La Corona Negra

Capítulo 5

Solamente se requiere de una ofrenda para dar inicio a un ritual sangriento, para cumplir la gran profecía; pero, también para cambiar el orden de las cosas. Cuando todos despierten de su largo sueño y el poder se manifieste, ¿quién guiará a la mujer de los mares para que no se consuma en oscuridad? Hay que evitar que su corazón también se vuelva de cristal.

 

Naya estaba sentada junto a la cama de Niall, su mano sujetaba la de él y sus ojos no se apartaban de la imagen llena de fragilidad y derrota que emanaba del chico. El gran problema es que no se sabía nada sobre Tristán aún, yo lo consideraba la calma antes de la tormenta. Los miré por un momento antes de ingresar a la enfermería, que se encontraba llena tanto de personas de Isaura como de Killasumaq.  Finalmente, después de inspeccionar quién estaba alrededor, me dirigí a mi hermana en silencio.

—Naya —dije su nombre cuando estuve de pie a su lado y ella apenas volvió la mirada—. Levántate, debemos irnos.

—No —dijo y volvió la mirada al herido.

—Su madre ya viene y no es conveniente que...

—No me importa —dijo sin mirarme.

—Naya… —susurré de vuelta y la vi suspirar. Ella no parecía que fuera a dar mucho problema; sin embargo, se mostró bastante reticente en dejar al chico. Entendía que realmente le importaba, y había visto que era algo mutuo, sin embargo, su madre probablemente no pensaba igual.

—La reina… Sigue en la cabaña…

—Puedes quedarte con nosotros —le aseguré. 

—¿No te molesta…?

—No me molesta que te quedes…

—No, ¿no te molesta que ella esté aquí? —preguntó en voz baja, conteniendo la ira.

—Intento no pensar en ello, pero una parte de mi piensa… simplemente piensa… —no terminé la frase.

—Es difícil no hacerlo —añadió, mientras daba un apretón a la mano de Niall, antes de dejarlo ir—. ¿No piensas en cómo hubieran sido nuestras vidas si…?

—Siempre. ¿Lista para irte? —pregunté y ella asintió, entonces nos marchamos.

Mientras caminábamos fuera del edificio, pensé en todo aquello que no nos atrevimos a decir en voz alta, en cuanto disfrutaría terminar con la vida de la reina Runtu Sumaizhi. Mi mano incluso temblaba de forma leve al sentir el pomo de la espada, como un llamado a la violencia, a la sangre. 

En el camino le hablé a Naya sobre la gala que se aproximaba y ella no lució nada sorprendida, porque tal parece eso es lo que siempre hacen los de Isaura, los bailes son la respuesta a todos sus problemas. Pero, ella también me explicó que era otro tipo de batalla, es el momento en que exponen su poderío para dejar claro quién es el más fuerte. Para dejar claro quién es más rico. Entonces, en realidad era una lucha de egos, que estupidez. Mientras caminábamos, hablamos en voz baja con la paranoia de ser observados, pasamos de largo la cabaña de las chicas, la de Naya y fuimos a la nuestra. En el camino de entrada tuve una sensación extraña y la mano de Naya sostuvo la mía para detener mi paso hacia la puerta. Le di un vistazo a mi hermana y no pude descifrar lo que intentaba decir con sus ojos; pero, mi cuerpo ya me alertaba con siniestros escalofríos sobre una extraña realidad que se acercaba y tuve la urgencia de permanecer allí afuera en el exterior; sin embargo, mi raciocinio y gran parte de mi orgullo me obligó a dar el paso contenido. Entramos a la cabaña y cerramos la puerta al exterior y su falsa paz.

En un parpadeo, ya no nos encontrábamos en la cabaña cálida y casi hogareña, estábamos en un salón de paredes en piedra negra, obsidiana negra si no recordaba mal las viejas leyendas sobre el castillo Sânge. El suelo estaba cubierto por una gran alfombra roja con formas de dragón en color dorado que miraban hacia el gran trono de onyx y madera negra en el decorado de los reposa brazos, sobre seis escalones sobre nosotros, donde el gran rey se encontraba sentado con una camisa de botones medio abierta. Su vestimenta denotaba el poco interés del rey en su forma de vestir, su cabello estaba más largo que la primera y única vez que mi hermano y yo lo vimos, el funeral de nuestra madre; pero, su rostro seguía intacto, sin ninguna arruga a la vista. Aunque, sus ojos rojos, mucho más profundos que los míos, parecidos a los de Crina y Naya, solo que más oscuro, a tres tonos de negro; tenían una mirada psicótica, extraña, demasiado fija y muy poco amigable.

Miré a mi costado, todos estábamos allí, los hijos Sânge, uno al lado del otro, el nos había reunido allí en un segundo. ¿Para qué? Imposible de entender, solamente podía concentrarme en controlar el temblor de mis manos a causa de un miedo extraño, me decía a mi mismo que no le temía a ese hombre, a mi padre; pero, algo en su presencia me hacía temer de forma inconsciente, mi cuerpo reaccionaba sin mi permiso.

—Mis queridos niños —dijo con voz susurrante, aunque lo suficiente alta para envolverse en el eco del salón con autoridad—. Quería verlos desde hace tanto —dijo mientras se levantaba de su trono y empezó a descender los escalones hacia nosotros.

No pude apartar la mirada, estaba en un estado alerta.

—Uno de ustedes heredará ese trono —señalo el asiento que dejaba atrás —. Pero, hay condiciones… ¿Las recuerdan?

Silencio.

—Matarnos entre nosotros —Naya se atrevió a hablar y el rey la miró con recelo antes de sonreír con malicia.



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En el texto hay: romance, magia, venganza

Editado: 27.03.2021

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