La Corona Negra

Capítulo 5

Los Sânge pertenecen al linaje de los dragones, que en tiempos antiguos fueron llamados los hijos de fuego, los verdaderos hijos de la muerte. Acabaron con la guerra a través de su gran poder de destrucción; pero gracias a ello también fueron marginados a vivir en una isla lejos de los otros reinos, porque todos temían ser destruidos por ellos. Se dice que eran seres gentiles, pese al fuego que corría en sus venas; pero el temor hacia ellos hizo que se volvieran oscuros. Los monstruos no nacen, son creados por la ignorancia y el temor que se tornan en violencia y muerte.

 

Había dos platos de comida en la mesa cuando llegué al gran comedor, que contaba con una larga mesa de madera. Mi padre, el rey Sânge estaba sentado a la cabeza con su corona negra sobre su cabeza, mientras cortaba un pedazo de carne con movimientos sutiles y exactos. Milagrosamente tenía una camisa blanca bien puesta y su cabello un poco más corto y arreglado. No levantó los ojos cuando me senté a su derecha, ni cuando una mujer de la servidumbre entró a servir vino en mi copa. Se metió un pedazo de carne a la boca y empezó a masticar lentamente, entonces me miró sin decir nada, esperando que yo también comiera. Sonreí un poco molesta y procedí a comer la carne medio cruda, medio hecha, nada de mi gusto. Soporté el sabor y me lo comí todo sin quejas, lista para el siguiente plato que vendría poco después.

—Mi querida Crina, siempre tan impaciente y con ganas de devorar el mundo —comentó mi padre de repente —, has matado a tu hermana menor y has recuperado el poder de tu familia.

—¿Te entristece la muerte de Naya? —pregunté por curiosidad.

—Una parte de este cuerpo está triste —dijo sin pesar alguno.

—Ella deseaba vivir —le dije y él no me miró.

—No era su destino —dijo con seguridad —, demasiado imprudente.

No supe como continuar la conversación a partir de allí, así que tomé un poco de vino.

—Me alegra que vinieras a visitarme —dijo sin emoción alguna —, eres buena usando ese poder, es una pena que no pienses quedarte. Podrías ser la reina en este momento, te lo has ganado —dijo con una sonrisa llena de orgullo.

—No, sería demasiado aburrido para ti —sabía que mentía —, aún estás esperando por el siguiente movimiento de mis hermanos, ¿verdad?

—Los gemelos son interesantes —dijo aburrido y tomó la copa en sus manos.

—Tengo una pregunta —en realidad, era algo que ya sabía y quería confirmarlo nada más. Él esperó pacientemente a que preguntara, mientras movía un poco su copa, jugando con el líquido en su interior —, todos los Sânge despiertan su poder al tomar el corazón de alguien que comparta su sangre, ¿devoraste a mi hermano para despertar el poder del cuerpo del rey? —pregunté y sus ojos me miraron con cuidado.

—No sufrió, así como la dulce Naya tampoco lo hizo —dijo y sonrió.

—¿Sufrió el rey o ya no quedaba nada de él en su cuerpo? —pregunté a aquel demonio y sus ojos rojos me miraron con una extraña emoción, porque yo sabía exactamente quién era, un monstruo que había robado el cuerpo de alguien más para salir de su prisión de agua y regresar al mundo exterior.

Entonces se rió a carcajadas, no estaba segura que era lo que realmente lo divertía; pero cuando la servidumbre trajo el siguiente plato, lo aceptó de muy buen humor. 

—Sabes, tu madre me sorprendió cuando dijo que te llamaría Crina, hace mucho no se escuchaba ese nombre por estas tierras, no, me corrijo, todo archivo sobre ese nombre se perdió al llegar a estas tierras. Pero, hubo una princesa llamada Crina, era muy inteligente y habilidosa. ¿Has escuchado sobre ella? —preguntó y no dije nada, él lo tomo como un no.

Tenía curiosidad de escuchar lo que fuera a decir sobre aquella princesa y por qué mencionarla ahora, después de tanto tiempo sin decir ese nombre en voz alta.

—Tenía una hermosa sonrisa y adoraba a su padre, quería ser la reina de Herensuge; pero, su hermano nació primero. Ella no lograba entender porque debía casarse por el bien del reino, protestaba diciendo tener la suficientes habilidades para traer prosperidad y reinar. Su hermano tenía un corazón demasiado puro, francamente era un poco débil, creo que realmente no le hubiera importado ceder el trono a su hermana. Sin embargo, se logró convencer a la niña de que sería mejor ser la consejera del rey, después de todo tendría más libertad en ese puesto.

—¿Estaba realmente convencida o tuvo que conformarse con ello? —pregunté y él se rió de nuevo.

—Tienes razón, tuvo que conformarse con ello, su padre era un poco cabeza dura y no reconoció completamente el poder de su hija —dijo pensativo, sin tocar su comida en la mesa, el buen humor empezaba a irse de la habitación —, ella decía que podía ver el futuro; pero cuando todo se puso realmente mal, el rey buscó el consejo de alguien más. Quería poder para luchar en la guerra y lo obtuvo a costa de sus dos hijos —tomó un largo trago de vino y me miró fijamente —, la princesa Crina murió demasiado joven.

—Que pena —dije sin emoción —, ¿la conocías?

—Era mi hija —murmuró.

—Entonces también la mataste —dije, recordando a mi joven hermano —, veo que es un hábito tuyo.

—Es nuestra maldición —dijo aburrido —, el mundo nos hizo así, fuimos encerrados en una isla y nuestros poderes fueron sellados, ¿por qué? Porque nos tenían miedo, nunca les hicimos algo, además de terminar sus estúpidas guerras.



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En el texto hay: romance, magia, venganza

Editado: 27.03.2021

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