Ahora quedaban 35 sobrevivientes. Se perdieron dos vidas en una misma semana, padre e hijo. El hombre mayor, con antecedentes de problemas cardíacos, tuvo un repentino infarto y no hubo nada que hacer por él, falleció casi inmediatamente. Su hijo de 24 años se desesperó. Primero se encerró sobre sí mismo y luego fue víctima de un ataque de pánico. A pesar de que sabía que su madre y sus hermanos habían muerto el primer día de la infección, insistió en salir a buscarlos. En vano fueron los intentos de todos para tranquilizarlo. En una noche, el Joven se subió a la tapia de atrás de la escuela y saltó a la calle. No se supo más nada de él.
El encierro al que estaban todos condenados en la escuela Cassaffousth comenzaba a ser problemático. Más aún cuando Marcelo Sánchez les planteó a todos, la idea de irse de ese lugar. El argumento era simple: la escuela se encuentra enclavada en uno de los barrios más densamente poblados de la ciudad y cada vez debían viajar más lejos en búsqueda de provisiones, lo que acrecentaba el peligro de mayores bajas.
La idea era elaborar algún plan para que todos pudieran salir juntos y sin peligro, buscando como horizonte el campo. Un lugar donde pudieran asentarse, con acceso a una fuente de agua y posibilidad de incluso trabajar la tierra para subsistir.
La recepción fue variada. Algunos se mostraron totalmente de acuerdo con el plan y hasta empezaron a tirar ideas para comenzar con los preparativos. Varios más se mostraron en duda, intentando sopesar que el peligro de mover a 35 personas era bastante alto y era sabido que las calles son intransitables. Otros tantos, no se mostraron para nada entusiasmados e inmediatamente comenzaron a protestar. Las puertas reforzadas y los muros altos de la escuela, era un refugio ideal hasta lograr que el gobierno los evacúe.
Varios días duraron las discusiones que se extendían a todas las actividades que se realizaban en el refugio. Se discutía durante el desayuno y la cena, durante las rondas de guardia, antes de dormir. En algunos momentos los intercambios subieron de tono y hasta se llegó a la agresión física. Finalmente, todos aquellos que se encontraban en una posición intermedia, terminaron por elegir bando y las discusiones iban más allá de la posibilidad de emigrar o no. Ahora se comenzaba a discutir y reclamar por todo: las guardias nocturnas, la rotación para la búsqueda de comida, la limpieza del lugar, etc.
Jorge se encontraba entre los que pensaban que debían abandonar cuanto antes el lugar. Conjuntamente con Marcelo Sánchez, su hija y Nicolás, se tomaron el trabajo de ir hablando uno por uno a todos los refugiados dentro de la escuela, estén o no de acuerdo con emigrar. Con aquellos que habían dado su consentimiento, se habló de distintas tareas de preparación, elaboración de un calendario, reconocimiento del sector, etc. Mientras que con los que se mostraban reticentes, las charlas eran bastante más difíciles, habiendo un grupo de al menos 12 personas que se negaban rotundamente y reclamaban para quedarse en el Cassaffousth una vez que el resto partiera.
Hubo un murmullo mezcla de reprobación, pero también de respeto hacia las palabras de Sánchez. Desde que todo había arrancado, el bueno de Marcelo se había ganado la confianza de todos en la escuela a base de su espíritu de líder, pero también de su capacidad de saber tratar con las personas.
Editado: 19.06.2018