La Cubierta

Interludio

Jamal le había facilitado la dirección de la nueva tienda. Cuando llegó, vio que las luces estaban encendidas, pero la persiana estaba medio bajada.

Dio unos golpes al cristal y el sastre apareció, abriendo del todo. Cuando Júlia pasó la cerró de nuevo y  la mujer pudo ver el caos en que estaba convertida la tienda.

Cajas por todas partes, parte de la ropa colocada por colores en los estantes. Algunos maniquíes por el suelo, mientras que un montón de papeles estaban desordenados encima de la mesa. Un portátil encendido junto a la única silla medio escondida detrás del mostrador.

Al fondo, los vestidores ya estaban preparados, con sus grandes espejos y sus cortinas rojas aterciopeladas.

Júlia no pudo evitar acercarse, contemplando su chaqueta negra de cuero. Con la hebilla gigante en el cinturón y las tachuelas plateadas en el cuello de la chaqueta.

Del hombro colgaban unas cadenas metálicas que llegaban casi al codo, y en la parte de atrás, cinco ojos blancos colocados en forma de pentágono.

Era una prenda de motorista, totalmente diferente a lo que solía llevar y que había sido unos de los primeros regalos de Marcos. Nunca se la había puesto hasta hoy.

Jamal se colocó junto a ella y dando unos pasos fue hasta una puerta que estaba al fondo y abriéndola hizo un gesto de invitación con la mano.

Nada más entrar, Júlia sintió que en la trastienda hacía muchísimo calor. Al parecer Jamal tenía calefacción y hacía rato que estaba encendida.

Cuando se giró, el hombre estaba justo enfrente a escasos centímetros de ella.

Llevaba el pelo engominado y peinado hacia atrás. Un ligero olor almizclero parecía exudar de sus mejillas.

Júlia bajó la vista y se fijó en el hermoso chaleco acolchado de color perla que llevaba totalmente desabrochado.

Debajo una camiseta blanca de cuello y manga largas elásticas, se pegaba a su piel resaltando su redondez y su figura ancha.

El hombre llevaba las manos en los bolsillo de un pantalón gis con raya diplomática y sin cinturón. Júlia bajó la mirada y vio que llevaba unas zapatillas negras con unos calcetines con dibujos grises.

Jamal sacó las manos de los bolsillos y desabrochó la chaqueta de cuero, ayudándole a quitársela.

La mujer hizo un esfuerzo por intentar centrar sus pensamientos.

Pero su mirada tan solo veía los labios de Jamal y éste se acercó aún más. Ella cerró los ojos por unos instantes, escuchando como su corazón latía en su sien y sus labios se separaban involuntariamente.

El aliento cálido acarició su oreja y escuchó la voz de Jamal susurrando la impaciencia de las jóvenes doctoras.

La mujer abrió los ojos y vio la sonrisa divertida reflejarse en los ojos brillantes del hombre.

-No sé si tomarlo como un insulto o un halago. Dime, ¿qué es eso tan urgente que no puede esperar?

La mujer lamió sus labios resecos y dio un paso hacia atrás, aliviada pero a la vez algo consternada al ver que Jamal se mantenía en su sitio.

-La evacuación. ¿Cuándo pensabas decírmelo? O quizás la pregunta es si pensabas compartir algo de esto conmigo. Y no estoy hablando de tu pasado, que no me importa en absoluto, Jamal. Ni quiero conocer cuáles son tus secretos. Pero estamos hablando de la seguridad de la gente, de mi posición en este barrio. Y creo que teniendo en cuenta todo lo que está pasando a nuestro alrededor, merezco una respuesta. Verdadera.

Jamal apartó unas cajas del almacén y abriendo la puerta de un armario bajó una cama plegable.

-Me temo que no tengo sillas, y la espalda me está matando.

Se sentó apoyando la espalda en la almohada y Júlia se colocó a su lado, reclinándose a su vez y apoyando parte de su peso en el hombre. La cama no estaba pensada para acomodar a dos personas.

Intentó no pensar en la noche anterior, y gracias a que la situación era bastante diferente, por momentos lo consiguió. La suave voz de Jamal ya no suspiraba o alentaba sino que comenzaba con una cadencia casi musical.

-Los Caucasianos mandaron quemar mi tienda. Sabían que estábamos dentro y esta vez casi consiguen asesinarme.

Jamal giró la cabeza y Júlia le sostuvo la mirada. Instintivamente cogió su mano como otras veces había hecho él, y la apretó suavemente.

-Yo ya había sido objetivo en el pasado de otros intentos similares, aunque más torpes en ejecución. Los Caucasianos querrán atacar primero, con todo lo que tengan.  Por eso se están tomando medidas discretas para evacuar en caso de ser necesario. Pero los Domingos no  son un aliado fiable, Júlia. No acudirán en nuestra defensa y la Cubierta caerá.

Jamal había empezado a acariciar la mano de la mujer y sonrió mostrando los dientes. La doctora imaginó un gran cocodrilo, con la boca abierta y la mirada  calculadora y fría. Deseó provocar una reacción diferente en el hombre , por lo que buscó en su memoria la palabra exacta que tanto le intrigaba.

-Crin22.

Júlia observó con detenimiento como la sonrisa desaparecía, el hombre se tensaba y su rostro quedaba rígido como si fuera un trozo de mármol esculpido.

Solo sus ojos brillantes se agrandaron ligeramente.

-¿Qué has dicho?

Júlia abrió la boca para repetirlo, pero el hombre no esperó a escucharlo de nuevo. Se incorporó de la cama y abriendo la puerta se dirigió a la tienda.

Júlia le siguió y cruzó los brazos con un escalofrío ante el cambio de temperatura.

Jamal estaba delante del portátil, con un USB conectado y tecleando con una rapidez extraordinaria.

-¿Quién te ha hablado de eso, Júlia?

La mujer se colocó enfrente del mostrador, observando que por unos instantes la máscara había caído y un rictus de desesperación casi doloroso recubría todo el rostro del hombre.

-Ciri… Ciriano- contestó ella- Me lo encontré por casualidad en Espacio Profundo y mientras bebíamos unas cervezas me dijo que te lo podía decir. Aparte de otras cosas que…




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.