de mis padres, sí. —Me dedica una sonrisa pequeña, algo tensa e incómoda—. ¿Te parece esperar aquí afuera un rato? Seguro no hay nadie despierto, tocará esperar a que llegue Joel y… —deja la oración a medias cuando unas luces nos iluminan desde atrás, ambos giramos a ver solo para encontrarnos al dichoso Lamborghini de su hermano—. Ah, ya llegó.
—Entonces, ¿bajamos?
—Si no queda más opción… —murmura.
Apago el motor y trato de moverme rápido antes de que ella se me adelante, muchas veces abre la puerta por sí misma solo para llevarme la contraria con mis «gestos de caballerosidad», esta vez ni siquiera hace el amague de moverse. Camila me mira de tal forma al abrir la puerta que me veo en la obligación de acercarme un poco para hablarle.
—Ya quita esa cara.
—No puedo, estoy demasiado nerviosa —confiesa en un susurro y lanza un vistazo hacia el coche de su hermano, del cual baja su mejor amiga.
—¿Y para qué me trajiste hasta aquí? No hay nada que debas temer teniéndome cerca.
Vuelve a mirarme de inmediato, sus ojos color café reflejan una genuina preocupación, me produce tanta ternura que me hace sonreír. Es inusual verla así, es más, estas últimas semanas la he sentido demasiado distante. Es una chica muy versátil, sus emociones están en constante cambio, lo cual provoca que su personalidad cambie relativamente ante cada una de ellas.
—Yo me haré cargo de que nadie te moleste —añado—. Relájate, estás en casa y me tienes de tu lado, ¿qué más necesitas para tranquilizar esos nervios?
Asiente como única respuesta y se hace a un lado para que pueda cerrar la puerta del coche, Melanie se acerca hacia nosotros mientras que Joel se encarga de sacar sus maletas, sigo el ejemplo que me da y me encamino a hacer lo mismo. Las dos chicas se susurran cosas entre sí mientras los hombres vaciamos los autos, Joel no tarda en llegar a mi lado con las maletas de su novia.
—¿Cómo está? —inquiere mirando a su hermana menor.
—Podría estar mejor, está un poco nerviosa.
—Lo suponía… —Suspira—. Gracias por haber venido, David. —Y sonríe a labios cerrados—. Sé que ella no lo toleraría de la misma manera sin apoyo, y a veces yo no soy suficiente.
Me guardo mis comentarios al respecto, porque ¿qué podría decirle?
—¿Crees que estén durmiendo? —pregunta Melanie desde su lugar.
—Quizás, ya es tarde, pero mamá dijo que podía entrar en cuanto llegase, así que vamos.
Camila llega hacia mí para tomar sus cosas y sigue a su hermano con la mirada clavada en sus talones, Melanie suspira, me mira y me insta a seguirla. No olvido activar la alarma antes de alejarme de mi auto.