Con el caer de la tarde, se desató una tormenta torrencial sobre Córdoba, sin embargo, Lucía no se movió de su lugar en el balcón, mientras miraba para un lado y el otro con los binoculares sin encontrar nada más que cuerpos pudriéndose, algunos zombis caminando y el lejano cantar de algún ave que se apresuraba para esconderse de la tempestad que se avecinaba.
Habían pasado más de diez horas desde que Gastón y Carolina salieran a buscar provisiones. En aquel momento, cuando se fueron, Lucía envidió un poco a su compañera por tener la posibilidad de salir y usar un arma. Desde que todo se había desatado, la adolescente deseaba poder aprender a defenderse de alguna forma más efectiva que corriendo, escondiéndose o simplemente teniendo suerte. Sin embargo ahí estaba, en un departamento de un policía medio raro, rodeada de armas, pero sin saber usarlas.
No sabía que había sucedido con sus compañeros y se desesperó al pensar que podrían estar muertos. Intentaba desestimar esa idea cuando recordaba que Gastón era un policía de elite, altamente entrenado en el uso de arma de fuego y combate cercano (como le gustó a él describirse el primer día que las vio). Pero algo no estaba bien. Al principio pudo escuchar el ruido de los petardos que usaba Duarte para distraer a los zombis, pero unos minutos después, las otras explosiones, eran claramente de armas de fuego. Y fueron muchas.
La radio que le habían dado no funcionaba. Cada tanto, volvía a insistir en comunicarse con ellos, pero del otro lado sólo recibía silencio. Eran las ocho de la noche y la oscuridad pronto se apoderaría de toda la ciudad.
Aprovechó la soledad para husmear un poco entra las cosas de Gastón, con la intención de encontrar alguna otra radio para comunicarse con el equipo que estaba afuera. Sin saber cómo, terminó encontrando un viejo baúl con efectos personales de Gastón. Al principio no estuvo segura de abrirlo, pero no duró mucho. Algo en ese tipo no encajaba bien y Lucía estaba dispuesta a descubrirlo.
En el interior había fotos familiares, en donde pudo constatar que todas ellas guardaban una pulcritud en las poses y tomas, bastante curiosas. No pudo encontrar ni una fotografía “casual”, parecía estar todas perfectamente sincronizadas como esas fotos antiguas.
En el baúl también encontró infinidad de papeles de todo tipo: informes policiales, recibos de sueldo, actas de procedimientos, etc. Sin embargo, lo que más le llamó la atención a la adolescente fue una caja de madera laqueada, donde al abrirla encontró una carpeta que llevaba por nombre: “Expediente Sumarial – Policía de la Provincia de Córdoba c/ Sub.Of.May. Gastón Duarte”.
Al abrirlo, se dio con un extenso informe que relataba la sanción al Equipo Técnico Alfa del E.T.E.R.; relatando hechos sucedidos un tiempo atrás con un rescate de rehenes.
El texto estaba lleno de tecnicismos y aburridos detalles, pero después de un buen rato leyendo, pudo extraer lo principal: Un gerente de banco fue secuestrado por una banda que lo abordó en pleno centro. Lo habían subido a su propio auto y lo obligaron a conducir hasta un galpón abandonado en barrio Pueyrredón. En el informe se adjuntaban copias de las capturas de pantalla del GPS con el que contaba el auto y de cómo la policía siempre supo, desde el momento en el que los secuestradores llaman a la familia, donde tenían retenido al gerente.
Se alistó el grupo especial de la policía bajo el mando de Gastón Duarte, acompañado por otros cuatro miembros del E.T.E.R., como parte del grupo Alfa. Mientras tanto, otro grupo, denominado Beta, esperaba para brindar apoyo en caso de ser necesario.
Por decisión de la misma familia, algo que Gastón deja bien aclarado en el informe sosteniendo su desacuerdo por dejar participar a la mujer del gerente en estos asuntos, se decidió no pagar el rescate y darle luz verde al grupo de elite para actuar sobre el terreno.
Es así que el equipo se alistó para salir e irrumpir en el galpón donde se escondían los secuestradores. Oficiales de la policía ya habían establecido un perímetro de unas cuadras a la redonda para mantener el sigilo de la operación. Así, el grupo de Duarte llegó sin ser detectado por quienes se escondían e ingresó por la fuerza al lugar haciendo estallar el portón de acceso.
Se informa que se dio la voz de alto a dos sujetos armados con revólveres, pero que al no acatarse las órdenes y al correr riesgo la integridad física de los miembros del grupo de elite, se procedió a ultimarlos. Finalmente, relata como en una habitación contigua, se detectó previamente mediante fibra óptica que se encontraba el gerente custodiado por un tercer delincuente.
Fue el mismo Duarte quien tiró abajo la puerta y apuntó con su fusil al secuestrador que quedaba. Éste se encontraba apoyando el cañón de su revolver al gerente, y por el susto le disparó. El informe concluye con la confirmación de tres decesos: dos delincuentes y el gerente, y un delincuente apresado.
Editado: 19.06.2018