La Dama Negra

Capítulo 13

HACHE (ALEX

Comprender el porqué de mis acciones es algo que dejé de intentar de hacer hace demasiado tiempo. Para ser más exacto, desde que mi padre abandonó este mundo. Desde esa fatídica noche de invierno. En el momento en que supe que nunca volvería a verlo acariciando su bigote que se enredaba hacia arriba de forma cómica, dejé de cuestionarme las cosas. Ese fue mi punto de inflexión. Ahí fue donde todo, yo, cambió. Él era mi vida completa. Cuando murió, Alex lo hizo con él y nació un ser sediento de venganza cuyo único propósito era terminar con la vida del malnacido que me arrebató a mi padre. Así que, cuando Andrea me pidió que me quedara, no me lo cuestioné, luché contra las voces silenciosas que me gritaban que era una mala idea e hice aquello que me apetecía. Por muy mal que estuviera, por muy retorcido que pudiera ser. ¿Cuál era el límite del bien y el mal? Hacía tiempo que lo había perdido. 

Enredo los dedos en las ondas rebeldes de su cabello. La he visto hacerlo tantas veces mientras intentaba conciliar el sueño después de una pesadilla que sé que es exactamente lo que necesita. Supongo que mi presencia silenciosa ha dejado de hacer efecto y ahora es mi compañía lo que consigue calmar sus temores. Mis demonios logran someter a los suyos. No sé qué significa, ni si quiero pensarlo demasiado. Tampoco me importa dejar que la oscuridad se apodere de mi mirada para que ella pueda mantener a raya la suya. 

Tras el primer contacto, su cuerpo no ha vuelto a ponerse en tensión con mi caricia. Los paseos por su espada siguen surtiendo el efecto deseado: mantenerla en contacto con el ahora. Puede parecer una tontería, quizás lo sea, pero cuando mi padre murió los círculos que mi madre dibujaba en mi piel eran lo único que lograba tranquilizarme. Señalaban el epicentro de mi calma, consiguiendo que en mitad de las horribles pesadillas encontrara el camino de vuelta.

Me es imposible apartar la mirada de la paz que se respira a su alrededor. En algún momento de la noche me permití cerrar los ojos un segundo y desfrutar de eso, de esto. No lo suficiente como para hacerme fantasías irreales, sé que es solo un medio para un fin. Nada más. Nada menos. 

La pequeña luz que siempre dejo encendida ilumina su perfil, realzando cada curva de su cuerpo. Casi pareciera una cordillera rocosa que estaría demasiado tentado a escalar, a investigar. Una donde podría perderme y disfrutar de no saber dónde estoy. Estoy seguro de que podría resguardarme en alguna de sus cálidas cuevas. 

Se remueve un poco, buscando una posición cómoda para continuar con el descanso que no ha sido interrumpido en horas. Casi pareciera haber conciliado su primer sueño profundo desde que llegó aquí, incluso me atrevería a decir, desde mucho antes de nosotros irrumpir en su vida. He intentado no moverme demasiado para no despertarla, por lo que sigo sentado en la misma posición. Su cabeza sigue descansando sobre mi regazo  y sus brazos buscan la forma de rodear mi cuerpo, de aferrarse a algo, aunque ese algo sea yo, el bárbaro que la ha secuestrado junto a otros dos desalmados. Al hombre que no ha hecho más que alejarla de la gente que quiere, sacarla de la seguridad de su entorno y abrir viejas heridas que parecían bien cerradas. Me sorprende  saber que a pesar de ser quien le causó el ataque de pánico, también soy quien logra calmarla. 

Pensando en su comodidad, me recuesto un poco y tiro suavemente de su cuerpo hacia arriba. Envolviéndola en mis brazos, proporcionándole la seguridad que me gustaría asegurarle siempre. No. Un para siempre no es posible entre nosotros. Ni siquiera un nosotros. ¿Qué cojones me pasa? 

Confieso que es muy diferente a lo que imaginábamos. No hay rastro de la mujer prepotente, cruel, fría y calculadora que se ha criado con dinero bañando en sangre. No es la villana que creíamos que era. Aunque, claramente, no es una santa, pues sabe que ese Audi que conducía estaba pagado con lágrimas y sangre inocente. 

«A mi no me gusta mi apellido». 

Sus palabras resuenan en mi mente. Odiar tu apellido es odiar tus raíces, lo que no negó. ¿Puede ser que odie tanto a su padre como nosotros? ¿Podría estar dispuesta a unirse a nuestra venganza? ¿Podríamos obtener la información que queremos sin necesidad de hacer más daño. Necesito hablar con Dan y Lorenzo, puede que el final de esto esté más cerca de lo que pensamos. A lo mejor, Andrea es más que un medio para un fin, quizás sea simplemente el fin.  

***

ANDREA

Entonces todo mi cuerpo se tensa. Ha sido solo un segundo. Por un segundo he olvidado las cicatrices en mi pecho; por un segundo he olvidado que tocarlas me lleva a este estado de pánico irracional. Por un segundo he olvidado que estoy marcada. 

No puedo respirar. Juro que intento que el oxígeno entre en mis pulmones pero no lo logro. Siento el nudo de mi estómago hacerse cada vez más grande, cómo las lágrimas se acumulan y la presión en el pecho se intensifica. No soy consciente de lo que sucede a mi alrededor, ni siquiera de lo que pasa en mi interior. Solo sé que el miedo irracional se apodera de mí y una oleada de pánico toma el control de mi cuerpo. Los músculos se contraen tensándose tanto que duele, la vista se me nubla por las lágrimas y comienzo a tener palpitaciones. La sensación de asfixia no disminuye, el oxígeno sigue sin entrar logrando que el miedo se solidifique. El pánico me controla. Me reduce a la nada y me deja totalmente indefensa.




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