La Corona Negra

Capítulo 1

Los secretos no siempre se mantienen silenciados, algunos vuelan en el aire hasta llegar a los oídos indicados. Mientras el mundo arda, algo siniestro observará las llamas, hasta que estas lo alcancen. Porque se dice que solamente el primogénito heredero de su linaje acabará con la existencia del demonio de los ojos rojos.

 

Mis terrores nocturnos siempre fueron las rejas de metal sólido y la paredes de piedra llenas de humedad, en los días más largos cuando no conciliaba el sueño, me daban ganas de gritar y arrancarme la piel. Mis uñas siempre estaban negras, a veces un poco rojas por la sangre que me sacaba de los brazos, mi piel pálida lucia manchas de lodo negro y mi cabello era un caos total. La oscuridad me rodeaba en una alta torre, donde mi celda solamente tenía una pequeña ventana en lo alto, un solo rayo de luz que no siempre llegaba. Y luego, estaba aquel chico curioso de ojos verdes amables que por accidente subió la torre y se encontró un monstruo de ojos rojos al final.

—No vas a enloquecer, ¿cierto?

—¿Lo dices por mi imperturbable silencio? —pregunté a mi hermana Crina, quien estaba en la celda continua, nos separaban barrotes en lugar de pared, algo que agradecía y nunca lo aceptaría en voz alta, que ella estuviera allí me ayudaba, no estaba sola… Y ella alejaba las voces.

—Puede ser —dijo, sentada en el montículo de piedra que probablemente estaba destinado a ser una cama, nada cómodo. Ella solamente mirada al frente con su espalda recta y una mirada vacía. Es curioso, me causaba fascinación y miedo a la vez todo sobre mi hermana, porque sentía que éramos iguales en muchos aspectos; pero, había algo extraño en ella y tenía que averiguar al respecto.

—No vamos a morir aquí —dije de repente y aún así no me miró.

—Lo sé —dijo de forma seca.

—Tengo una pregunta…

—Solamente hazla, no me gustan los…

—Rodeos —terminé la frase por ella y sonreí, me sentí victoriosa por decirlo primero y ella se volvió a mi molesta por mis niñerías —. Bien, bien, aquí va la pregunta… ¿Cómo fue tu experiencia en la prisión? —pregunté y me acerqué más a los barrotes como una niña pequeña en busca de calor, sentada sobre el suelo, sin importar lo que le pasara al estúpido vestido.

—Fue buena, nadie me molestaba —dijo.

—Eso se escuchó muy ensayado —le dije y ella entrecerró sus ojos.

—¿Por qué quieres saberlo?

—Estoy aburrida, deberíamos compartir anécdotas carcelarias —dije en broma con una sonrisa de camaradería y ella me analizó por completo, tenía esa mirada profunda en busca de un fallo, algo sospechoso.

—Carcelarias —saboreó aquella palabra y sentí que se fue a blanco, podía sentir su mente revuelta y quise escarbar en ella.

—Sí, ¿había luz en tu celda?

—Sí.

—Yo solamente tenía una ventana, era muy pequeña y estaba muy alta —le señalé con mis manos y ella observó mis movimiento con medido interés.

—Lo sé —dijo y yo asentí.

—Has estado dentro de mi mente antes —le dije y ella no lo negó, permaneció en silencio —. Yo he estado dentro de la tuya también…

—Entonces, debes saberlo…

—Yo lo sé, pero tu no.

Ella me miró con cierta expectativa, estaba a punto de entrar en aguas revueltas y francamente no tenía miedo.

—Te borraron la memoria —le dije y ella apartó la mirada —. ¿No vas a decir nada? Pregúntame sobre cómo lo sé, no me hagas ser la única participante de esta conversación.

—Nunca accedí a ser parte de una conversación, hiciste una pregunta y yo la respondí, ya está.

—No, no la respondiste —dije enfurruñada y ella volvió a mirarme, aunque apenas de reojo y con mucho cuidado —. Sé que te borraron la memoria, no toda, solamente algunas partes… Me lo dijo la mujer de los lirios negros, empezó a visitarme desde que empezaste a olvidarla…

—No quiero escucharlo —dijo y miró hacia otra dirección, el otro extremo, justo donde estaba la puerta hacia un pasillo exterior que llevaba a la salida.

—Ella me dijo que nunca fuiste un bebé sano —continué —, siempre tenías fiebre muy alta, tu madre te hacía consumir veneno para que lo superarás… ¿Por qué?

—Eres muy curiosa —comentó.

—Niall me enseñó a ser curiosa, siempre me hacía preguntas y me decía que estaba bien hacerlas, te ayudan a entender las cosas —le expliqué —, él siempre fue bueno conmigo —dije nostálgica —. Pensar que la primera vez saltó del susto al verme, estaba toda sucia y…

—No me interesa tu romance —dijo con fastidio.

—Calla, no me interrumpas, estoy recordando cosas buenas —la regañé y ella lució sorprendida —. Entonces, ¿en qué iba? Oh, sí. Se asustó al verme, quedó petrificado y no se movió por mucho tiempo… Creo que fueron mis ojos, lo espantaron al instante.

—Sí, tienen ese efecto —pensó ella en voz alta.

—Él se fue sin decir nada; pero, regresó al día siguiente, su curiosidad era más fuerte que su miedo —dije con una sonrisa mientras lo recordaba con su cabello castaño despeinado —. Me trajo una hogaza de pan, la dividió en dos y me la extendió para que la tomara…



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En el texto hay: romance, magia, venganza

Editado: 27.03.2021

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