Helena de Aegea ante su cortesana, pitonisa del culto de los mares, Iliana Lois:
- Los sueños ya se han apoderado de la tranquilidad de todas mis noches, Lois. Me resulta cruel tener estas pesadillas. ¿Qué desea decirme el rey de los mares con las mismas ilusiones días tras días? – preocupada la reina, consultaba con su amiga, sacerdotisa de Nerós, dios del mar.
- ¿Y qué señales puedes identificar de esas alucinaciones? – indaga interesada.
- La peor de todas y la más atroz trasciende en mi muerte. Yazco agonizando sobre el suelo en las ruinas de un claro templo al culto del océano. La imagen de Nerós se encuentra por todos lados, en estatuas, fuentes e incluso sobre los muros. El templo se encuentra totalmente destruido y lleno de cicatrices, donde las aguas encharcan todo el paraje. Lo más curioso es como toda la vista está poblada de hermosas y llamativas flores rosas, similares a las dalias, pero principalmente acumuladas sobre mi cadáver. La imagen en mi rostro…, me contagia de aflicción y con razón se aterra mi espíritu.
- ¿Dalias por todos lados? – se preocupa la pitonisa - ¿Qué podría significar eso?
- La verdad es que no le encuentro conformidad ninguna a estas cosas – refunfuña Helena – También sucedía lo mismo con la imagen de Nerós. Donde solía estar la representación principal del dios del mar…, no había nada. Solo estaba éste chocante barco de remos sepultado bajo un sinnúmero de brillantes dalias rosas como las que andan cubriendo mi cadáver – revela - Pero lo más bajo fue, mirar al cielo y notar en este cielo sonrosado como de amanecer, a una luna eclipsada que traía junto consigo criaturas de terror. Criaturas completamente alejadas a los aspecto conocidos del hombre – y suspira casi lagrimando la aegeana – Tengo miedo, Lois.
- ¿Un barco dijiste…? – disgregando sus ideas – Un barco y flores de dalias… ¡podría ser la diosa perdida del Concilio!
- ¿Una diosa perdida? – extrañándose.
- Sí. Un culto perdido. Abandonado desde hace tantos años que ya pocos recuerdan su nombre. Desapareció al conformase el nuevo panteón, el Concilio de Egan. Estas flores solían representarle en los tiempos antiguos.
- ¿Y por qué querría una “diosa perdida” destruir mis dominios? – quedando como de hielo, aterrada.
- Bueno, según lo que me cuentas no solo yacías tú en los brazos de la muerte, sino también Nerós. Su templo estaba destruido.
- ¿Pero es posible que alguien esté en contra del Concilio? – pregunta Helena confundida.
- Eso no lo podremos saber nunca a menos que le pidamos discernimiento a nuestro culto, ¿verdad?
- ¿Y el barco que podría significar, Iliana Lois? – intranquila – Está destruido, y está relleno de dalias, así, como yo.
- Desearía estar equivocada, pero era conocido que los adeptos a esta diosa abandonada solían proceder de los mares, pues preferían guardar sus secretos lejos de la tierra.
- Entonces… ¿me dará muerte un culto perdido que me odia? – se alarma algo ofuscada y abochornada.
- Eso es algo que no sabría contestar, mi reina. Pero las señales de tus sueños me han dejado nerviosa – responde estremeciendo totalmente a la soberana.
- ¡Ay, por favor, no me digas esas cosas! – amedrentada.
- Lo siento, mi reina – reaccionando a la aflicción de su antigua amiga – Si estamos hablando de un culto perdido, podría terminar en algo realmente alarmante. ¿Con qué propósito renacería un culto ya olvidado?
- ¿Y qué podemos hacer al respecto, Lois?
- El próximo eclipse sucederá pasado tres días desde hoy. Así que acudiré a Nerós por vuestra protección, mi señora – intentando calmarla.
- Por favor, hazlo.
- Descansa tranquila, mi reina. Invocaré a la furia de los mares para proteger tus dominios y a tu reinado. Nerós no ignorará mis plegarias – aclara, disponiéndose a salir de la habitación de Helena – Me tomaré la libertad de enviar hombres a investigar sobre el antiguo culto de las dalias. Deja este asunto en mis manos. No pierdas más el sueño con estas cosas – componiéndole el semblante.
- Gracias, vieja amiga. Qué el panteón siempre te tenga presente.
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Editado: 10.07.2020