Ella era una mujer de corazón puro, la quinta hija del rey Gunnhild, una mujer de cabellos de plata y ojos de ceniza, que al no heredar el trono cumplía como sus otras dos hermanas el papel del sacerdotisa. Cuando llegaba el alba, realizaban la danza de los espíritus para mantener la paz y el equilibrio del mundo. Se dice que los monjes de Halia poseen una estrecha relación con ellas, que sus inicios se remontan a las sacerdotisas Gunnhild quienes hablaban con los espíritus y tenían una conexión con algún elemento de la tierra, como el mar y los océanos. Mirra controlaba el mar, ella sentía la vida en él y lo mantenía tranquilo para la seguridad de su isla, su reino, hasta que la ira se apoderó de su espíritu.
El niño de ojos verdes cálidos había conseguido la llave de mi celda, él quería llevarme a un mundo nuevo y lejano, deseaba alejarme del dolor. Trajo un pan para mi, lo comí mientras observaba cómo acomodaba un banquillo de madera para poder alcanzar el cerrojo. Él subió con un pésimo equilibrio, se tambaleaba cada tanto al intentar ubicar la llave en el lugar exacto. La llave era más grande que su mano y sin embargo la sujetaba con seguridad, pese a que su peso era anormal y la textura agrietaba su piel.
Se caerá, dijo una voz.
Cree que van a escapar.
Iluso.
Iluso.
Di un gran mordisco y me concentré en masticar para no escucharlas, necesitaba terminar antes de que la celda se abriera. Le di un vistazo a su rostro, empezaba a sudar por el esfuerzo y los nervios; pero su mirada no perdió emoción, me dio alientos.
El cielo estaba claro y en un tono azul oscuro, había fragmentos de naranja borroso aquí y allá, lo observé con mi mejilla contra la arena mojada y a lo lejos, el cuerpo de Crina con su largo vestido. Me levanté con esfuerzo sobre mis codos y me arrastré hacia ella mientras recuperaba mi fuerza y seguía tosiendo el agua fuera de mi cuerpo. Cuando estuve lo suficientemente cerca, sus ojos rojos se abrieron y me miraron con cuidado, con mi cabello goteando sobre su rostro y cuello.
—¿Me vas a mirar todo el día? —me preguntó con su rostro mojado, tendida boca arriba sobre la arena.
—Solamente me aseguraba que fueras tú —le dije y ella parpadeó fastidiada.
—¿Quién se supone que soy? —preguntó y puso su mano alrededor de mi cuello —, estoy cansada —dejó caer su mano a un lado —. Lo siento, Naya, pero no sé lo que estoy haciendo… ¿Sentir? Puedo hablar de ello, más no percibirlo como tu lo haces.
—Podemos buscar una cura —le dije.
—He matado a 23 personas con solo tocarlas —dijo de repente —, quería ver qué pasaba, cómo se sentirían, si gritaban o jadeaban, de que color se ponían… Naya, no quiero una cura, no me gusta lo que veo en otros, son patéticos.
—Pero, eso los hace humanos —le dije.
—¿Dices que soy un monstruo?
—Creo que tienes miedo…
—Que extraño, dijiste que no tengo sentimientos y ahora dices que tengo miedo —dijo sin expresión alguna —, voy a matarte, Naya, lo haré cuando me sienta mejor. Luego iré por Cosmin y también terminaré su existencia. Al final, encontraré a nuestros hermanos, a ellos los mataré igualmente y me bañare en su sangre, nuestra sangre y los ofreceré a los espíritus del lago… —la tos le sobrevino e interrumpió su macabro monólogo de maldad, mi hermana realmente se lucía a veces.
—¿Qué te cambió? ¿Lo recuerdas?
—Dices que antes era una niña buena, ¿es eso lo que dices?
—Creo que le dabas más valor a la vida de otros —expliqué.
—¿Cómo puedes darle valor a la vida de criminales? Ellos eran los pocos seres humanos con los que tenía contacto —dijo.
—Ahora empiezas a decir la verdad, supongo que tu vida no era tan buena en la cárcel, Crina —me gustaba hacerla hablar, demostrar que su vida no era perfecta, que ella estaba tan maldita como yo.
—¿Qué es lo que intentas probar? —me miró con mínima curiosidad; pero, al menos lograba obtener su atención.
—No eres perfecta, no eres una princesa, no vivías protegida y amada por otros…
—Oh —hubo una sonrisa llena de maldad en su rostro que me sorprendió y me hizo apartarme de ella —, ¿son celos lo que escucho? Quieres escuchar que tuve una niñez tan horrible como la tuya, ¿eso es? Te molesta que a diferencia de ti yo tuviera… ¿Qué? ¿Más libertad? ¿Más compañía? ¿Más protección? ¿Más… amor? —Se sentó y empezó a reír de forma frenética, mientras yo la miraba sentada sobre mis piernas dobladas por las rodillas. Ella tenía razón, estaba celosa, yo fui encerrada y tratada como un animal, mientras ella vivía en la cima de una torre y era tratada como una princesa.
La ira se hizo presente y mis manos escarbaron en la arena en busca de algo fuerte y filoso, pero solamente sentí mi propio puño.
—Siempre supe que estaba maldita como tú, mi madre quería que fuera una asesina, no fue difícil volverme uno cuando había tanto que matar —murmuró, dejando la risa atrás —, ¿qué has visto de mi pasado? ¿Realmente has visto algo?
—Las voces, ellas me susurraron historias sobre ti y tu pasado, sobre tu familia… Los Gunnhild y nosotros, los Sânge —confesé —, me decían que intentaron matarte más de una vez y una noche te sacaron de tu celda para…