Trompetas de guerra se escucharon desde el otro lado del océano con indicios de invasión, la marea brava dio aviso a los habitantes de Herensuge. El rey de Itsasne llegó a la mitad de la isla y junto a su ejército y un clamor profundo a los dioses, levantaron su pie derecho y dieron un pisotón profundo en la tierra frente a ellos. La tierra se dividió en un estruendo, piedras y lodo cayeron directo al mar, creando un angosto canal. El rey, Vasile miró al cielo y se dio cuenta que su reino estaba completamente solo, entonces levantó su espada y se sacó el corazón para entregarlo al dios de la muerte a cambio de poder; pero él pidió mucho más a cambio.
Niall puso un abrigo sobre mis hombros y se sentó a mi lado mientras las sacerdotisas me brindaban agua y los monjes se deshacían del cuerpo. El ambiente era intranquilo y muchas dudas lo empeoraban, yo solamente podía pensar en cómo habíamos sido encontrados. ¿Quién sabía que nos encontrábamos allí? ¿Quién nos había traicionado? Según había escuchado, en la isla vivían quince monjes y quince sacerdotisas, los dos grupos residían en extremos y el contacto entre ellos era limitado.
Tome un sorbo de agua y busqué despejar mi mente, no podía encontrar una respuesta, además de lo que ya sabía, no podía confiar en nadie. Me levanté sujetando la mano de Niall para que me siguiera. No podía pensar allí y no quería dejar a Niall rodeado de posibles enemigos. En el camino un monje se cruzó en nuestro camino, tenía una línea roja que cruzaba toda su calva hasta su entrecejo.
—Señorita Sânge, lamento decirle que a causa de los eventos sucedidos hoy, debemos negar su petición con respecto a su hermana. Me temo que ello iría en contra de nuestra posición neutral y no queremos que otros se aprovechen de ello y vean nuestra isla como lugar de batalla. Por ello mismo, les estamos informando que deben irse tan pronto puedan —el hombre fue directo y al terminar de dar su mensaje se fue.
—Íbamos a irnos pronto de todos modos —comentó Niall.
—¿Tenemos un plan? —le pregunté y él sonrió.
—No está completo; pero, una vez lo hablemos en detalle, tendremos un buen plan —dijo y me dio un beso en la frente.
Fuimos a nuestra habitación y allí, Niall me contó sobre un bote pesquero que había preparado y me habló sobre un amigo que vivía en una isla cercana al reino Ganbaatar. Él quería que nos escondiéramos en ese lugar por todo un mes.
—Él es bueno con la magia, voy a pedirle que oculte nuestros rostros para que nadie nos reconozca, no vive mucha gente en ese lugar y muchos tienen cabello negro, yo seré más un bicho raro que tú —se rió de ello . —Por eso, me teñiré el cabello, no podemos confiar completamente en la magia de mi amigo.
—¿Estás seguro de esto Niall? —pregunté, asustada de lo que significaría para él, para nosotros.
Entonces, nos vi en aquel lugar, aunque no lo conocía, supe dentro de mí que estábamos allí, con el sonido de las aves migrando. Me vi a mi misma reflejada en un espejo, utilizando un vestido blanco y una corona de lirios, Niall me esperaba afuera. Nos íbamos a casar, no, Niall y yo nos casaremos, era seguro, lo estaba viendo. Mientras caminaba hacia él, lágrimas cayeron de mis ojos, asombrada por aquella revelación, feliz por estar tan cerca de un final feliz. Podía tener lo que siempre quise, una familia, y la tendría con Niall, ya no viviría encerrada y apartada del mundo, ya no…
¿Te has olvidado de nosotras?
¿Final feliz?
Incrédula.
Tonta.
Ingenua.
Dijimos nuestros votos con regocijo y llegado el momento, sellamos nuestro destino con un beso. Era una visión maravillosa, nuestra luna de miel en la casa de la playa, los ojos verdes de Niall mirándome en silencio, y la luz tenue de la luna en el mar, llamándome con susurros y trompetas extrañas que sonaron... Me volví una niña que era arrastrada por su padre, gritando por mi madre. Un altar negro se elevó frente a mi y ojos rojos me miraron sin sentimiento alguno, eran familiares, ¿quién…?
—¿Naya? —mis ojos se enfocaron en Niall de nuevo, me miraba fijamente con preocupación, iba a decir algo más; pero, alguien tocó la puerta y nos interrumpió.
Una sacerdotisa vino a vernos, en su traje celeste de mangas largas y anchas, con su cabeza cubierta de un manto del mismo color que solamente dejaba ver su rostro y parte de su cuello.
—Disculpe si interrumpo, soy la líder de las sacerdotisas y vengo a darle noticias —se dirigió a mí y miró de reojo a Niall, como si no lo quisiera allí; pero, no dijo nada porque sabía que él no se iría, yo lo quería a mi lado —. He traído un regalo como muestra de amistad, no somos un enemigo.
De sus anchas mangas celestes sacó una libreta con diseño antiguo de color negro, me lo entregó de forma silenciosa y cuando lo tuve en mis manos sentí algo extraño en él.
—¿Qué sabe sobre las sacerdotisas? —me preguntó.
—Nada, me temo —sentía que la decepcionaba.
—Venimos de una poderosa estirpe, originada en el desaparecido reino Itsasne, tenemos una conexión con los dioses de los elementos, mientras los monjes tienen conexión con los dioses de la vida y la muerte —explicó —. Después de que el reino desapareció vagamos sin rumbo hasta encontrar esta isla, nos separamos de nuestra gente en busca de paz; pero, siempre estaremos unidos, tanto así que podemos sentir a otros como nosotros.