Si Tamyak era considerado una nación sagrada para Killasumaq, Briccio era casi su par en Isaura, se decía que era la cuna del continente, que su capital Treva era la más antigua de todos y en un tiempo fue la única gran capital, hasta que otras familias se levantaron y crearon sus propios reinos. Sin embargo, Briccio ya no era considerado como un reino poderoso, si entras a Isaura puedes notar que otros reinos han tomado su lugar y la nación apenas se mantiene al ser el centro de las reuniones de la organización de los Reinos Unidos de Isaura y por lo tanto poseer el ejército más fuerte. Pero, si esa unión se disolviera o se ubicara en otro reino, todo cambiaría.
Crina nos llevó a una cueva escondida como una pequeña fisura en un largo acantilado, estábamos a unos pocos metros sobre el nivel del mar, a menos que la marea pudiera subir más. Todos los demás habían regresado a sus lugares, excepto ella y Naya que nos observaba con curiosidad, como si fuéramos sus muñecos para jugar. Yo me mantuve silencioso la mayor parte del tiempo, me convertí en un simple observador en mi propia vida, por mi propio bien.
—Espero que no me odies —dijo Naya de repente y aparte la mirada de Crina frente a nosotros, que miraba al mar con fijeza y nos daba la espalda, para mirar a Naya a mi lado—. Vas a tener que elegir Cosmin, ¿serás nuestro enemigo o nuestro hermano? Tu sangre es tan oscura como la nuestra, aunque tu corazón no lo sea.
—No quiero que nadie muera —le dije y di un vistazo a Cedric y Erwin.
—Nadie quiere eso; pero, es inevitable —dijo con certeza—. Sin embargo, si tanto te preocupa tu amigo, te diré un secreto... —se acercó a mi oído antes de continuar lo que decía—. Su destino está entrelazado con nosotros por un largo tiempo, tú sabes porqué. Así que no temas por su vida, valdrá mucho más vivo a diferencia de ti —susurró.
—Si sabes su secreto, ¿por qué no le has dicho a nadie?, podrías obtener el trono —le pregunté.
—Oh, no, yo no quiero la corona, ese es un baño de sangre en el cual no quiero estar —me dijo pensativa, con la mirada en Crina—. Tu tampoco la quieres, créeme, tu corazón no podría soportar esa carga.
—¿Qué es lo que sabes? —le pregunté.
—La corona tiene un precio más grande que nuestras propias muertes —explicó de forma general y entonces se volvió a mi—. Es una excusa para algo más grande que desea nuestro padre, las cosas podrían salir mal o muy mal.
—Vaya, no eres nada positiva.
—Quiero serlo; pero, todo depende de quienes queden este mundo para enfrentarlo.
—Nosotros —le dije y su mirada adquirió un brillo lleno de tristeza.
—Todos tenemos posibles destinos...
—¿Cuál es el mío? —le pregunté.
—Admito que en uno de ello puedes lograr ser rey; sin embargo, perderás a quien más amas para lograrlo y sacrificaras a quien más deseabas proteger.
Sus palabras crearon un gran nudo en mi garganta, ella no decía nombres; pero yo sabía perfectamente a quién se refería. No era un destino que quisiera para mi, y ella estaba al tanto de ello por la forma en que me miraba.
—Sin embargo, es un destino poco probable, alguien tendría que romper tu alma para que tomaras tal decisión y... No creo que ocurra, verás hermano, de todos los demás, creo más en ti. Creo que serás mejor que todos nosotros.
—¿Por qué?
—Porque hay un destino en el cual decides ser un puente y un guía, y harás grandes cosas como mantener la paz; así que, si ese destino se cumple, el mundo cambiara para mejor.
—Y si no se cumple.
—Reza a nuestro dios para que se cumpla o las cosas serán peor que ahora —dijo.
—¿Y qué ves en mi destino? —preguntó Cedric, con la voz un poco adormilada; aunque su mirada estaba llena de fuego.
—¿Qué tanto quieres saber? —le preguntó ella.
—Dime aunque sea una palabra y yo decidiré cuánto quiero escuchar.
Vi a mi hermana ir a su lado y susurrarle algo al oído, él abrió sus ojos con gran sorpresa y la vio alejarse de él lentamente, sin saber qué decirle. Luego su mirada fue a Crina y se quedó allí por un momento.
—¿Quieres escuchar más al respecto? —preguntó Naya.
—No lo sé...
—Bueno, aún tienes tiempo para preguntarme, no tanto como quisiera...
—¿Qué tipo de destino hay para ti, hermana? —le pregunté y ella me miró de forma indescifrable.
—Ninguno más largo que el otro, ninguno menos cruel que el otro, ninguno más injusto que el otro, todos demasiado efímeros y mortíferos —explicó—. Pero, yo misma elegiré uno, para evitar el resto.
Se levantó del suelo después de decir aquello, cansada de estar a nuestro lado y responder preguntas.
—Crina —la llamó y ella se volvió hacia nosotros con sus cabellos volando en el aire, era una imagen casi que fantástica, parecía una diosa, ante mis ojos una diosa del caos a la que se debía temer—. ¿Acaso el mar te llama?