El reino Florence es también conocido por ser llamado el reino de la eterna primavera, lleno de las más hermosas flores en todas sus calles. Se dice que hay parques en cada esquina, llenos de arbustos o praderas. Y en el gran palacio de las flores dulces, se encuentra el más grande invernadero de flores, perteneciente a la reina Agathe Anouk, una mujer de rizos dorados que siempre lleva trenzas muy elaboradas, llenas de flores perfumadas. Se le conoce por su independencia, como también por tener algunos gustos particulares, de los cuales se prefiere no hablar en voz alta. Le gusta tener chicos jóvenes a su alrededor y como las reinas antecesoras, nunca se ha casado y probablemente nunca lo hará.
Después de un fuerte abrazo, tuve que dejar a mi madre para estar presente en la reunion a la cual se nos había convocado a todos los Sânge, o eso parecía. Niall me apresuró y me guió hasta la oficina de rectoría para que no me perdiera en el camino.
—Sabes que te cuidamos la espalda —me dijo, sabía que se refería a Cedric también y eso me causo malestar en todo el cuerpo, no deseaba sentirme ansioso, así que me volví a la puerta para dar tres golpes y pedir permiso para entrar.
—Gracias, Niall.
—No hay problema.
—Niall, déjame preguntarte algo, ¿aún te gusta Naya? —, quería saber si su corazón aún estaba en una encrucijada como lo estaba mi mente.
—Es demasiado complicado.
—¿Por qué? —, fue incómodo preguntar.
—Ella ya ha decidido cómo terminará todo.
—¿Te ha hablado de las voces? —pregunté al recordar lo que me había contado antes.
—¿Te lo ha dicho? ¿Le crees? —preguntó de vuelta.
—No sé qué creer, ¿tú le crees?
—¿Qué? ¿Que no está loca? Sí, porque la he visto —dijo de forma sombría—. He visto una de sus voces y fue realmente escalofriante.
Iba a preguntarle un poco más al respecto; pero, la puerta se abrió y Niall se ocultó para no ser visto. El señor De Montes me apresuro a entrar y descubrí que todos los de Killasumaq nos encontrábamos allí, bajo la autoritaria mirada de un hombre robusto y muy alto de cabello rubio plateado, envuelto en una gran armadura.
—Cosmin —dijo mi nombre en un susurro, aunque pudo escucharse perfectamente en toda la habitación.
Entré y las puertas se cerraron a mi espalda, al igual que las miradas de todos los presentes cayeron sobre mi. Allí, los Sânge no eran los únicos presentes, estábamos todos los príncipes y princesas de Killasumaq de los que se sabía.También se encontraba el director de Montes y por supuesto, aquel hombre que imponía miedo con sus sola presencia.
—Ahora, que estamos todos aquí, podemos dar inicio a esta reunión —dijo el hombre—. Me presento, soy el general Artai, general del reino Briccio y el Escuadrón de los Reinos Unidos de Isaura. He sido enviado a iniciar los convenios de paz, para su firma en unos días, esperamos que al final del día de hoy puedan aceptar nuestra propuesta y acatar los pasos a seguir.
—¿Han entendido chicos? —el director se dirigió a nosotros con amabilidad y todos lo miraron con cierta sospecha, nadie realmente parecía estar de acuerdo con nada de lo que decían allí—. Se procederá a leer la propuesta realizada por los Reinos de Isaura.
—Por supuesto —dijo el general y extendió su mano derecha, para que uno de sus hombres le entregará un pergamino—. De acuerdo con lo establecido y acordado en la reunión de las 50 noches en el reino de Briccio, se propone el siguiente acuerdo de paz con el objetivo de su firma junto a los representantes del reino Killasumaq…
—¿50 noches? —pregunto Naya—, Disculpe, pero si va a tardar demasiado, preferiría que todos tomáramos asiento —sugirió y el general la miró mal por osar a interrumpirlo.
—No será tanto tiempo, princesa —dijo con una sonrisa cordial y ella lo miró con desdén, ocultando su molestia tanto como pudo.
—En primer lugar, se respetará la soberanía de los respectivos herederos de cada reino, de no haber, Isaura elegirá un líder adecuado para cumplir la labor.
—¿Por qué Isaura debería elegirlo? —preguntó Crina con suma seriedad.
—¿Quién debería hacerlo entonces?
—Nosotros, Killasumaq —contestó con seguridad.
—Por supuesto, haré una anotación sobre su sugerencia…
—Preferiría que tachara esa última parte y en su lugar escribiera mi sugerencia —expresó sin temor y la tensión empezó a crecer.
—¿Puedo continuar, ¿o tiene usted otra sugerencia? —le preguntó y ella le dio una mirada llena de altanería, antes de mover su mano en señal de que continuará.
—En segundo lugar, se devolverán tierras a cuyos dueños aún se encuentren vivos y reclamen su propiedad, de lo contrario los nuevos…