CAMILA
—Creo que esto de tener un novio con auto comienza a gustarme —opino mientras David aparca el coche—, digo, ahora puedo ir y venir con alguien que no sea mi hermano mayor.
—Todo ventajas, ¿ya ves?
—Qué ego tan gordo.
—No es lo único go…
—¡Oh, no empieces! Bájate y vamos, que esto se enfría.
No espero a que me abra la puerta, al contrario, la abro y cierro por mí misma, él solo puede suspirar. Sujeto mejor la bandeja entre mis brazos al mismo tiempo que me pongo en marcha, otra ventaja de tener novio es que puedo quedarme en su edificio las veces que quiera, aunque eso implica un riesgo que hasta el momento he podido eludir: Lorena.
Van solo cinco días desde que empezamos a salir, tres desde aquella noche en el mirador, desde ese momento he tratado de no despegarme de él. Todos los periódicos y noticieros hablan de «Fabián Morrison; el famoso estafador invisible y reciente narcotraficante», no he querido tocar el tema con David, pero estoy segura de que él ya estaba enterado al respecto, ni siquiera se inmutó cuando el Presidente de Ibáñez Brothers Company lo convocó a una reunión privada en la que hablaron al respecto, lo cual sé porque mi novio me lo dijo, fuera de eso no ha vuelto a sacar ese tema de conversación, así que yo tampoco pretendo hacerlo.
Subimos las escaleras hacia su piso sin mediar palabra, yo porque estoy muy enfrascada en no tirar la bandeja con hamburguesas y él porque está ocupado revisando su celular, ha de ser importante, David apenas toca ese aparato si está conmigo, cosa que me encanta. Aarón tenía la mala costumbre de usar su celular a todas horas, el único momento en que lo soltaba era cuando quería «algo de amor», idiota.
Una vez en su piso, David abre la puerta todavía con la mirada fija en la pantalla de su celular, paso directo a la cocina para dejar la bandeja sobre la isla. Estoy en eso cuando su teléfono comienza a sonar anunciando una llamada, va hacia el balcón para atender.
Me enfoco en lo mío; busco dos platos donde acomodar las hamburguesas y separo los combos de papas fritas, por último saco las dos pequeñas botellas de Coca-Cola que vienen en una bolsa de papel. Acomodo todo en la isla y me siento a esperar que mi tan ocupado novio termine de hablar.
Estoy tan aburrida que termino dibujando el patrón de la mesada con el dedo, por suerte, David llega a los pocos segundos.
—Perdón, era Austin.
—¿Pasó algo malo?
—No lo sé, preguntó si estaba en casa y dijo que viene hacia acá.
—¿Eh? ¿Y eso?
—No sé, no quiso decirme nada.
—Bueno, si él viene, entonces yo debería irme, no quiero hacer de mal ter…
—Tú eres mi novia, él mi mejor amigo —me corta—. Si se cruzan, pues mala suerte, tendrás que soportarlo.
—Pero…
—Hazlo por mí, ¿bien?
No puedo negarme ante aquella petición, por ende, me quedo en su departamento otra noche más. Austin llega luego de que terminamos de cenar, cuando el timbre suena David y yo intercambiamos miradas.
—Yo abro —sentencia—. Ah… eh, aún no le he dicho sobre que tú y yo…
—Joder, le va a dar un patatús, por favor, procura ser cuidadoso —bromeo en un susurro.
Ambos nos ponemos de pie, él para abrir la puerta y yo para lavar las cosas que ensuciamos. Me tomo más tiempo del que necesitaría, la presencia de Austin sigue siendo algo incómoda para mí, pero David tiene razón; es su mejor amigo, no podré evitarlo todo el tiempo, además… tampoco creo que haya problema, él y yo nos llevábamos muy bien cuando salía con Melanie, ¿por qué debería cambiar ahora que soy yo la que sale con el mejor amigo del otro?
Sus pasos se alejan hacia el balcón y sus voces apenas se perciben como murmullos. Termino de lavar los trastes y no tengo qué más hacer en la cocina, mi celular quedó sobre el sofá-cama de la sala, por lo cual… me encamino hacia allí.
—… que te lo dije —alcanzo a escuchar que murmura Austin con tono amigable—, pero bueno, era de esperarse.
—¿En verdad no te sorprende?
—Era algo que terminaría sucediendo tarde o temprano, Dav, o bien terminaban juntos o tú te la dabas de idiota haciéndote el ciego y Camila se alejaba de ti por eso. Me alegra que haya sido la primera.
No puedo evitar quedarme ahí parada mirando sus espaldas desde la distancia, los rizos de Austin se revuelven con el viento y se balancean de un lado al otro.
—Yo también me alegro —masculla David—. En fin, ¿qué te trae por aquí? Llevas varios días sin hablarme, supuse que estarías ocupado por lo… del arresto y eso.
Austin se tensa, lo noto porque su postura cambia, de repente parece muy incómodo y una de sus manos sube para masajear su nuca.
—Han sido días ocupados, sí —suspira—. Todo mundo estaba emocionado porque no solo capturamos a Fabián, sino que también tiramos abajo otro de los laboratorios en donde fabrican la droga que han estado esparciendo por la ciudad desde hace meses.
Sé que no debería estar escuchando, es una conversación privada, pero… algo me lleva a quedarme.