La Chica Del Portafolio

ENSEÑAME A PORTARME MAL

ENSEÑAME A PORTARME MAL

 

Cada día se hacían más amigos, todos días hablaban de cosa propias de su edad, ella de 15 y el de 17… su música, la televisión, los cursos, los amigos, ya habían roto la barrera de la formalidad, ya no había temores, ni recelos…. Solo dos niños disfrutando de esa etapa tan bonita de la vida… sin embargo, ella no dejaba de ser formal, tan correcta, tan educada, tan juiciosa y por más que el muchacho la incitaba a ser más espontanea, ella no dejaba su sensatez en todo momento.

 

Te puedo hacer una pregunta sin que te molestes – le decía el muchacho.

Ella solo sonreía y le movía la cabeza en señal que si podía

¿Por qué nunca te portas mal? ¿Por qué eres tan monjita? Y Flavio se hecho a reir a carcajadas.

La niña cambio la expresión de su rostro y se puso más seria de lo que normalmente era, recordándole la promesa que le había jurado el niño…

 

Ok ok ok Santa Catalina de la bibliotecas – le dijo muy burlonamente el chico

 

Al oír esto Catalina se cambió de asiento pues estaba muy molesta y no le volvió a dirigir la palabra, es más, ni lo miraba. 

 

No seas tonta oe… es una broma - le gritaba el muchacho desde su asiento – eso me pasa por juntarme con la monse del colegio, Catalina no seas así pue…

Ella solo levantaba los hombros en señal que no le interesaba...

Ya te fregaste chibola – le reclamaba el muchacho.

Ella solo le seguía moviendo los hombros y así continuaron todo el viaje…

se bajaron del bus y la niña lo ignoraba por completo, esto desesperaba al chico quien solo la miraba y ya no le decía…. Pues no quería que nadie se diera cuenta que la niña rara de la escuela lo estaba choteando…. (cosas de chicos populares)

 

Así paso todo el santo día en la escuela…..

 

El, la observaba de lejos y aunque hacía varias cosas o estaba con casi todas sus amiguitas, no dejaba de verla.

 

Ella decidió que por ese día Flavio Rivera no existía, salió al recreo, compro una gaseosa y un pan con lomo…. Y regreso a su aula sin ver lo que el niño hacia…. Simplemente lo ignoro…

 

Ser ignorado era lo peor que le pudo pasar a nuestro chico popular, pues estaba acostumbrado a tener toda la atención posible y no sabía que sentía ante el comportamiento de su rara amiga.    Desde la ventana de su salón, Flavio la miraba y pensaba - Es tan rara y vaya que tiene su geniecito, nada de tímida es solo un disfraz el que te pones Monjita.

 

Cuando estaban de regreso a casa, Flavio espero que el bus se quedara vacío para acercarse….

 

Se sentó junto a ella…..

La niña ni se movió, solo miraba por la ventana….

¡Perdoname! – le dijo

Catalina abrió los ojos y volteo a verlo…

¿queeee? Flavio Rivera, el chico popular… malcriado….  pidiendo disculpas?

¡No lo puedo creer!

 

Ya no seas así.. Catalina perdóname, sé que se me paso la mano con las cosas que te dije pero me dio cólera porque eres monse pue, yo sé que te molesto pero es de broma y tú te lo tomas todo a pecho…. ¿Perdonará Catalina Villarreal a este plebeyo? – y  fue justo ahí que el niño le hizo los gestos y ademanes de un gatito tierno, cosa que no soportó la niña…

 

Ya está bien – le dijo mientras se reía…

Porque eres así, solo tú tienes el poder de hacerme reír cuando estoy muy molesta… pero escúchame bien niño tonto…. La próxima vez que te burles así… no te vuelvo a hablar jamás… me oíste jamás.

 

Ok te lo prometo chiquita – le dijo mientras le acariciaba la quijada…

A mí no me trates como a las de tu harem ok – le respondió riéndose la niña – Más bien cuéntame ¿qué has hecho hoy?

Y sin demora el chico le contaba varias cosas de la escuela….

Ella lo oía, sin embargo, algo le preocupaba y luego de unos minutos oyendo las aventuras del pequeño latin lover, le preguntò…

 

Flavio… dime la verdad ¿de verdad soy tan aburrida?

 

Aahhh bueno, aburrida, aburrida no…. Un poquito monse… a veces… tal vez, pero eres buena gente - le dijo el niño.

 

O sea que si – le respondió muy triste Catalina.

Pero es tu forma de ser… a mí me gusta cómo eres, pero trata de ser más sociable pue mujer – le aconsejaba el muchacho.

 

Luego de unos minutos en silencio Catalina le pregunto:




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