La Dama Negra

Capítulo 29

DAN 

 

Es un jodido fallo, pero es lo que hay. No conozco a La Dama Negra. Tenemos retenida a una mujer que bien podrían ser dos, porque la persona que he visto ahí abajo no era Andrea. No solo hablo de su cambio total de lenguaje corporal, hablo de la forma que tiene que mirarte como si fuera una puta cucaracha que se interpone en su camino. Me refiero al fuego que quema en sus ojos que parecen más oscuros, en el vacío que casi logra estremecerme de su voz ligeramente más suave y delicada. Es como si la luz de la mujer que conozco hubiera sido consumida por nubes de tormenta y los susurros huracanados estuvieran perfectamente organizados para atraerte al epicentro de destrucción.  Es un fallo de novato, no debería haber perdido los nervios, no tendría que haberle mostrado que puede afectarme de esta forma. ¿Qué he ganado con eso? Solo que conseguido asustar a Andrea, a la de verdad, a la que me mira como si pudiera ver detrás de las cientos de capaz de mierda que tengo encima, a la pelirroja cuya voz tengo grabada en el puto córtex. Alex, por el contrario, juega con ventaja. El cabrón no huyó, no dejó que la sangre lo intimidara. No permitió que la oscuridad lo asustara, por el contrario, se adentró en ella hasta que el sol desapareció y las llamas de Andrea se quemaron bajo las aguas negras de su otra personalidad. 

Todavía recuerdo el momento en que nos dijo que la pelirroja no era todo lo que parecía. 

Mañana es el gran día. Enzo vuelve a repasar el plan mientras esperamos la llegada de Alex. Lleva más de trece horas siguiendo a la joven promesa de la familia Avellaneda, y por lo que nos contó por teléfono, trae nuevas noticias. Solo espero que eso no suponga un cambio de planes, porque de ser así estaremos un paso más cerca de la muerte.

Abro el primer botellín de cerveza que encuentro en la nevera, y para cuando vuelvo al salón, Alex ya está esperándome. Solo por su cara, puedo decir que las noticias no son precisamente buenas. ¿Alguna vez lo son? 

—Es una asesina.

Lo dice tan calmado que se me hiela la sangre. No estoy de humor para putas bromas. No estamos jugando el cuello adentrándonos de lleno en el territorio de Avellaneda. 

—¿Qué coño dices? Es una simple cría, ni sería capaz de matar a un mosquito —digo perdiendo la paciencia. Estamos a punto de poner en marcha uno de los planes más peligrosos a los que nos hemos enfrentado y a él no se lo ocurre otra cosa que venir con estas mierdas.

Enzo espera en silencio las explicaciones, pero yo no puedo hacer nada por disimular mi enfado. Siempre está con sus gilipolleces paranoides. Sí, puede que algunas veces nos hayan salvado el culo, pero esto es diferente. Jamás hemos estado tan cerca del Diablo. 

Saca su móvil del bolsillo y me lo tiende con aburrimiento. Puto Chinner, si tanto te aburres ve aponerle una pistola en la cabeza a la hija del responsable de la muerte de nuestra familia y acaba con esto. 

Ruedo los ojos antes de llevarlos a la pantalla del móvil. Se me hiela la sangre del cuerpo. Me quedo tan quiero como el cadáver que estoy viendo. No puedo evitar llevarme la mano al paquete cuando lo veo. El rojo es el color predominante en la imagen, la sangre cubre las sábanas de la cama donde se encuentra atado. Tiene su propia polla amputada metida en la boca, dos cuchillos clavados en los cojones y una «V» marcada en la frente con un cuchillo.

—Pues parece que el mosquito está muerto.

—¿Cómo estás tan seguro de que fue ella?

Me mira con hastío.

—No era ella.

—Explícate —ordena Enzo.

—Ella lo ha matado, pero no era Andrea.

Odio cuando se pone en plan interesante, por lo que mantengo la boca cerrada para que sea su tío el que haga las preguntas. No estoy seguro de poder hacerlas sin lanzarme encima de él. Si Andrea ha hecho esto, estamos jodidos. ¿Dónde se ha metido la chica sencilla de vida aburrida que vive bajo el ala de una de las personas más corruptas del país? ¿Desde cuando la niña consentida ha pasado a ser la puta asesina de V de Vendetta? 

—Si no ha sido ella, ¿le ha pagado a alguien?

—Ojalá, eso sería más sencillo —piensa en alto—. Ha sido su otra personalidad, la conocen como la Dama Negra. La policía lleva años detrás de ella. 

Es que no me jodas. ¿Cómo voy a olvidar esa bomba? Una asesina en serie. Una joven capaz de matar con sus propias manos a hombres que triplicaban su altura y peso corporal. Me quedo corto al decir que su otra personalidad está a la altura de su padre, de Antonio Avellaneda, de El Diablo. Puede que no sea un abogado corrupto que acepte pagos de mafias para cargar sus delitos a pobres inocentes a cambio de dinero, pero si es capaz de matar con esa brutalidad, poco le queda para unirse al negocio familiar. A menos que ya lo haya hecho. ¿Cuántas cosas no sabemos de ella? ¿Cuántos secretos se esconden en esa mente fragmentada? ¿Cómo voy a ser capaz de volver a llegar a la chica de corazón de fuego si se esconde detrás de un manto de oscuridad impenetrable? ¡Joder! ¿Cómo voy a hacer que confíe en mí de nuevo si le he disparado a dos centímetros de abrirle la cabeza? 




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