Cuando el mundo se creó se dice que fue concebido de una diosa madre, y fue poblado con la descendencia de la diosa con los dioses de la guerra y de la paz para crear un balance. Pero, las divisiones crecieron entre los hijos de la guerra y los hijos de la paz, la muerte llegó a marcar un punto de quiebre con sus hijos de fuego. La guerra no pudo evitarse y la tierra fue dividida para evitar más enfrentamientos. Los hijos de fuego fueron condenados a vivir en aislamiento, porque aunque en realidad eran héroes de guerra, su poder fue visto como un peligro para la humanidad. La guerra y la paz dividieron sus tierras, y prometieron no traer más muerte sobre sus cabezas.
Una ventisca fría congeló mi rostro mientras arrastraba mis pies dentro de la capa de nieve que cubría el suelo. Tenía el cuerpo de mi hermana sobre mi espalda y los pensamientos nublando mi juicio. Empezaba a entender que Crina había asesinado a Naya, Crina era el monstruo al cual Cedric se había referido. Di un paso en falso y casi resbalo de cara, inspiré el aire frío y de nuevo sentí la ansiedad de mi cuerpo por alimentarse de algo, un hambre extraña que no lograba entender. Empeoraba con cada paso que daba y se juntaba con el pánico de no poder ver nada a mi alrededor, excepto la niebla y nieve.
Cansado de tanto caminar, mis rodillas cedieron de repente y caí sobre ellas con la esperanza de volver a levantarme. Mantuve la mirada al frente sintiendo un gran peso sobre mis hombros y un miedo repentino a la muerte. Parpadeé lentamente y creí ver la silueta de una mujer acercarse con pies descalzos. Cerré mis ojos por unos segundos, me pesaban los párpados y ya no sentía las manos.
—Abre los ojos —me susurró Naya y los abrí para poder mirarla.
—Naya —susurré sorprendido, aún sentía el peso de su cuerpo muerto en mi espalda; pero ella estaba frente a mi con su mirada desafiante de siempre.
—Necesitas ser más fuerte —me dijo y me pidió que dejara caer su cuerpo sobre la nieve, no le haría daño porque ya estaba muerta —, hay algo que debes hacer…
—Estás muerta, ¿significa eso que he fallado en mi objetivo de ser una familia? —pensé de repente.
—Lleva tus manos a mi corazón —me dijo, ignorando mis palabras y di una mirada al agujero que sobresalía en su pecho.
— Está hueco… —murmuré y llevé mi mano a ese lugar.
—Aún queda un poco de mi corazón —comentó y rodeó el cuerpo para estar frente a mi —, cómelo y sacia un poco de tu hambre.
—¿Qué? —la miré sorprendido y asqueado.
—Si quieres una familia, tendrás que pelear y para ello, debes aceptar el monstruo que reside en tu interior, la verdad sobre ti.
—¿Cómo nuestros ancestros? ¿Quieres que…?
—Todo tendrá sentido cuando lo hagas —instó y llevé una de mis manos al agujero en su pecho, sentí los músculos y un poco de viscosidad. Cerré mis manos sobre una pequeña masa y la extraje de ella con cuidado —. Ahora, llévalo a tu boca.
Lo dude antes de hacerlo; pero bajo su mirada insistente cerré mis ojos y sin mirar lo que tenía en mi mano, me lo metí a la boca. Estuve sorprendido al no sentir arcadas, mi cuerpo reaccionó de forma inesperado, saciando un poco de mi hambre. Cuando tragué, tenía la respiración acelerada y el frío en mi cuerpo empezó a descender. Un extraño dolor se extendió por mi espalda y el calor se concentró en mi abdomen.
—¿Qué me está pasando? —le pregunté a Naya; pero ella ya no estaba, se había desvanecido en la ventisca fría.
La piel cerca de mis omóplatos se empezó a romper y algo emergió, grité por el dolor y me llevé las manos a mi espalda para descubrir qué pasaba. Huesos delgados y alargados salieron y se extendieron creando dos alas negras con tintes rojos, parecían de reptil o un murciélago. Pero, eran mías, se extendieron y me cubrieron.
¿Por qué?
Herensuge, pensé de repente, ¿qué significaba? ¿Acaso no llamaban a mis ancestros hijos de dragones? Era eso, debía serlo.
Observé mis manos que se habían convertido en garras negras y finalmente comprendí mi situación. Era bastante claro lo que me había sucedido, tenía que aceptar el monstruo que residía dentro de mi, lo que me hacía un Sânge. Luego de aceptarlo, mis párpados empezaron a pesar de nuevo y la vista de repente aguda, se me nubló por completo y no pude evitar caer de frente contra la nieve, inconsciente.