La Córdoba Muerta

P2C5: Encuentros fortuitos

Pasaron tres meses desde que Javier escapara de la cárcel. El aquél momento no sabía que pasaba, sólo pensaba en escapar de todo lo que se le acercara y quisiera morderlo. Si bien dentro de la cárcel no pudo enterarse de lo que sucedía afuera, quienes estuvieron en el momento de la infección masiva tampoco llegaron a entenderlo a tiempo, así que no estaba tan solo en su confusión.

El vehículo blindado en el que había escapado era una total bendición ya que le permitía sortear obstáculos básicos en la carretera. La potencia del motor, la fuerza del chasis y la altura de las ruedas le permitían ir por lugares donde otros autos no habían podido pasar. Para mejor, dentro había encontrado uniformes con coderas, hombreras y rodilleras reforzadas, escudos antimotines, algunas armas y hasta una pistola taser.

Al principio, el objetivo le parecía simple. Debía ingresar a la ciudad de Córdoba para ir a la casa de su amigo. Él le había dicho que se alojaría en un departamento de Nueva Córdoba, pero lo que en un día de vida normal le llevaría apenas media hora de viaje, en tiempos de apocalipsis ya llevaba un mes sin poder avanzar mucho. No todos los obstáculos podían ser sorteados con un Unimog ya que había de todo en las calles, desde autos y colectivos volcados, hasta barricadas improvisadas que fueron haciendo los sobrevivientes.

Muchas veces se vio obligado a dormir dentro del blindado, pero el calor era agobiante. Se sentía dentro de un microondas en esas noches de calor extremo que Córdoba le suele regalar a sus habitantes. Esos días salía al techo del Unimog y si tenía suerte de que no hubiera un zombi cerca que comenzara a gruñir y atraer a más de ellos, dormía bajo el abrigo de las estrellas.

En otra ocasión, estuvo al borde de la muerte, y paradójicamente no fue por acción de los zombis. Una fuerte gripe se apoderó de su cuerpo las primeras semanas fuera de la prisión que lo obligaron a encerrarse en una casa abandonada por al menos tres semanas hasta que se recuperó del todo. En el lugar había algo de comida, lo justo y necesario para sobrevivir. Cuando ingresó, un grupo de zombis lo había visto y,  aquella vez descubrió que al cabo de un tiempo (que depende de cada zombi), terminan perdiendo el interés y continúan vagando solos hasta que encuentran otro estímulo.

Lo mejor pasó cuando en otra ocasión se quedó al menos una semana en un taller de autos; pero esta vez no fue para escapar de zombis, sino que se le ocurrió una idea para sortear mejor los obstáculos cada vez más importantes que encontraba en su entrada a la Ciudad de Córdoba. La idea era simple, pero hacerla realidad fue bastante más duro, sin contar que tuvo que terminar matando a quien fuera el dueño del taller que se encontraba dentro de la fosa que se usa para arreglar la parte de debajo de los autos.

Cuando terminó, estaba orgulloso. Había logrado colocar en forma de flecha dos paneles de hierro a la parte delantera del unimog que le servirían para mover los vehículos (o zombis) que encontrara en el camino. Los cursos de herrería que había hecho en la cárcel le dieron buenos frutos a pesar de que fue un trabajo arduo que le demandó casi 8 días.

Nunca pensó que tardaría tanto en hacer un recorrido simple desde la Cárcel de Bower hasta el Centro de Córdoba, pero los retrasos eran inevitables y buscar las rutas más despejadas llevaba tiempo y combustible, algo en lo que también Javier debía rebuscárselas para conseguir.

Evitaba lo más posible las avenidas ya que suponía, y estaba en lo cierto, de que éstas serían las principales vías de escape de la ciudad, así que entraba por las calles laterales y buscaba la forma de acercarse cada vez más al centro. Lo que encontró adentrándose a la ciudad lo abrumó. Miles de autos abandonados en la calle, cuerpos mutilados, barricadas, incendios, árboles caídos y sobre todo, zombis. Había sectores donde se contaban de a cientos en poco espacio, mientras que en algunos otros lugares eran pocos. Pensó que quizás algún instinto primitivo de socialización los llevaba a reunirse.

«La ciudad está muerta, Córdoba está muerta» pensaba mientras conducía lentamente y se preguntaba que habrá pasado en otras ciudades, a donde estaba el ejército, por qué habían abandonado a todos.

Finalmente, luego de dos días en donde tuvo que dormir dentro del unimog y hacer un gran desvío para evitar un grupo de zombis bastante nutrido que vagaban sin rumbo, pudo divisar la Ciudad Universitaria. Estaba bastante cerca y a pesar de estar casi seguro de que el viejo estaría muerto, algunas luces de vela o fuego que veía en la oscuridad de la noche en algunas ventanas de los edificios de la ciudad, le daba una esperanza de que pudiera haber sobrevivido y esté escondido.

Su paso por Ciudad Universitaria fue bastante más tranquilo ya que no estaba obligado a seguir por las calles, sino que atravesó los campus directamente con su vehículo, eso le ahorró bastante tiempo de esquivar atascos o tener que chocarlos hasta correrlos del camino. Estaba bastante cerca del lugar donde supuestamente residía el viejo luego de que lo liberaran de la prisión, sin embargo, como se hacía de noche, prefirió esperar hasta la mañana del día siguiente. Era increíble lo difícil que resultaba moverse de la ciudad, así que pensó en que luego de rescatar a su amigo, deberían salir lo antes posible de ese pozo inmundo de zombis en el que se había convertido la ciudad.



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En el texto hay: zombies, infección, argentina

Editado: 19.06.2018

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