Los hijos de fuego se han cansado de tanto abuso y han decidido abandonar la humanidad, porque los humanos son demasiado traicioneros y poco agradecidos con quien bien les hace.
La carreta comerciante estaba en muy mal estado y eso ayudaba a no atraer la atención, nadie miraba a los pobres y sus intentos de sobrevivir entre tanta competencia. Aquel era nuestro disfraz perfecto para llegar a la capital y tomar dirección hacia el reino de Killasisak. A causa de mi hermano, no iríamos a Yawark primero, tenía un enamoramiento con cierta princesa de ojos violeta que necesitaba llegar a su reino. Así terminamos usando unas capas sucias, cercanas a un color azul oscuro.
—Este reino pronto entrará en guerra —murmuró uno de los Tamy que viajaba con nosotros, el doctor que nos había curado.
—¿No lo hará todo el continente? —pensé en voz alta mientras miraba el cielo despejado, ni una sola nube se presentaba para brindar algo de sombra.
—Es cierto —estuvo de acuerdo el viejo Tamy.
—¿Por qué no fuiste con tu gente? Ahora pueden viajar más rápido —pregunté y el Tamy me miró de reojo antes de responder..
La noche anterior había ocurrido un suceso sin igual cuando la luna se tornó roja, porque los Tamy dijeron que volvieron a escuchar la tierra y los árboles, algunos se convirtieron en animales o solamente obtuvieron algún aspecto animal ya sea en sus ojos o su nariz. El Tamy que se quedó con nosotros tenía las orejas diferentes, aunque ocultas bajo su espeso cabello lacio.
—Aún no se recuperan —murmuró y me extendió su bolsa de agua, era momento de hidratarnos —, los dejaré en alguna parte del camino.
—Ya veo…
—Tu hermano, ha elegido un camino difícil y me temo que los afectará a ambos —comentó el viejo.
—Nuestro camino nunca ha sido fácil —dije de vuelta.
—Los dos son buenos candidatos para ser un rey; su hermano es protector, cuida de los demás y usted es un buen guerrero, es inteligente. Si yo eligiera, diría que debería ser usted, Amir; pero, tengo el presentimiento que ya ha tomado la decisión de poner a su hermano en el trono —solamente lo escuché hablar sin comentar nada al respecto, mientras caminábamos por las tierras áridas llenas de arena —. El joven Samin es bueno; sin embargo, su corazón no será lo suficientemente fuerte para soportar esa carga.
—Samin es más fuerte de lo que cree —defendí a mi hermano —, será un buen rey.
—No será fácil si desea estar con la princesa —me recordó aquel pequeño detalle.
—Nuestro padre estará encantado en saber que Samin puede unir los dos reinos —dije, aunque realmente sabía que ese no sería el verdadero problema.
—¿Eso también lo piensa la princesa? —preguntó e intenté no refunfuñar sobre ello, porque sabía que Azu no estaría de acuerdo. Sí, los dos reinos podrían unirse y mantener la respectiva soberanía de su rey o reina, trabajar unidos… Pero, nuestro padre no permitiría que algo así sucediera, Yawark absorbería el otro reino, como lo hizo en su tiempo con el Reino Sumaizhi.
No estaba seguro sobre qué sucedería llegado el momento, ni siquiera quería pensar en ello, mi verdadera misión era encontrar una alternativa para cada problema y asegurar que Samin obtuviera el poder suficiente para llegar al trono.
—La princesa es un obstáculo para su hermano —dijo aquel hombre y lo miré con cierto interés, estaba de acuerdo con lo que decía, porque sentía que mi hermano podría dejarlo todo por ella y eso nos pondría a todos en aprietos. Mientras la sangre Sânge corriera por las venas de mi hermano, nuestro padre no se quedaría atrás, no había escapatoria, quisiera o no el trono. Si se hubiera enamorado de alguien más…
—Mi hermana dijo una vez que todos estamos malditos —mencioné y me acomodé la capa al sentir que la cara se me quemaba con el sol.