La Corona Negra

Capítulo 8

Si se hablara de misterios en el reino Killasumaq, el más grande sería el del pueblo Sumaizhi, un grupo de personas que llegaron al continente desde el océano, la prueba de que había mucho más en el lejano horizonte. Nadie nunca supo su origen, ni que los había obligado a marcharse. Su piel pálida y su cabello casi blanco llamó la atención de muchos Tamy, quienes aceptaron recibirlos como parte de Killasumaq. Se les veía como gigantes, dada su alta estatura y la baja estatura del pueblo del reino Tamyak. Por un tiempo los llamaron los hechiceros del mar, viajeros que habían llegado en busca de algo, se dice que era un monstruo, el peor de todos, y se había escondido, para crear su propio pueblo de ojos rojos.

 

Dos hombres entraron a los comedores, por un pasillo adyacente que guiaba a la salida principal, sus trajes parecían armaduras de ejército, con metal adherido a la tela negra. Nos encontraron a Cedric y a mi primero, pero solamente se fijaron en mi. Vi que uno de ellos levantó su mano y la dirigió hacia mi dirección, entonces una bola de fuego se desprendió de sus dedos y fue directo a mi. La vi acercarse a toda velocidad y luego ser partida en dos por el filo de una espada.

—Erwin —nombró Cedric, su amigo había llegado para ayudarnos.

—En nombre de la Orden de la Sangre Azul, exigimos que los herederos a la corona sean entregados —exigió el otro hombre que aún no atacaba.

Erwin se posicionó frente a los dos, con su espada desenvainada y listo para pelear.

—¿Cuales herederos a la corona? —preguntó Cedric.

—Todos los que estén de acuerdo en firmar la paz —contestó el mismo.

—Pues, yo no lo estoy —le dije.

—Los herederos de Killasumaq deben morir —añadió el hombre con voz ronca.

—Ya —dije, desanimada por el giro de los acontecimientos. No, no realmente—. Entonces, ustedes morirán aquí.

—Crina —, Cedric detuvo todos mis movimientos al bloquear mi camino con su cuerpo—. No. Deja que nos encarguemos.

Los estudiantes empezaron a salir del comedor, cansados de esperar por una señal que les indicará si resguardarse o salir. Habían optado por buscar respuestas por ellos mismos.

Los hombres se acercaron a gran velocidad y Erwin se vio superado cuando dos grandes bolas de fuego atacaron. Los gemelos aparecieron en segundos frente al chico y cortaron el fuego con precisión, haciendo que se esfumara. Las ventanas superiores que acompañaban el pasillo se rompieron y más soldados enemigos entraron desde arriba. Uno de ellos cayó de pie a mi lado y abalanzó sus manos sobre mi.

—¡Crina! —exclamó Cedric, no tuvo tiempo de reaccionar, su espada apenas estaba a medio camino y con un mal ángulo para atacar. Mientras que mi mano no dudo en levantarse y sacar las largas agujas que siempre llevaba ocultas en mis mangas de la camisa. Tres agujas en total, de metal puro y con un grosor de medio centímetro que iba descendiendo hacia la punta,todas atravesaron la garganta del soldado en un segundo y salpicaron un poco de sangre alrededor cuando las extraje de golpe. Los movimientos del soldado se detuvieron de inmediato y una severa convulsión consumió su cuerpo y lo empujó al suelo, sangre salió de sus ojos, su nariz y sus oídos segundos después. Otro soldado se acercó por detrás de mí y Cedric se encargó de él con facilidad, aunque conmigo en medio.

—Ha dejado de moverse —dijo él, de repente, mirando en el suelo a quien yo había atacado minutos atrás.

—Es porque está muerto —dije en respuesta.

Quienes no deseaban pelear, huyeron de vuelta a los comedores y buscaron refugio en la cocina o debajo de las mesas.

—Vamos, debemos salir de aquí, de otra forma seremos rodeados —advirtió Cedric.

—No, ellos serán rodeado — dije y me alejé de él.

Saqué las otras agujas en mi brazo derecho y lancé cada una a un objetivo diferente, directo a su cabeza, para que el veneno no demorara en entrar a sus cerebros. Luego corrí hacia otro grupo y tomé las agujas escondidas en las costuras de los pliegues de mi falda, mientras recuperaba las otras que había lanzado y se encontraban en mi camino hacia el enemigo. Cedric fue detrás de mí y atacó a los soldados restantes que no podía alcanzar, el número de agujas que tenía no alcanzaba para tanta gente. Eran veinticuatro agujas en mi ropa y otras cuatro extra en mi cabello, solamente para emergencias.

Un soldado salió de la nada frente a mi; pero su paso se detuvo inesperadamente y luego sangre salió de su boca antes de caer de frente y dejar a la vista a Naya, quien lo había atacado por la espalda con la daga, aquella con la que me había intentado matar antes.

—De nada —dijo con una sonrisa, su mejilla tenía una mancha de sangre, de la cual una gota aún corría hacia su barbilla, no era de ella.

Nos miramos por un rato, antes de darnos cuenta que la pelea había terminado, a nuestro alrededor solamente quedaban cuerpos y la mayoría de los Sânge nos encontrábamos allí, cubiertos de sangre, junto a Cedric, Arwen, los trillizos, de los cuales solamente había conocido a Kalen y Tristán, junto al chico cuyo nombre aún desconocía. Naya y yo éramos las únicas mujeres allí, aunque pude ver que Anne y Azu se encargaron de resguardar la zona de los comedores para que nadie pasará a la cocina.



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En el texto hay: romance, magia, venganza

Editado: 27.03.2021

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