La Corona Negra

Capítulo 1

La princesa vio cómo aquel hombre introducía sus manos en su pecho, ya no eran las manos humanas que había sostenido alguna vez con seguridad, sus uñas se habían transformado en garras negras y gruesas, con gran filo mortal. Su toque era violento y sus ojos cálidos se habían congelado. Por un momento olvidó el desgarrador dolor de su cuerpo y el odio la invadió, la injusticia, la falta de amor; le había prometido llevar su reino a la gloria y en su lugar prefirió escuchar las palabras de una mujer extraña. Aquella bruja, todo era su culpa y si alguna vez regresaba, se vengaría de ella y toda su descendencia con sus flores malditas.

 

Una hora antes del ritual...

 

—¿Debería llamar a madre? —preguntó Sira, nerviosa por todo lo que acontecía.

—Ella no detendrá lo que ocurre —le dije con tranquilidad mientras bebía un vaso de agua y mirada el paisaje fuera de mi ventana.

—¿No estás asustada? —me preguntó.

—Sira, eres tú quien está asustada —me volví a ella —, has tratado tan duro de enseñarme sobre la humanidad y los sentimientos; pero, siempre odié un poco tu lado bondadoso y eso que hacías con las manzanas, como las regalabas a otros e intentabas cuidar de los más débiles… Y al mismo tiempo, es lo que más me ha gustado de ti. Tu eres mi lado humano…

—Crina…

—Si quieres vivir una nueva vida y alejarte de mí, esta es probablemente tu única oportunidad en la vida. Puedes irte o quedarte siempre a mi lado, me gusta tener una hermana, perder un hermano es demasiado trágico y doloroso —aquellas palabras vinieron de un lugar desconocido, de mis dolores de cabeza matutinos que habían empezado desde aquella tormenta.

—No es que quiera dejarte, es solamente que…

—Quieres casarte y tener una vida normal —dije aburrida —. ¿Crees que Cedric venga de nuevo hoy? —cambié el tema de conversación.

—Creo que le gustas —comentó ella y yo negué con la cabeza.

—No, no completamente. Tiene miedo, algo le ha dicho Naya, ella siempre dice cosas innecesarias y ahora lo tengo pegado a mi a cada rato. No me gusta, siempre me hace sentir extraña.

—¿Cómo? ¿Qué te hace sentir? —preguntó mi hermana con sorpresa.

—Humana… Tal vez —dejé el vaso de cristal a un lado y me mordí la uña del pulgar con inquietud —, no me gusta, incluso he pensado en matarlo.

—No, dijimos que nada de matar… —me lo había pedido antes de venir y me había contenido con mucho esfuerzo. Pude haberlo hecho tantas veces en la academia, lo habría disfrutado, incluso tuve tantos reyes frente a mí; pero, tuve que silenciar todas las voces y dejarlas todas a Naya, que tristes debieron haber estado, tan desesperadas por atención. 

—Fuiste tú quien lo dijo —le recordé —, no yo. Me has observado con tanto cuidado todo este tiempo y yo te he permitido ser libre, me comporté para darte un poco de felicidad, te dejé tener una amiga y disfrutar de lindos vestidos, jugar a la familia con Cosmin. ¿Acaso no he sido buena hermana? ¿Acaso no lo he intentado?

A Sira no le gustaron mis palabras, pude ver su expresión oscurecerse y apretar sus dientes para contener sus pensamientos. Siempre tan buena, cubriendo a su hermana mayor y evitando que todo fuera demasiado lejos; pero, ¿qué tan buena era? Yo lo sabía mejor, todo lo que ocultaba en su corazón.

—¿Puedo ver la foto que tienes en tu bolsillo? —pregunté, con mi mano extendida y ella tragó antes de extendermela.

 Era aquella foto que nos obligaron a tomarnos en la academia con nuestros mejores trajes de familia real, la linda familia reunida, los malditos Sânge. Mi mirada se enfocó en Naya con su mirada salvaje, siempre desafiante, peligrosa. Mi instinto siempre me dijo que era mi enemiga, como también tuve pena por ella. ¿Debería dejarla vivir? Me lo pregunté más de una vez. 

Naya…

—Va a pasar algo malo después del ritual —pensé en voz alta, no.

Alguien más lo dijo.

No era Sira.

No fui yo.

Era esa otra voz que venía de vez en cuando, la voz de una niña que me perseguía hasta en sueños. Me volví a ella, estaba sentada en la cama con gran elegancia.

—Vamos a volver a ser una —me dijo y la miré sin entender.

—Crina —Sira me llamó e ignoré aquella niña de nuevo —, las sacerdotisas vendrán dentro de poco para prepararte, no hagas nada…

—Malo —dije y me reí —, lo intentaré.

Sin estar muy segura sobre mis palabras, Sira se marchó y me dejó sola con aquella niña, recuerdo haberla visto hace años; pero, luego solamente pude escuchar su voz. Sentía que algo había comenzado a romperse dentro de mí desde aquella tormenta, o siempre estuvo roto. Tal vez una puerta se había abierto y ella había salido de ella. ¿Quién?

—Has sido buena —me dijo y se acercó a mí, bajando de la cama con gracia —. Has conocido este mundo y lo has entendido —se paró frente a mi.

—¿El mundo?

—Sí, el mismo que nos dio la espalda y ahora lo destruiremos, ¿quieres saber cómo? Porque yo sé todos los secretos de esta familia, yo puedo llevarnos al poder.



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En el texto hay: romance, magia, venganza

Editado: 27.03.2021

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