La chica de los sueños locos

Capítulo 34

CAMILA

20 de enero de 2008…

—¿Qué es esto, tío? —pregunto mirando la enorme caja que se encuentra sobre mi cama.

El hombre de cabello castaño y ojos cafés, sonríe y se encoge de hombros como si no supiera.

—¿Y si lo abres?

—¿Es para mí? —Mis ojos brillan ante la posibilidad.

—¿Puedes leer lo que dice allí? —Señala las letras que están escritas en el papel; es una caja de regalo enorme, no sé qué sea, pero me emociona.

—Aún no sé leer, tío. ¡Por favor, lea lo que dice! —chillo emocionada.

—Bien, veamos.

Se sienta a un lado de la caja y quita el papel de color rosa. Hay corazones dibujados por doquier y la caja de regalo tiene muchos brillos. Me gustan los brillos.

—Dice: «Hoy se cumplen seis años desde el día en que naciste, pequeña traviesa. Llegaste a llenar nuestras vidas de alegría y me diste razones para reír como hace mucho no podía. Eres una estrella que llegará muy lejos y sé que tu voz angelical será capaz de cautivar a quien sea. Solo no tengas novio hasta los treinta, esta es mi única condición. Atentamente: tu tío favorito». —Y me guiña un ojo.

—¿Qué es un novio, tío?

—Algo que tú no debes tener por el momento, recuerda, si me entero de que no cumpliste, te quitaré mi regalo.

—¡Los regalos no se quitan! —protesto y mi tío ríe.

—Entonces cumple con tu parte del trato, pequeña.

—¡Sí!

—¿Lo prometes, Cami?

—Lo prometo, tío.

—Ábrelo, anda. —Sonríe.

Él me ayuda a desenvolver esa gran caja, también a abrirla, la emoción me llena el cuerpo y abro mucho los ojos cuando veo lo que hay en su interior.

—¡¿Es en serio, tío?! ¡¿Es para mí?!

—¡Sí, lo es!

—¡Gracias, gracias, gracias!

Salto hacia él y lo envuelvo por el cuello. Mi tío se ríe a carcajadas al mismo tiempo que me acaricia el cabello. No puedo creer que me la esté regalando, es enorme para mí todavía, pero me gustó desde la primera vez que lo vi tocarla, no me puedo creer que de verdad me la esté dando como regalo de cumpleaños.

Me alejo un poco y con mis pequeños dedos rasgo las cuerdas de la guitarra, ronronean al tacto.

—Sé que todavía es muy grande para ti, pero dentro de unos años te quedará perfecta. —Me pellizca la mejilla de forma juguetona.

—¿No era su favorita, tío? ¿No me la va a quitar si la extraña luego?

Él sonríe y niega con la cabeza, me toma por debajo de los brazos y me sienta en su regazo. Miro el collar que le cuelga del cuello y lo tomo entre mis dedos: el dije tiene escrita una palabra que no entiendo.

—No, bonita, no te la quitaré nunca.

—¿Me lo promete? —Lo miro a los ojos.

—Lo prometo.

—¿Me enseñará a tocar así de bonito como usted? Quiero que me enseñe. —Sus ojos brillan con pequeñas lágrimas que no entiendo, un par de ellas se le escapan—. ¿Por qué llora? ¿Está triste? —Limpio sus mejillas con los dedos, él niega con la cabeza.

—No sé si podré enseñarte a tocar, Cami —murmura.

—¿Por qué no?

—Tu padre va a enseñarte, él también toca muy bien. —Más lágrimas salen de sus ojos, no me gusta que llore, vuelvo a limpiarlas.

—Yo no quiero que papi me enseñe, quiero que sea usted.

Acuna mi rostro entre sus manos y me besa la frente, el gesto hace que el collar se acerque todavía más a mi cara, acaricio las letras de acero quirúrgico.

—Tendrás mi guitarra, eso será como tenerme a mí —musita y se aleja para mirarme a los ojos—. Quiero que tengas algo mío, pequeña, y ojalá que te guste y la disfrutes tanto como la disfruté yo.

—¿Por qué está triste?

—No estoy triste, estoy feliz —miente.

—Yo no lloro cuando estoy feliz.

—Pues yo sí.

—¿Qué dice aquí? —pregunto señalando el collar—. Léalo, por favor.

Mi tío baja la mirada hacia el collar que sujeto entre las manos y una lágrima se desliza hasta ellas, envuelve las mías con una de las suyas y lo lee.

—Es tu nombre —dice—, pero está escrito en japonés.

—¿Por qué en japonés?

—Para que nadie sepa que eres mi sobrina favorita. —Me guiña un ojo otra vez.

—Yo quiero uno así, pero con su nombre, así nadie sepa que es mi tío favorito.

Él se ríe y me abraza con fuerza, apoyo la cabeza contra su pecho logrando escuchar lo rápido que le late el corazón.

—Gracias, Cami... —susurra con voz temblorosa.

—¿Por qué me da las gracias?

—Por haber llegado a este mundo…, a mi mundo.




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