La Corona Negra

Capítulo 8

El dios de la Muerte buscaba almas  para alimentarse, qué mejor momento para llamar a la guerra. Pero, un ruego llegó a este ser, como el rugido de un dragón, un hombre levantó sus manos hacia el cielo y sin poder resistirlo, la muerte hizo un trato con él. El hombre quería convertirse en un dios; pero terminó convertido en un demonio. Devoró el corazón nacido de su propia sangre y dio un banquete a su ejército, hasta que sus ojos marrones de tono vino tinto, se tiñeron de un rojo profundo y su sangre se oscureció, junto a sus corazones.

 

Miré la estatua, sorprendida y asustada, mientras las voces se reían de mí y mi ingenuidad, mi ignorancia. Ellas me decían, ella es tu diosa y has intentado ir contra ella. No, ella no era mi diosa, solamente era un espíritu con malas intenciones y una gran ira contra los Sânge, o eso me hacía pensar de vez en cuando. Ve con cuidado, dijo una voz y calló mis pensamientos, como si estuviera siendo escuchada, debía recordar que estaba en su templo, seguro era su territorio. ¿Estaba ella allí?

—La diosa de los mares, las tormentas y la vida —mencionó la sacerdotisa, la vida, no creí mucho en ello, cada vez que ella aparecía había muerte —. Sin embargo, se dice que quienes la ven en realidad es porque tiene un destino trágico —su semblante se oscureció cuando dijo aquellas palabras —, quienes la ven, es porque están destinados a morir.

Me llevé la mano al corazón, ¿por eso apareció frente a mi? Es porque estoy destinada a morir, no, había visto un futuro donde viviría. ¿Cuánto viste de ese futuro? Preguntó una voz y me asusté por un momento, bajé la guardia de repente y creí ver a Mirra entre las sombras, mirándome con una sonrisa siniestra. 

—Nuestra diosa es muy respetada, tanto que algunos nobles vienen a dar sus plegarias una vez al año —la miré curiosa, ¿quienes venían? —Incluso, hace unos años, vino la gran reina, protectora del templo, y pidió a la diosa un gran deseo.

—¿Qué pidió? —preguntó Cosmin. 

—Por la vida en su vientre, tal parece había muerto y la diosa le devolvió la vida —habló de ello con admiración hacia su poderosa diosa —. El espíritu de la diosa apareció y puso sus manos sobre el vientre abultado y le devolvió la vida…

—¿Y qué dio ella a cambio? —pregunté y la sacerdotisa me miró no muy contenta.

—Es cierto, no se puede obtener algo, sin dar otra cosa a cambio —pensó —, pero, eso es un acuerdo entre las partes involucradas, me temo que no sé nada más al respecto. ¿Desean pedir sus deseos? —preguntó con amabilidad, cambiando el tema de repente, junto a su expresión seria. Todos asintieron, para que nos dejara solos, lo cual hizo.

Con un extraño miedo, miramos la estatua sin saber qué hacer, entonces me acerqué y extendí mis manos a las flores, y por un momento vi a una mujer de cabellos plateados arrodillada, con su cabeza sobre la madera limpia del suelo y sus brazos extendidos hacia adelante. Ella suplicaba por la vida de su hijo no nacido que había sido envenenado y continuaba inerte dentro de su vientre. La luz de la luna se derramó sobre su vestido azul y se mezcló con su cabello brillante, mientras el espíritu de una mujer se acercaba delante de ella y tomaba su cabeza para levantarla. Las dos se miraron a los ojos, eran de un color similar, aunque los de Mirra tenían una sensación de vacío profundo. 

Has perdido dos hijos ahora, justo como yo —dijo el espíritu —. Ahora, me pides que te restituya aquella vida, lamento decir que no puedo traer de vuelta lo que ya no existe en este mundo; pero… —su mirada era fría y calculadora —, mientras el corazón de algún alma, siga latiendo en esta tierra, sin importar de quién sea el alma. ¿Aceptarías esa vida dentro de ti? 

Aceptaré lo que me ofrezca —dijo la reina.

Entonces, te daré una nueva vida, no te preocupes, es sangre de tu sangre, conectada con nuestros ancestros; pero, debe ser criada para obtener la gloria y arrebatar todo lo que fue tomado de nosotros…

Acepto —se apresuró a decir y el espíritu sonrió y luego empezó a reír sin control.

Tendrá la sangre de un monstruo, ¿aún así aceptarás? —volvió a preguntar con su sonrisa llena de maldad y la reina mantuvo su seguridad.

Aceptaré cualquier cosa, mientras viva y reine —respondió.

Seguiré tus deseos entonces; pero, debes saber, te daré un cascarón vacío, cuyo corazón se encuentra perdido, pero estará lleno de memorias pasadas... 

Mi mano tembló y se apartó de las flores, mientras mi cerebro le daba sentido a lo que había visto recién.

—Supongo que deberíamos pedir algo —dijo Erwin y todos lo miraron con cierta advertencia —o podríamos solamente mostrar nuestros respetos —se corrigió al ver la tensión en los rostros de sus amigos.

Cosmin apretó sus puños sin alejar la mirada del rostro de piedra —, ¡¿Por qué… Por qué tenemos que perder algo para hacernos más fuertes?! ¡¿Por qué tenemos que perderlo todo?!

Me volví a él y lo miré sorprendida, ¿acaso también había tenido un encuentro con Mirra? ¿Cuántos de nosotros la habrá visto antes? Era la primera vez que me lo preguntaba, aún cuando ya sabía que la muerte nos rondaba a todos.

—Cosmin —Cedric lo miró sorprendido, mientras su amigo intentaba recuperar la compostura y limpiar las lágrimas que amenazaban con caer por sus mejillas. Él me miró entonces, reconociendo los mismos sentimientos de desesperación en mi.



#17491 en Fantasía
#9970 en Joven Adulto

En el texto hay: romance, magia, venganza

Editado: 27.03.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.