La Corona Negra

Capítulo 4

El mayor aliado del reino de Briccio es el reino Aldair, se dice que la primera reina de Briccio era de aquellas tierras y desde entonces comparten un lazo inquebrantable. Pero, los tiempos cambian y las relaciones son difíciles de mantener. Actualmente, la familia real Dailin posee dos hijas casaderas, Linnette Dailin y Maeve Dailin, de sus uniones dependerá quienes serán considerados realmente aliados. Y con tantos pretendientes, Briccio no tiene un buen momento.

 

Los puertos de la isla estaban llenos de barcos, por supuesto, solamente los puertos de un lado, el lado de Isaura. Cada barco tenía diferentes banderas y un grupo de militares que juraban lealtad a diferentes reyes y reinas. A los herederos de Killasumaq nos habían citado en el gran salón al lado del gran comedor, donde habían dispuesto una mesa de forma ovalada para que todos nos sentáramos. Las puntas de cada lado estaban vacías al igual que el centro, algo que no me trajo un buen presentimiento. Nos sentamos en un lado del óvalo, y se decidió que Kadar iría en el centro y los gemelos se sentarían a su derecha, seguidos Naya, conmigo después, en compañía de Sira. A la izquierda estaría Azura, que también había sido puesta en una silla central, seguida por Crina, Naya y Zara, la hermana de Kadar. Ninan no estaría presente, el chico misterioso mantenía un perfil bajo que me inquietaba.

Todos nos sentamos de forma silenciosa, bajo la supervisión del general Artai y una mujer que lo acompañaba con una pila de papeles en sus brazos. La chica era de estatura baja y cabellos negros y lisos, sujetados en una coleta que le llegaba hasta la cintura. Tenía un vestido azul, lo que indicaba hacia parte de la servidumbre de Briccio, lo notaba por la forma en que la tela le cubría todo el cuello e incluso la mano, dejando los dedos afuera del material. Además, llevaba un pantalón negro delgado por debajo de la falda, ese era el uniforme para lugares externos a su residencia de trabajo.

Estuve allí sentado, observándola para obtener alguna pista, la mayoría de la servidumbre Tamy, siempre encontraba la forma de comunicarte lo que ocurriría. Sin embargo, ella evitaba los ojos de todos, una muy mala señal. Al igual que el profundo olor a flores que invadió mi nariz y me causo nauseas al instante. No me atreví a dar la vuelta para ver el origen de aquella fragancia, ya sabía de quién se trataba y no pude más que envolver mis manos en puños para evitar salir de allí.

—¿Estás bien? —me preguntó Sira y negué con la cabeza, no era capaz de hablar.

—Oh, vaya, pero si es mi ángel de ojos rojos —sentí su voz en mi nuca y todo mi cuerpo se tenso con desagrado, aunque ella siempre lo interpretaba de otra forma.

Sus manos se movieron por mis hombros y su dirección fue hacia mi pecho muy lentamente. Amir se volvió a mí y miró la escena demasiado sorprendido por el arrebato de la reina. Sira lucía aterrorizada, mientras la reina buscaba la forma de meter las manos debajo de mi camisa. Los malos recuerdos llenaron mi mente y ya no sabía en donde me encontraba, entre las horrible sábanas de seda con olor a rosas o en aquel gran salón, puede que también estuviera alucinando a causa de aquel olor, deseaba que fuera eso. Siempre me había disgustado sentir sus manos sobre mi piel, en cada rincón de mi cuerpo, me hacía querer vomitar. A ella le gustaba que la mirara, así que inconscientemente empecé a dar la vuelta para ver sus ojos verdes y aquellos rizos. Y de repente, ella fue apartada de mi lado con brusquedad y el aliento regresó a mi.

Escuché un inesperado jadeo lleno de sorpresa por parte de la reina Anouk, quien había sido casi que empujada lejos de mi cuerpo. Aún con cierto miedo, me di la vuelta para observar la situación, Sira se encontraba de pie a mi lado, con una mano sobre mi hombro y una mirada llena de ira que nunca había visto. Pero, Crina y Naya. ambas estaban frente a la reina con una expresión estoica.

—¿Cómo se atreven a tocarme? —preguntó la reina de Florence con una sonrisa amenazante.

—¿Y usted es? —preguntó Naya, restándole importancia a la mujer.

Ninguna de las dos retrocedía, aunque dos guerreras de la reina tenían la punta de su espada en la garganta de cada una.

—No saben que es un crimen tocar a la reina Anouk sin su permiso, podrían ser castigadas con la muerte —dijo una de las guerreras con la voz melódica con la que se les caracteriza.

—Me temo que esto no es Florence —dijo Crina y posiciono si dedo índice sobre el filo de la espada—. Y yo no soy una súbdita de su reina, por lo tanto, o baja su espada o yo tendré que tomar medidas al respecto —dijo mi hermana de forma calmada.

—Armas abajo —ordenó la reina y las dos guerreras siguieron sus órdenes a regañadientes.

—No nos hemos presentado, soy Agathe Anouk, reina de Florence, pueden llamarme su excelentísima floridencia Anouk —se presentó con extrema cordialidad.

—Lo sé —dijo Crina sin mucho ánimo.

—Yo soy Naya, princesa de Yawark, hermana del príncipe Cosmin y debo pedirle muy amablemente que permanezca alejada de él —mi hermana fue bastante contundente y borró la sonrisa de la reina en un instante—. Gracias —terminó con una muy educada inclinación, digna de la princesa que era.



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En el texto hay: romance, magia, venganza

Editado: 27.03.2021

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