— Gracias. Te debo un favor. — Le agradeció Román a su amigo Omar.
— No hay de qué, hombre. — Le palmeó Omar el hombro. — Pero si insistes te acepto unas cervezas.
Román asintió.
— Te invito a una después.
— Perfecto. — Sonrió Omar. — Por cierto, Anthony también viene con su sobrino Jonathan.
— Acababa de ser padre, ¿no? — Preguntó Román. — Aprovecharé para felicitarlo.
— Papá. — Lo llamó Orión, que se acercó señalando el estadio de béisbol local. — ¿Podemos entrar? Quiero ver el estudio por dentro.
— Sí, ya vamos. — Respondió Román, agarrando a su hijo de la nuca. — Antes quiero que conozcas a un amigo. Él es Omar y trabaja como entrenador infantil en este estadio.
Omar se sintió alabado cuando el hijo de su amigo lo miró con asombro.
— ¿Entrenas a niños?
Omar se agachó y le asintió ofreciéndole una mano.
— Vamos a llevarnos bien. — Le dijo Omar y Orión que no lo entendió miró a su padre.
— Le he pedido a Omar que te haga un hueco en el equipo infantil. — Le explicó Román.
— Solo será en periodo de prueba, pero, si te gusta y se te da bien, podrás seguir. — Añadió Omar.
— Nunca he bateado. — Dijo Orión preocupado y asustado.
— No te preocupes, yo te enseño.
Omar se levantó dándole una caricia en la cabeza y al ver llegar un coche, se dirigió hacia él.
Román vio salir del vehículo a su amigo Anthony junto a su sobrino Jonathan de quién era su tutor legal.
— ¿Quién es ese? — Preguntó Orión por el niño.
— Es el sobrino de mi amigo Tony. — Le contó Román y lo alentó a caminar con él.
— Román. — Se alegró Anthony de verlo y se saludaron con un abrazo.
— Hola, me llamo Orión. — Saludó Orión a Jonathan y le sonrió simpáticamente mientras le ofrecía chocar una mano.
— Yo Jonathan. — Dijo Jonathan, estrechando la mano de Orión como un adulto.
Orión se rió por eso y le sacudió la mano.
— ¡Entrenador! — Gritaron un grupo de niños que se acercaron corriendo en busca de Omar.
— ¡Hola, hola, niños! — Los recibió Omar a todos y miró a sus amigos. — Nos vemos más tarde.
Anthony se inclinó para hablarle a su sobrino, quien estaba sorprendido por todos los niños que habían llegado. Y Orión abrazó a su padre para despedirse de él.
— Sé obediente con el entrenador. — Le dijo Román y Orión asintió.
— Lo seré. — Respondió Orión y soltó a su padre para ir junto a Jonathan detrás del entrenador y del resto de niños.
Anthony se paró de pie al lado de Román, viendo a los niños irse.
— Vamos a las gradas. — Le dijo Anthony y Román asintió.
Los dos se sentaron en las gradas mientras los niños ocupaban el campo de béisbol. Orión y Jonathan parecían un poco perdidos del resto, pero estaban atentos a todo lo que les explicaba el entrenador.
— ¿Cómo llevas la paternidad? — Le preguntó Román a Anthony.
— ¿Te refieres a Luz? — Sonrió Anthony y le mostró la foto que llevaba en la cartera, en la que aparecía su hija en brazos de su sobrino. — Ya tiene un mes.
— Enhorabuena. No pude decírtelo antes. — Le felicitó Román.
Anthony sonrió y se guardó la cartera en el bolsillo del pantalón.
— Por lo visto has tenido un mes movido… ¿Cuánto tiempo lleva contigo?
— Tres meses. Nos hemos adaptado bien, Orión es un buen chico y me llena de alegría desde que se levanta hasta que se acuesta. — Miró a su hijo en el campo y se sinceró después. — También estoy conociendo a una mujer… — Giró la cabeza hacia su amigo. — Aunque no sé hasta que punto arriesgar para no estropear lo que hemos conseguido Orión y yo.
— No sé si Omar te lo habrá contado, pero soy el claro ejemplo de quién no arriesga no gana. — Sonrió Anthony.
— No puedo discutir eso.
Román volvió a mirar a Orión siendo instruido por Omar en lo que tenía que hacer.
Rebecca dejó dos platos en la mesa de su salón y Emilio hizo lo mismo con dos latas de cerveza.
— ¿Podemos hablar de algo? — Le preguntó Rebecca.
— Claro. — Respondió Emilio.
Los dos se sentaron uno frente al otro y él abrió su lata de cerveza.
— Mañana voy a cenar con mi padre.
Emilio la miró sorprendido y se olvidó de la cerveza.
— No tienes que hacer eso solo por mí.
— Sí que tengo… — Rebecca se quedó callada y se corrigió. — Lo haré por los dos, no solo por ti. Yo tampoco quiero que estemos toda nuestra relación ocultándonos.
— Me hace feliz escuchar eso. — Rebecca sonrió y Emilio se preocupó. — ¿Y qué hago? ¿Voy, o vas a hacerlo sola?
— Me gustaría hablar primero a solas con él. ¿Podrías llegar más tarde?
— Claro. El capitán nos va a matar, pero tengo ganas de que sea ya mañana.
Rebecca sonrió.
— Tenemos que estar preparados.
— Lo estoy. Hasta sé lo que quiero decir.
— ¿Sí?
— Llevo pensando en esto mucho tiempo, y con esto me refiero al momento, no a lo que decir. Lo que quiero decir no necesitaba pensarlo. — Habló Emilio.
Los teléfonos móviles de los dos sonaron en la mesita frente al sofá y Emilio se levantó para ir a verlos.
— ¿Qué es? — Preguntó Rebecca.
— Román. — Respondió Emilio, acercándole a ella su teléfono móvil.
Rebecca lo tomó y ambos abrieron el mensaje de Román. Los dos recibieron una fotografía de Orión en el campo de béisbol.