La Cubierta

Ciriano

NOTA: Tengo escrita la noche de pasión de Jamal y Júlia, pero como empecé esta historia como una sin contenido adulto, he dejado publicado separado el capítulo. 

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Júlia despertó lánguidamente, rodeada de calor. Un brazo tatuado la agarraba fuertemente, y un cálido aliento le acariciaba la nuca.

Sintió una punzada de malestar en el fondo del estómago. Había soñado tantas veces con despertar al lado de Marcos, pero al final tal y como había pronosticado Rosa no era su marido sino Jamal quien estaba a su lado.

En parte sabía que estaba siendo injusta con ella misma. Incómoda, se apartó lentamente del hombre intentando no despertarle y se dirigió a la ducha.

Se limpió concienzudamente y tras secarse se dirigió a la cocina para preparar el café y unas tostadas.

Indecisa, preparó otro desayuno y lo dejó encima de la mesa de la cocina. Miró la hora y fue hacia el vestidor, poniéndose un vestido color mostaza. Se colocó los zapatos bajos, y salió de la casa sin cerrar la puerta con llave.

Fue hasta la consulta en un estado extraño. Como si todavía estuviera en mitad de un sueño vaporoso. Todo lo que le había dicho y lo que había insinuado Jamal… Podía haber tomado tantas decisiones. Si Marcos no iba a volver, ¿valía la pena seguir sacrificándose en la Cubierta, siendo la única médico? Es cierto que se sentía muy realizada, salvando y ayudando a gente a la que el sistema tenía totalmente olvidada. Pero en parte le parecía estar empezando a formar parte del engranaje que se dedicaba a destrozar y mutilar jóvenes.

Cuando la guerra se recrudeciera, era muy posible que tuviera que elegir un bando. Jamal parecía ofrecerle una tercera vía. Pero era muy difícil tomar decisiones cuando sentía que tenía una venda en los ojos. Sabía que no tenía control alguno sobre la situación, y eso empezaba a aterrarle.

No estaba segura ni siquiera de la conveniencia de repetir la experiencia de anoche, por muy gratificante que ésta hubiera sido. El canto de la sirena llevaba a los barcos hacia las rocas afiladas, haciendo naufragar a los incautos marineros. Y ella era una capitana, perdida en el océano y a merced de los elementos.

Pasaron las horas y el trabajo la fue calmando. No hubo ningún caso grave, excepto una señora de pelo gris con neumonía.

Suspirando miró las fichas de los pacientes de su ordenador y revisó el inventario.

Unos golpes en la puerta la sorprendieron. Antonio accedió y cerró la puerta, apoyando su espigado cuerpo en la pared.

Ojeroso y con el pelo revuelto sus alargados brazos temblaban ligeramente.

-¿Estás bien?- preguntó Júlia levantándose y tras agarrar de la mano al joven le llevó hasta la silla y le hizo sentarse- ¿Qué ocurre?

-Mi padre quiere que me vaya- dijo entre dientes, con los ojos vidriosos y enrojecidos- No puedo irme, mientras el resto de mis amigos se quedan. Y además está Nadia… No puedo desaparecer como un cobarde por mucho que el Jefe lo quiera. ¡No me lo perdonaría nunca! Y además, me vas a necesitar. Tú y Rosa, ya viste lo que puedo hacer…

Júlia se apoyó en la mesa de su despacho sorprendida ante el arrebato del joven.

-¿Irte por qué? ¿Qué está pasando aquí, Antonio?

El joven lanzó un bufido y alzó los brazos indignado.

-¡Lo sabes muy bien!- repuso casi entre gritos- ¿Por qué llegaste justo ahora, Júlia? ¿Por qué estás con Jamal? Todos lo saben…

Júlia suspiró y miró al joven tembloroso que intentaba mantener la mirada pero no lo conseguía.

-Entiendo tu rabia. Sé que no has tenido una infancia como la de otros chicos, Antonio. Pero si estás aquí es porque quieres que te ayude, ¿no es así? Pues voy a necesitar que colabores conmigo.

El joven se puso en pie de nuevo, miró a la puerta y luego dirigió la vista hacia la doctora.

-Sí, sí- dijo titubeante- No puedo irme. Necesito un sitio seguro donde estar… será solo un par de días. Luego mi padre no podrá hacer nada.

Júlia se sentó de nuevo en su silla. Miró el reloj y cabeceó afirmativamente.

-Muy bien te ayudaré- antes de que el joven pudiera hablar levantó la mano- Pero tienes que decirme exactamente qué es lo que va a pasar.. Necesito estar preparada, sino no habrá diferencia entre que te quedes o te vayas.

El joven asintió y bajó la mirada.

-Mi padre ha sido traicionado. Bueno, no solo mi padre todos lo hemos sido. Los Caucasianos y los Domingos se han unido y planean volver a hacerse con el control del barrio. Echarán a todos los que mandan aquí, y volverán a hacerse con los negocios y con la gente que vive en La Cubierta. Mi padre quiere salir junto conmigo y unos cuantos más antes de que esto ocurra. Planea tener gente fuera y dentro del barrio. No quiere perder a buenos hombres… ni que me pase nada a mí.

Júlia boquiabierta intentaba procesar sus palabras.

-Pero tu padre me dijo que estaba todo bien, ¿cómo puede haberse torcido todo en tan poco tiempo? Pensé… pensé que Jaime lucharía por seguir manteniendo el control.

Antonio se levantó y se acercó a la puerta.

-¿Me ayudarás, por favor?

Júlia asintió. Cogió un papel y escribió una dirección.

-Gracias. Mañana por la noche estaré allí.

El joven salió de la consulta tan rápido como pudo y Júlia en un arrebato desesperado sacó el móvil y llamó a Jamal. Pero colgó al dar el segundo tono.

Soltando el aliento y obligándose a relajarse, le escribió un texto diciendo que quería verle y que cuando podría ser. No le importó sonar desesperada, necesitaba aclarar lo que estaba ocurriendo. La situación estaba totalmente desbocada.  Jaime no había vuelto a contactar con ella, y Rosa seguramente estaría tan perdida como ella.

Decidida, tras cerrar la consulta se dirigió al bar. Quizás allí podría tantear algo de lo que se avecinaba.




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