Vasile creó una nueva nación en tierras lejanas con un pueblo fuerte, que ya no parecía humano. Después de mucho caminar, quedó embelesado por un lago y decidió construir allí su castillo. Se deshizo de sus prisioneros de guerra y los lanzó al lago, aprisionó allí las almas para toda la eternidad. Se puso su corona negra y buscó una nueva esposa. En su noche de bodas, sacó una caja que mantenía escondida y se dirigió al lago, entonces le pidió a su bruja que creará un hechizo para proteger su nuevo reino. En el lago nacería una joya poderosa que le devolvería su poder, de perderlo algún día y le permitiría vivir por largos días. El hechizo fue sellado cuando abrió la pequeña caja y echó al agua lo que tanto había guardado, el corazón de su dulce hija.
Naya, una dulce voz me llamó, era una mujer de cabello claro parecido a la plata, aunque sus ojos eran azules y no grises como lo esperaba. Cuando la vi me pareció familiar, sus rasgos eran parecidos a los de la reina; pero, no era para nada como ella. Naya, seguía llamando mi nombre y no pude más que darle mi atención. Mi niña adorada, me abrazó con amor y me sentí cálida, amada. Ella era mi madre.
—¿Cómo...?
—Veo que ha llegado el momento, tiene que ser, de otro modo no estaría aquí frente a ti —dijo ella —, el mal está por despertar, tu vida corre peligro.
—Pero, ¿cómo es que puedo verte?
—Es por lo que guardé en tu interior —puso sus manos sobre mi pecho y este se iluminó, de repente extrajo una piedra cristalina —. Es un zafiro de cristal —dijo —, una piedra única de nuestro reino, permite guardar, bloquear, proteger o fortalecer magia, depende del uso que se le dé. Yo guardé un poco de mi magia para aparecer frente a ti si estabas en un peligro mortal.
—¿Lo estoy? —ella asintió.
—Lo siento tanto, te he dejado atrás en un mundo caótico —se disculpó.
—No fue tu culpa —dije con tristeza y miré nuestro alrededor, flotábamos en la nada.
—No tomé buenas decisiones —dijo ella y volví a mirarla —, te explicaré sobre nuestra historia, para que puedas entender.
—¿De qué serviría ahora? —pregunté.
—Solamente escucha, no seas tan apresurada —me sonrió de forma maternal y mi corazón se apretó un poco, lleno de nostalgia y necesidad —. Se supone que me convertiría en una sacerdotisa cuando cumpliera dieciséis, venimos de una rama de la familia real, alguno de los príncipes menores de uno de los primeros reyes. Nuestra familia nunca había tenido mujeres hasta que llegué yo y por lo tanto no sabían mucho sobre las sacerdotisas, así que nunca hicieron la promesa, nunca pusieron marca alguna en mi frente. Hace mucho habíamos sido olvidados por la familia real y no hubo nadie que corrigiera la situación, hasta que empecé a demostrar poderes de levitación.
—Entonces, ¿la familia real intervino? —ella asintió como respuesta.
—En un principio fui enviada al palacio Sumaizhi para hacer compañía a la princesa heredera, Runtu —la miré sorprendida —. Ella era un caso especial en la familia real, por primera vez no hubo heredero varón. Por tanto, no podía cumplir con las reglas, aunque ella si tenía una marca, ya que siempre se tuvo esperanza sobre el nacimiento de otro hijo.
—¿Acaso no hay consecuencias si no se cumple la promesa de la marca sobre ser sacerdotisas? —pregunté.
—Sí, se dice que la mala suerte cae sobre estas mujeres; pero, Runtu cambió su promesa, declaró que trabajaría para proteger su reino y recuperar su gloria. Aunque, puede que no haya servido de mucho, ha tenido muy mala suerte —dijo pensativa y con cierto toque de humor —, siempre creyó tener la razón de todo.
—No parece que te agradara.
—Todo lo contrario, me agradaba, hacía de mi vida un asunto lleno de diversión, lo único que me molestaba era su creciente codicia por el poder —dijo con preocupación —. Cuando conoció al príncipe de Yawark sus ojos brillaron al pensar en lo que podría tener. Mientras que yo me enamoré de él.
La miré sorprendida.
—No dude en hacerle saber sobre mis sentimiento, no era alguien que se callara lo que pensaba, como tú —dijo con alegría y sonreí al saber que teníamos algo en común, prefería verme reflejada en mi madre que en mi padre —. Era un hombre tímido y gentil —o tal vez ella estaba ciega.
—Ah, ¿sí?
—Sí, era un buen niño —sus ojos brillaban al recordarlo —, él correspondió mis sentimientos; pero, su padre quedó aún más feliz con la idea sobre un matrimonio entre Velkan y Runtu. La princesa se sintió mal por mi, Velkan pensó en huir juntos; pero, su padre puso precio a mi cabeza y la de mi familia. Me vi obligada a huir por mi cuenta con la ayuda de Runtu, en medio de la noche bajo la impetuosa nieve.
—Lo siento —dije apenada y ella acarició mi rostro, cerré mis ojos para sentir su calor, probablemente una ilusión.
—Cuando escuché sobre la boda mi corazón se rompió, entonces nació Razvan, el príncipe heredero y me infiltré en el castillo para verlos —contó con nerviosismo —. Runtu estuvo feliz de verme, necesitaba una amiga para hablar, había mucha tensión en el reino, el rey Vasile II había muerto no hacía mucho y los reinos de Isaura seguían presionando para atravesar fronteras y tomar el poder. Velkan estaba al borde con un ejército débil y limitado. Ella me pidió hablar con él.