La chica de los sueños locos

Capítulo 39 (Final)

DAVID

—¡Oh, por Dios! ¿Qué sucedió aquí? ¡Ni siquiera parece ser el mismo lugar! —chilla tía Kenia sin poder creerse el modo en que arreglé la casa de mis padres.

Mi tío se ríe por lo bajo al ver sus reacciones tan exageradas, muy propio de ella, claro está. Simón, por su lado, solo mira y vaga por los rincones como si estuviera buscando algo. Cuando me acerco a preguntar, su respuesta es:

—Estoy buscando dónde quedó tu «no soy de novias», pero sigo sin encontrarlo.

—Idiota.

Yael y Elian se limitan a conversar entre sí sobre el diseño de los muebles como si alguno de los dos supiese algo al respecto.

—¡Oh! ¡Esas son las fotos que imprimí!

No puedo evitar acercarme al escucharle decir aquello, genial, sabía que terminaría encontrando las fotos que decidí enmarcar; la que ella observa con detenimiento es la de Camila y yo jugando en el agua, foto que tomé durante el fin de semana de la boda de Charlotte. Elian también curiosea la imagen con un aire pensativo.

—No es por presumir, pero quedaron hermosas porque las tomaste con mi cámara —suelta con sorna.

—O porque soy buen fotógrafo, no sé, ¿tú qué dices, Elian?

—Que tu novia tiene buen culo, perdón, fue lo primero en lo que me fijé con esa foto.

Le doy un golpe en la nuca por su chiste, pero Elian solo se ríe. He de admitir que no me esperaba ese tipo de comentario viniendo de él, si en general es Simón el que siempre se las da de payaso, lo cual me recuerda, ¿a dónde se metió ahora? Hace un momento vagaba de un lado al otro.

—¿Y Simón?

—Andaba por ahí dando vueltas como perrito abandonado —responde Yael sin dejar de mirar las fotos—. ¿Cuándo sacaste esta? —Toma uno de los marcos y lo acerca hacia mí—. No tiene la misma calidad que las que tomaste con mi cámara, es… incluso mejor.

Recibo el marco que me entrega y detallo la fotografía: somos Camila y yo junto a nuestras motocicletas el día en que salimos a almorzar en el restaurante de su amigo, fue una de las fotos que me dejó papá. Regreso el marco a su lugar optando por cambiar un poco la verdad de los hechos.

—Los amigos de Camila la tomaron en secreto, no tengo idea de con qué cáma…

—¡David, ven aquí ahora mismo y saca a tu primo de mi cocina! —Aquella demanda proviene de mi novia, lo cual me hace girar el cuello de inmediato, oh, así que ahí está.

—Joder, cómo te controlan, eh —se mofa Elian en cuanto comienzo a moverme.

—Que te jodan, envidioso.

Ambos se ríen a mis espaldas mientras me alejo, no tardo en llegar a destino solo para descubrir a Camila roja de rabia.

—… y cierra el pico —espeta hacia Simón.

—Solo te dije la verdad.

—¡Me desconcentras, vete!

—¿Por qué debe…?

—¿Qué haces molestando a mi novia, Tristán? —espeto a sus espaldas, el pobre da un respingo por la sorpresa.

—¡No estaba haciendo nada malo! —alega de inmediato.

—¡Mentira! ¡No ha dejado de decir idioteces desde que llegó! —refuta Camila.

—¿Qué estabas diciendo, eh?

—Nada, primito, es más, ya me voy, no vaya a ser que le dé algo, solo mírala: está roja como… —No termina la oración porque Camila le lanza un huevo directo al pecho, suerte que alcanza a esquivarlo y sale corriendo.

—Ey, tranquila, tigresa —bromeo.

—Controla a tu primo o lo saco a patadas —bufa de mala gana antes de terminar lo que está haciendo.

—¿Qué es eso?

Me asomo para ver mejor, Melanie estuvo aquí por la tarde para ayudarle a cocinar: hoy es una «ocasión especial», trece de noviembre, más conocido como mi cumpleaños.

—¿No ves que es tu pastel?

—Acabo de notarlo, ¿cómo no lo vi antes?

La cosa en cuestión tiene cuatro pisos y mi nombre escrito encima junto al número veinticinco, se nota que Melanie puso mucho esfuerzo, todo luce delicioso, pero el pastel se da a desear.

—Por eso estaba discutiendo con tu primo —espeta—, quería meterle dedo.

—¿A ti o al pastel?

—¡Al pastel!

—Ah, entonces está bien.

—¡¿Cómo que está bien?! ¡Intentó arruinar un trabajo que me llevó horas!

—Hubiese sido más grave si intentaba tocarte, siendo sincero el pastel quedó muy lindo, pero si me dan a elegir entre él y tú… pues creo que ya sabes cuál sería la respuesta, ¿verdad?

Su enojo mengua de forma considerable ante mis palabras, estupendo, al fin logré que relaje los hombros.

Ha estado así todo el día; me despertó con besos y un mañanero para felicitarme por otro aniversario, pero luego de eso comenzó a decir que debíamos celebrarlo y por ello ha estado organizando una pequeña reunión familiar en la casa. Su hermano y Melanie dijeron que volverían luego de ducharse, pues Camila los obligó a venir. Joel y Austin —a quien tuve que llamar para dar una mano— vinieron a decorar un poco la casa, Melanie a cocinar y yo… estuve de espectador todo el día, porque sí, mi mujer no me dejó mover ni un solo dedo hoy solo por ser mi cumpleaños.




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