El General de Brigada Eduardo López venía de una familia de tradición militar. Su padre había servido en el ejército argentino, siendo un importante miembro en algunos golpes de estado de mediados del siglo 20, mientras que su abuelo, español de nacimiento, formó parte de las fuerzas armadas de su país, que conformaron algunas de milicias apoyando a uno u otro bando en la Primer Guerra Mundial entre los años 1914 y 1918. En el caso de su abuelo, fue un reconocido luchador en el bando alemán que lo llevó, incluso, a falsificar su identidad para ocultar su nacionalidad española ya que su país se había declarado neutral. Este inconveniente fue descubierto unos años más tarde por las autoridades, obligando al entonces Capitán Eduardo López y Fuentes a escapar rumbo a Sudamérica.
Eduardo de joven quería seguir los pasos de su padre y su abuelo. Creció en un ambiente militar y deseaba llegar alto en la cúpula. Fue al Liceo General Paz, donde desde adolescente comenzó a conocer de cerca el mundo castrense. Siempre se destacó en historia militar y estudios en geopolítica. Sufrió bastante con los entrenamientos físicos, e incluso en muchas ocasiones terminaba por detrás de sus compañeros en los ejercicios militares. Sin embargo, lo que siempre lo distinguió fue la capacidad de pensamiento estratégico, lo que lo llevó a ser una referencia en el campo una vez comenzada su carrera en el ejército.
A los 24 años participó de la Guerra de Malvinas como miembro de un grupo de elite que vio varios combates en las islas, destacándose por su valentía y mando. Durante el resto de su vida militar, se asentó en Córdoba, haciendo una prolífica carrera militar, especializándose en distintas áreas y hasta coordinando ejercicios con potencias extranjeras.
A finales del 2015, cuando ni siquiera el Presidente de la Nación sabía de lo que se estaba por desatar, López tuvo la oportunidad de viajar a Rusia para disertar en una convención de inteligencia militar que reunía a miembros de Fuerzas Armadas de casi 30 países.
En aquella ocasión, en el bar del hotel en el que se alojaba, hizo contacto con un alto miembro militar Pakistaní quien le confesó, luego de varios vasos de Wiski, que al día siguiente habría una reunión de carácter secreto entre los mandos militares de los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU, junto con enviados de India y Pakistán. Cuando López le preguntó cuál era el temario, éste sólo le confesó de qué debían tratar un tema de suma peligrosidad para el mundo.
López volvió a la Argentina con la duda rondando su cabeza. Si bien era común que militares de las principales potencias del mundo se reunieran para intercambiar información y así evitar escaladas de conflictos, algo en el tono del paquistaní con el que habló, lo dejaba preocupado. El tono, con el que enfatizó la frase de “suma peligrosidad para el mundo”, fue lo que alertó al General Argentino. Siempre se jactó de saber leer las expresiones y emociones de los demás, es algo en lo que se destacaba constantemente con su formación en psicología e inteligencia militar.
Cuando compartió su preocupación con la Plana Mayor del Ejército en Buenos Aires, sólo recibió indiferencia ante sus palabras, menos del Comodoro Aragón quien en un ejercicio anterior de las Fuerzas Aéreas conjuntamente con Brasil y Venezuela, había recibido un rumor similar.
Pasaron varios meses hasta que tuvieron noticias. Los servicios de inteligencia israelí, con mucha presencia en Argentina desde hace más de cincuenta años, fueron quienes terminaron por alertar a las Fuerzas Armadas, mucho antes que a la plana política.
En aquel momento, por cuestiones de seguridad, el comunicado se dio de manera verbal. Fue en una ocasión informal donde un miembro del Mossad israelí, que en Argentina trabaja como Periodista, como máscara legal; se acercó al Comodoro Aragón, a quien conocía desde hace varios años y sin mediar introducción, le dijo: “hubo una fuga bacteriológica en Asia Central, el riesgo es extremo. Algunos países de Europa están pensando en cerrar sus fronteras”. Aragón intentó saber más, pero el agente israelí se negó, marchándose inmediatamente del lugar.
Dos días después, López fue llamado de urgencia por la Plana Mayor del Ejército. Los aparatos de inteligencia se habían puesto en marcha y ya se había recibido la información “extraoficial” por parte de la OTAN. La reunión fue breve, ya que lo que se sabía estaba bastante fragmentado y necesitarían de trabajos diplomáticos para tener mayores certezas.
Lo que se sabía era que las incesantes pruebas nucleares subterráneas que se hacían en la zona de Cachemira, fronteriza y en disputa entre India y Pakistán; habían provocado un movimiento tectónico que puso al descubierto unas placas que llevaban millones de años bajo tierra. Lo primero que se supo es que el movimiento telúrico fue a varios kilómetros de distancia de donde fue la prueba, en superficie fue bastante suave y como esa era una zona de muy escasa población, con apenas un par de aldeas de criadores de ovejas, nadie se preocupó realmente.
Editado: 19.06.2018