La Cubierta

Arde

El domingo por la mañana, al bajar a la calle, escuchó gritos y gente que corría en todas direcciones. Preguntó qué ocurría, y al parecer se había producido un incendio en una de las viviendas. Se dirigió rápidamente hacia la consulta, por si se producía algún herido, cuando sonó el móvil.

-Ha habido un ataque en la sastrería- dijo Rosa al otro lado del teléfono- ¿Dónde estás?

-Voy hacia allí- respondió Júlia con voz trémula- ¿Cómo que un ataque? He oído que es un incendio…

-Esto es ahora mismo un caos. Ven lo antes posible, Júlia.

Júlia continuó avanzando mientras no podía dejar de pensar en la extraña coincidencia de los eventos. Jamar le había dicho que hablaría con ella por la tarde, esperaba que el sastre no hubiera acudido a la tienda por la mañana. El pensamiento de que les estaban espiando era cada vez más difícil de desoír. No quería vivir en medio de una gran paranoia, pero cabía la posibilidad de que se tratara de otro ataque. El agente químico había sido neutralizado por Jaime y los demás, quizás esto era la consecuente venganza.

Júlia giró la esquina, y vio que la tienda estaba ardiendo por completo. Buscó a Rosa, pero no la vio. Varios hombres hacían un cordón, para evitar que nadie se acercara, mientras otros vaciaban cubos y utilizaban unas salidas de agua para mojar el interior. Aún así, la tienda era insalvable y estaban intentando evitar que el incendio se propagara a otros edificios.

La doctora se acercó a uno de los hombres que mantenían el cordón para presentarse y ver dónde era necesaria la ayuda de emergencia.

-Primero tienen que sacarlos a todos. Están accediendo por la parte de la vivienda, que está justo en la zona de atrás. Para hacerlo están entrando por el edificio adjunto.

Júlia se dirigió allí, y dos hombres que guardaban la entrada le dejaron pasar.

En el portal se encontró a Rosa,  que le indicó que había mandado a algunos hombres a por más material a la consulta. Varios sufrían intoxicación por inhalación de humo. Otro una torcedura en el pie.

Jaime apareció junto a Jamal y tres hombres más que Júlia no conocía. Uno de ellos cojeaba claramente y otro de los que no conocía presentaba quemaduras visibles aunque de carácter leve.

Júlia les examinó cuidadosamente, haciendo hincapié en el rostro, la boca, ojos y fosas nasales. Comprobó que aunque tosían y estaban mareados, no habían perdido el conocimiento. Continuó preguntando sobre la situación del incendio, si habían estado en un espacio cerrado, cuánto tiempo… y conforme continuaba con las curas, supo que los tres estaban dentro de la tienda pero en la zona que usaba Jamal como vivienda. Justo en la parte más alejada a la entrada que da a la calle. Uno de ellos, era el que estaba más cerca de la puerta que daba al local comercial, cuando escucharon sonido de cristales. En ese momento, la tienda empezó a arder rápidamente. Y aunque al principio el que estaba más cerca intentó apagar el fuego, cuando acudieron los demás para ayudar entendieron que era imposible apagar el incendio. Fue entonces cuando se aislaron en lo posible del infierno en que se estaba convirtiendo la habitación, cerrando y mojando la puerta, colocando toallas y telas mojadas y protegiéndose con la ropa que llevaban y varias bufandas y gorros, trataron de salir hacia el otro edificio. Varios hombres de Jaime que estaban fuera de la sastrería acudieron y pudieron sacarlos rápidamente de la tienda que ya estaba consumiéndose entre las llamas.

Júlia observó a Jamal, sentado en el suelo con la cabeza entre las manos, respirando a través de la máscara de oxígeno.

Le cogió de la mano y desabrochó el gemelo del puño de la camisa. Despacio abrió la fina tela y pudo ver que toda su muñeca estaba completamente tatuada. El dibujo  de una serpiente enroscada continuaba seguramente por todo el brazo.

Despacio colocó sus dedos sobre la ardiente piel y le tomó el pulso.

Intentó calmarlos a todos, indicando que afortunadamente se pondrían bien rápidamente.

No se le daba muy bien los discursos, Júlia era una mujer con tendencia a hablar mucho y normalmente no filtraba sus pensamientos. Lo que en muchas ocasiones le había procurado momentos incómodos tanto con pacientes como con compañeros. Para ella era raro encontrar alguien con el que encajar desde el principio. Siempre tenía la sensación de esforzarse para luego acabar siendo igualmente excluida del grupo. Marcos había sido la excepción, quizás porque él mismo se consideraba tímido y le costaba relacionarse sobretodo con las mujeres.

En ese momento Jamal apartó la mano, y la doctora avergonzada se dio cuenta que se había quedado callada y absolutamente inmóvil perdida en sus pensamientos.

Se puso en pie, y ordenó que los tres hombre pasaran por la consulta, para realizar algunas pruebas adicionales y sobretodo tenerles en observación un par de horas. A los otros que habían acudido después, les dio el alta allí mismo.

Rosa se quedó atendiendo a los más leves y cuando salieron afuera, un vehículo les condujo hasta la consulta y Júlia los separó en las diferentes salas.

Nerviosa fue a comprobar al hombre que había intentado apagar el fuego y que tenía quemaduras leves en cara, pecho, brazos y manos.

Le hizo quitarse la ropa para examinar las quemaduras, e inició un tratamiento básico para evitar la infección de las zonas y calmantes para prevenir el dolor de las quemaduras.

Le dejó con el tratamiento de oxígeno y a continuación revisó que Jaime estuviera bien.

En la puerta, que realmente eran unas cortinillas, escuchó como el Jefe hablaba por teléfono.

-Sí, sí. ¡Claro que no lo esperaba!- espetó gritando- Lo que esperaba es un maldito ascenso, no esta pantomima. ¡Aunque sea el único que quiere luchar, lo haré! Con o sin vuestro apoyo.

Júlia esperó unos segundos y entró.

Jaime se había quitado la chaqueta del traje, y arremangado la camisa fina de color ocre.




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