La Corona Negra

Capítulo 2

En el reino de Yawark, existen dos grandes familias poderosas, la familia real Sânge y los Sumaizhi, la familia que vive entre la neblina de las montañas heladas del norte. La reina, Runtu Sumaizhi, unió las dos tierra al casarse con el gran rey, un hombre misterioso como aterrador. Juntos tuvieron un hijo, el gran heredero al trono, Razvan, quien nunca estuvo destinado a pasar de su primer año de vida. A su muerte, el rey se volvió más oscuro y cruel, además estaba desesperado por tener un heredero. Para desdicha de la reina, muchas más mujeres llegaron al palacio de la montaña con la esperanza de dar un heredero y el rey las recibió, a dos de ellas en especial. Con una guerra aproximándose, según antiguas profecías, tener un heredero era lo más importante; por eso, prometió un gran poder a la familia cuya hija le brindara su gran deseo; sin embargo, nunca nada es tan sencillo como parece, cinco niños nacieron un mismo día y ninguna de las madres se arriesgó a dar la hora de nacimiento. La reina, Runtu Sumaizhi, tuvo a Crina; la gran señora Timta dio a luz a dos gemelos; Awaq, de las familias del sur, dio a luz un niño; y otra mujer tuvo una niña. Cuando hay cinco herederos para una sola corona, solamente uno de ellos puede vivir para poder ascender al trono.

 

Mi madre peinó mis cabellos con mucha atención, como si aprovechara sus últimos momentos conmigo de la forma más íntima que le habían enseñado. Sira, observaba y ayudaba a mi madre en la tarea de realizar un trenzado elaborado y digno de una heredera al trono, según ella. Yo me había encargado de peinar a mi hermana con un diseño simple que la hacía lucir dulce y bondadosa, justo como era ella, al menos así no sufría de los horribles jalones de pelo que requerían los trabajos de mi madre. 

—Madre, puedo llevar algunas manzanas para la señora Aurora —dijo mi hermana de repente al ver que teníamos bastantes sobre nuestra mesa de alimentos, era obvio que con nuestra ausencia sería difícil comerlas todas antes de que empezaran su propia descomposición.

—¿Po qué harías eso? Nosotros damos migajas a los pobres, no manzanas —dijo ella con dureza, seguro esperaba que mi hermana lo entendiera, sobre aquellos aspectos del estatus social que tanto intento inculcarnos; pero, a mi hermana le entraba por un oído y le salía por el otro—. Oh, que belleza ven mis ojos —comentó poco después y supe que había terminado con mi cabello.

—Ha quedado hermoso, madre —Sira le hizo un cumplido a la reina.

—Bueno, no más… Déjenme verlas bien —se levantó mi madre que había estado sentada a mi espalda todo ese tiempo, y nos obligó a mirarla de frente para dar toda nuestra atención, era momento de la charla.

—Madre, Sira debería llevar una capa también —dije de nuevo, antes de que mencionara otra cosa, ya lo había dicho dos veces durante toda la mañana y ella continuaba negándose—, vamos a ver a nuestros enemigos y preferiría que Sira luciera un poco imponente y no como mi debilidad.

Los ojos de mi madre se abrieron un poco, hasta que pudo controlar su reacción y neutralizarla como siempre. Ella no había pensado en lo que acababa de decirle, aunque estaba usando sus propias palabras. Mi hermana me miró con complicidad y reí internamente al ver que la gran reina se apresuraba a encontrar otra capa de pieles. 

—No había pensado en ello —murmuró.

—Madre…

—Aquí está —la escuchamos  decir y a los poco minutos la vimos salir de su gigantesco ropero con una gran capa gris que ahuyentaría el frío del exterior en segundos.

—Gracias, me lo pondré enseguida —dijo Sira de forma educada y procedió a ajustarse la capa.

—Bien, ya todo está en orden, el equipaje está listo y me complace decirles que su padre enviará más ropas para ustedes a la academia.

—¿De verdad? Eso es muy amable, ahora podremos aprender muchas cosas y hacer amistades…

—¡Amistades! Pero, ¿de qué estás hablando, Sira? ¿Acaso crees que esto es una salida ecológica? ¡No las estoy enviando a socializar, ni tampoco aprender las tonterías de los…! —, su tono de voz empezó a subir, hasta que se escucharon los pasos de un guardia haciendo su recorrido habitual—. Escúchame, Sira… Ahora mismo irás como el apoyo de tu hermana, una vez se crucen con sus hermanos todo empezará.

—Madre, ya es hora de marcharnos —le dije al sentir como el guardia abría la puerta de nuestra celda que era más una gran habitación amoblada y privada, con tres camas y un pequeño comedor, también poseíamos una escasa biblioteca, con libros que mi hermana y yo leímos más de cinco veces.

—Sí, ya me di cuenta —dijo molesta y entonces se acercó más a mi para poner su frente sobre la mía—, Crina, ya sabes lo que tienes que hacer, te he enseñado bien, eres mucho más fuerte e inteligente que yo, así que prométeme… Prométeme que recuperarás nuestro trono, nuestra corona, nuestro nombre, nuestro lugar —, mientras ella hablaba me quedé helada en mi lugar sin ganas de escuchar cómo terminaría aquello—, prométeme que los matarás a todos.



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En el texto hay: romance, magia, venganza

Editado: 27.03.2021

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