La Dama Negra

Capítulo 23

ALEX

Aquí viene algo políticamente incorrecto, aunque normalmente me paso por el forro de los cojones la falsa moralidad y ética cuestionable. Prefiero la realidad, por muy cruda que sea, me parece más horrible maquillarla. Tendemos a hacerlo, puede que queriendo o quizás sin darnos cuenta. Eso no borra que tiñamos lo sucedido con palabras menos dolorosas, aquellas que suenan menos violentas. Como cuando llaman agresión sexual a las violaciones. Son violaciones, joder. Igual que la muerte de un ser querido no es una tragedia, es una maldita atrocidad del destino, una putada que ninguno entenderá por mucho que nos pongamos en el lugar de esa persona. La verdad vista tras un velo de  rosa es mucho mejor, por supuesto. Podemos vivir en una mentira eternamente o aceptar que hay perdones que no merecen ser concedidos, que hay amores que no son correspondidos y que, a veces, es mejor no decir nada a soltar cualquier mierda por la boca. No me digas que lo sientes si no lo haces, no me niegues que la ira te consume cuando puedo verlo en tus ojos. No me mientras, joder. Tan sencillo como eso. Estamos tan acostumbrados a mentir que lo hemos convertido en nuestra normalidad. Nada de eso debería ser normal. Nada. Por eso, no voy a negar que mientras la rubia está arrodillada delante de mí, no es en ella en quien pienso. 

—Te noto estresado —susurra mientras su mano sigue acariciándomela arriba y abajo.

Su voz no es la de Andrea, no es inocente y provocativa a partes iguales. El deje oscuro que esconden las palabras que nunca pronuncia tampoco está. No obstante, es tan cautivadora que logra distraerme unos segundos. Su cabello rubio recogido en una coleta alta le da un toque de picardía que volvería loco a cualquier hombre, pero no es fuego ondulado lo que cae sobre sus hombros. 

No me quejo. Ambos obtenemos lo que queremos de este intercambio puramente físico. Siendo sinceros, puede que yo obtenga algo más que ella. 

Decidido a sacármela de la cabeza, la cojo de la cintura y en un rápido movimiento la sitúo sobre mí, en el lugar exacto que me permite volver a penetrarla con brusquedad ansiosa. Tengo que borrar de mi cabeza esos labios húmedos y ojos cristalinos. Necesito deshacerme de la necesidad imperiosa que me incita a volver a tenerla entre mis brazos. Que sí, es un puto medio para un fin, ¿y qué? Que me la ponga dura no interfiere en lo importante. 

—Hache... —gime en una súplica que no hace más que acrecentar la sonrisa que le dedico cuando sus gritos mueren en mi boca. 

Obvio la novedosa tensión de mi cuerpo. No me importaba que me llamara así, ahora no estoy tan seguro. 

No sé cuánto tiempo tardamos en dejarnos ir contra el otro. Lo suficiente como para que mi bajo vientre esté enrojecido por la cantidad de veces que se ha frotado contra mí mientras me follaba como una diestra amazonas cabalgando una de las vastas extensiones del lejano oeste. Esta tía es una puta droga, lástima que esté frente a un adicto experimentado. 

Busca mis labios con ansia y no puedo hacer más que responder a su beso de la misma forma. Muerdo y succiono su labio inferior sin cuidado, intentando por todos los medios deshacerme de este sentimiento frío y punzante que no ha dejado de doler desde que estoy dentro de la rubia. Lo espanto con un movimiento de cabeza, dejándola caer sobre sus pechos que siguen a la altura perfecta para morderlos hasta que suplique piedad. 

—¿Va todo bien?

Su voz es un suave bálsamo que intenta colarse por rincones que tengo bien clausurados. Ni sus dedos repentinamente tímidos que exploran mi cuerpo con cautela me conmueven. Dejo que aparte los mechones de pelo que se pegan a las gotas de sudor de mi frente, le permito seguir soñando un poco más con mi cercanía. Al fin y al cabo, me he esforzado para que eso sea lo que desee. 

Asiento dibujando esa sonrisa que he practicado durante tanto años. 

—¿Es por tu hermana? ¿Sigue enferma?

La pregunta me hace sonreír, esta vez de verdad. Mi hermana. Es la única excusa creíble que encontré para pasar una semana sin verla. Tampoco es que tuviera que darle explicaciones, pero se supone que eso es lo que haces cuando estás interesado en alguien, justificas tus actos, tus palabras y toda esa mierda para intentar mantener la fiesta en paz. El amor no es más que eso, un acuerdo de paz entre dos personas que deciden hacer la guerra juntos. 

—No, ya está mejor.

Nuestros ojos conectan y entiendo que su preocupación es sincera. Si tuviera corazón podría darme pena estar jugando así con ella. Miento, sé que esconde algo y decir que me entristecería hacerle daño sería maquillar la realidad. Ella es otra pieza del puzle que aún no logro descifrar. ¿Por qué le preocupa tan poco la desaparición de Andrea? ¿Qué hace que el alivio sea lo que recorre su cara cada vez que mira el móvil y comprueba que no hay señales de su supuesta mejor amiga? Durante un tiempo le enviábamos mensajes desde  su móvil asegurándole que estaba bien, pero una ira poco normal cruzaba su cara cada vez que los abría. ¿Qué esconden los hermanos Saavedra? 

—¿Entonces..? Si no te abres no puedo entrar. 

Ruedo los ojos un poco cansado de tener que seguir fingiendo que estamos en paz cuando lo único que quiero es guerra. 

—Ya lo hemos hablado, preciosa. Esa puerta jamás se abrirá, no hay nada bonito al otro lado.




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