Los últimos días en la Escuela Cassaffousth habían sido de lo más agitados. La idea de irse del lugar por parte de la mayoría de los residentes había tomado una fuerza inusitada, y los que estaban convencidos de que lo mejor sería buscar otros rumbos, comenzaron a dedicarse de lleno a los preparativos.
Unos días antes, entre Jorge y Nicolás, ayudados por dos miembros del equipo; fueron a buscar la apisonadora que les podía ayudar para allanar el camino. La estrategia fue la misma de siempre. Algunas personas hacían de "cebos" en techos de edificios para redirigir las hordas que se juntaban, allanando el camino para quienes deberían rescatar el vehículo.
Todo pasó sin ningún problema, más que la necesidad de matar al zombi que estaba en el asiento del conductor y quedó atrapado allí por el cinturón de seguridad. Pobre tipo, pensó Jorge, murió sentado en una apisonadora sin poder hacer nada en medio de su trabajo.
Durante el camino de vuelta, aprovecharon para probar la máquina. Por suerte habían llevado dos bidones de diésel y una batería que rápidamente fue adaptada que funcionó de mil maravillas. Al ponerse en marcha, pasaron por un bloqueo de autos que había en una calle contigua y se alegraron al ver que con la potencia necesaria, la apisonadora era perfectamente capaz de hacer a un lado los vehículos que obstruían las calles. Unos minutos después, estuvieron en la Escuela donde con mucho cuidado, tuvieron que abrir el portón del patio trasero para ingresar el enorme vehículo.
Todavía faltaba buscar un colectivo que sea capaz de llevar a todos los que querían salir, pero eso lo dejarían para después. Con buen tino, Marcelo había programado que mientras Nicolás y Jorge salían a inspeccionar los caminos por donde tenían pensado huir; un equipo de personas se encargaría de reforzar aún más a la apisonadora. Lo que querían hacer era proteger los costados para que el conductor no corriera riesgos y agregarle unas chapas en forma de "V" invertida en la parte delantera, cosa que la resistencia para mover autos y obstáculos, sea la menor posible. También agregarían en la parte de atrás, una plataforma reforzada donde iría una persona más con uno de los rifles de alta precisión que habían tomado de la comisaría por si era necesario utilizarlo con los zombis que representaran peligro.
Habiendo cumplido entonces con la misión de traer la apisonadora a la Escuela, tanto Jorge como Nicolás, se encontraban en los preparativos finales para su travesía para reconocer los caminos.
- ¿Estás seguro de ir? – preguntó Nicolás mientras revisaba la cadena de la motocicleta que usaría.
- Por supuesto, ¿por qué no habría de estarlo? – encendió un cigarrillo y miró preocupado la caja donde quedaban apenas tres - además, ustedes me salvaron la vida; creo que lo menos que puedo hacer es ser parte de esto.
Nicolás no era de muchas palabras. Siempre fue bastante retraído, callado; pero con grandes aptitudes para escuchar a los demás. De joven siempre fue un chico más bien bajo en estatura y bastante delgado, algo que fue objeto de burlas y ataques de muchos de sus compañeros en la escuela. En una ocasión, cansado de las burlas, intentó golpear a su agresor, lo que le valió que todo el grupo se desquitara con el... al mismo tiempo. Una costilla rota y el tabique desviado, fueron los resultados de la paliza. Nicolás tenía 12 años y sus padres decidieron que fuera a hacer Artes Marciales para que, no solo sepa defenderse, sino también cuando hacerlo.
Para el joven, eso fue su mundo. Se compenetró de tal manera con el Kung Fú, que poco tardó en comenzar a competir en torneos nacionales e internacionales, adoptando una filosofía de pacifismo, evitando cualquier tipo de manifestación de violencia. Aun así, terminó siendo experto en el manejo de armas de mano, siendo el Gun (palo largo) su favorito, a pesar de manejar magistralmente el Jian (espada) y el Quiang (lanza).
Como si fuera un aviso del destino, muchos años después, la habilidad única de Nicolás, sería algo fundamental para la supervivencia de un nutrido grupo de personas que se refugiaron en la escuela Cassaffousth; permitiendo que las largas tardes de verano, sirvieran para enseñar los movimientos básicos del uso del Gun a todos aquellos que quisieran aprender a defenderse.
Uno de los más entusiastas en aprender fue Jorge, quien todas las mañanas acompañaba a su amigo Nicolás a hacer exigentes ejercicios en el patio de la escuela para luego tener un riguroso entrenamiento marcial. En poco tiempo, Jorge había aprendido lo básico del uso del palo. Si bien, los únicos bastones de madera que pudieron usar eran los palos de las escobas de la escuela, los mismos fueron sometidos a un proceso de endurecimiento y afilado de sus puntas.
Al día siguiente, con todo preparado y habiéndose despedido de cada uno de los residentes en la Escuela, Jorge y Nicolás salieron de reconocimiento. Era la primera vez que se iban a aventurar tan lejos del refugio desde que todo había empezado. Por razones de ubicación, les convenía evitar el centro y centrarse en reconocer hacia el oeste y nor-oeste de la ciudad. Para ello, tenían algunas de las avenidas más importantes que serían lo principal de su recorrido. La primera opción, era la Escuela de Aviación, para ello deberían intentar salir a la Avenida Fuerza Aérea. Tarea difícil si se tiene en cuenta que debían atravesar al menos unos dos kilómetros de calles estrechas antes de salir a la avenida. La segunda opción, que en teoría, era más fácil; era continuar por avenida Colón hasta llegar a los Regimientos del Ejercito.
Editado: 19.06.2018