Dice la profecía que seis hermano afrontarán la gran batalla de sus vidas antes de alcanzar la verdad absoluta, el bien y el mal puede ser relativo; pero es todo lo que importará. Existirá entonces el protector, el guerrero, el defensor, la muerte, la locura y el sacrificio, cada uno con un destino definido por sus decisiones, vivir o morir, infierno o paraíso.
Los padres de Cedric nos brindaron bebida mientras Erwin se recuperaba para el viaje de regreso, así que disfruté de un delicioso jugo de uva en una copa de plata, después de todo, se siente bien recibir recompensa por un buen trabajo. No nos dejaron salir de la habitación por temor a que de forma accidental causáramos un cambio en el tiempo. La madre de Cedric, se ocupó de Erwin con esmero, casi parecía que fuera otro hijo para ella y no pude evitar contemplarla, recordando aquellas memorias casi olvidadas sobre mi madre. Su cabello rubio estaba sujeto en un intrincado de trenzas rubias con algunas canas que brillaban a la luz del sol. Recordé a mi madre cuando nos despertaba por las mañanas para nuestras clases de equitación, nos entrenaban para ser perfectos guerreros; pero ella también quería que tuviéramos amor, su amor.
—¿Todos ustedes están bien? —nos preguntó la reina poco después, cuando el rey se fue para no levantar sospechas sobre su ausencia.
—Estamos bien, madre —dijo Cedric con cariño.
—Entonces, la sangre no es tuya —dijo la mujer a Crina, señalando las manchas en sus manos y obteniendo una mirada nada amable.
—No, no es de ella —dijo Cedric.
—¿Falta mucho para que Erwin se recupere? —le pregunté.
—No, no tanto —me dijo y me miró con más amabilidad de la que le había dedicado a Crina, incluso me sonrió—. ¿Desde cuando eres amigo de mi hijo?
—No mucho —le dije con cuidado, no quería parecer demasiado amigable con una reina de Isaura.
—Horas en realidad, ni siquiera somos amigos, tenemos una relación extraña de conocidos que coincidieron en un mismo lugar —dijo Crina y Cedric tomó su mano como una señal para que dejara de hablar, pero ella se liberó del agarre—. ¿Tienes miedo de que asuste a tu madre? —le preguntó.
—Crina, te considero una aliada —confesó y ella se vio sorprendida al instante.
—Perdiste la cabeza —dijo de inmediato—. ¿Por qué sería tu aliada o incluso tu amiga? A menos que significara un beneficio para mi; lo cual no eres. Podría ganar muchos aliados en Killasumaq si eligiera seguir con esta guerra y acabar con todos ustedes.
—¿Eso quieres? —Cedric se posicionó frente a ella con desafío.
—Todo depende de cómo se desarrolle la situación cuando regresemos —les dije a ambos y la madre de Cedric no sabía qué decir—. Lo siento, señora, no es nuestra intención causar problemas en este barco, ni tampoco hacer daño a su hijo, así que puede estar segura que no morirá con nosotros. Aunque no lo parezca, Crina no es ningún peligro para él, créame, no salva a cualquiera.
—Confiaré en su palabra —dijo con una sonrisa amable y luego miró a Crina de reojo—. Si mi hijo confía en ustedes, yo también lo haré.
—¿Podemos volver ya? —preguntó Crina a Erwin y él se levantó un poco tambaleante; pero más seguro.
Era evidente que mi hermana estaba incomoda con toda la situación, pero por eso mismo había venido a este viaje, necesitaba asegurarme que ella estaría bien y de igual modo, no arruinara los planes de Cedric, porque tenía la impresión de que este viaje en el tiempo sería bueno para nosotros. La paz, era algo relevante en todo este asunto, nosotros los Sânge no éramos conocidos por tener buenas intenciones y yo no era diferente, como tampoco era lo suficientemente estúpido como para seguir un camino de autodestrucción, que nos adjudicaban a todos. Una guerra entre hermanos no era lo más inteligente por hacer y la única forma de evitarlo era crear confianza entre nosotros.
—Crina, démosle una oportunidad a esto, veamos que pasa antes de actuar —le dije cuando Cedric acudió a Erwin para concretar el viaje de regreso. Ella me miró con curiosidad, bastante perceptiva diría yo—. Puede que esto sea a nuestro favor.
—Discordia —dijo ella con tono pensativo—, ¿cuál es nuestro plan? —preguntó.
—No hacer nada —le dije con una sonrisa traviesa.
—Bueno, un plan con muchas posibilidades debo decir —murmuró.
—Deja que hagan sus planes, la ingenuidad puede ser un arma letal si se maneja adecuadamente —dije en voz baja—. Todo va a salir bien —terminé en tono positivo para que los demás escucharán y se sintieran confiados.