Hay un montón de cosas que como ser humano no logro comprender. Por ejemplo, no comprendo la infinidad del universo, ni cómo funciona cada ser vivo a nivel microscópico, ni cómo mi hermana mayor, Jessica, una preciosa modelo con muchísimo potencial y una belleza innegable, está a días de unir su vida con la de alguien con la cara de Eddy Johnson.
Hablando de lotería genética, a Jessica le tocó tal vez lo mejor de lo mejor. Y no solo es bella y con una condición física envidiable; también es la persona más buena que he conocido, de las pocas a las que soporto en la actualidad.
Con todo eso yo me imaginaba que terminaría caminando al altar con su mejor amigo, Marcus, o con su ex, pero el idiota la engañó con alguna chica aleatoria de un club y, bueno, a mi hermana le pareció mejor Eddy, el flacucho y narizón Eddy que conoció hace unos tres años, y con el que comenzó a salir hace año y medio.
Es decir, no es como que Eddy sea malo, me agrada, se nota que ama a Jessica y todo, pero... Cuando los ves juntos, te preguntas qué clase de amarre diabólico hizo Eddy para que mi hermana lo escogiese.
Amor verdadero le llaman, al parecer.
—Camille, ¿llamaste a la pastelería como te pedí? —me pregunta mi madre, que anda por la casa en ropa interior todavía, cosa que hace cuando no sabe qué usar—. Hace una hora tuvieron que haber llegado los dulces.
—Y en media hora comenzará a llegar gente, así que sería excelente si no anduvieras mostrando tus atributos en la sala —le regaño—. Dijeron que estaban atrapados en el tráfico, pero que llegarán pronto, yo me encargaré de recibirlos, no te preocupes.
Con esto, la mujer de quien heredamos el color de cabello rojo se va corriendito a su habitación en el segundo piso.
Siendo la única aparte de mi madre en la casa, doy un último vistazo al patio: hay mesas de exterior, sillas, un equipo de sonido apagado, luces enredadas en el arco donde la vid que tenemos cubre todo como un techo natural, los aperitivos salados están en su lugar, con riesgo de ser ingeridos por mí... solo faltan los postres, la música y la gente.
Vuelvo a la sala principal de la casa solo para tirarme al sofá y ver televisión hasta que por fin todo este escándalo comience.
La fiesta —o reunión, en todo caso— se trata de nada más ni nada menos que una versión extraña de una despedida de solteros unisex, que, en lugar de strippers y bebidas alcohólicas, tiene frappes y cupcakes que podrían o no llegar a tiempo. No está mal. Además, solo estará la familia y los amigos cercanos de ambos. De seguro no conoceré ni a la mitad de los presentes, tampoco es que vayan a haber tantos.
Desde que Jessica y Eddy formalizaron su compromiso hace tres meses, no he tenido la oportunidad de conocer a la familia del susodicho, ya que viven a una hora en auto y yo apenas salía de casa para ir a la escuela o al centro comercial de vez en cuando. Tampoco ayudó que para dicha fiesta de compromiso donde estarían todos reunidos, justo yo me enfermase.
En esta ocasión podré saber de quienes me habla tanto Jessica, además de convivir con los amigos de ambos. Hasta mi padre se dignará en venir, porque el casamiento de su hija mayor es lo suficientemente importante como para que se aparezca un rato. Seguramente el grupo de amigos de Jessica: Marcus, Annabelle, Karina y Olivia estarán de los primeros.
Poco después llegan los dulces, varias cajas medianas. Es mi trabajo ahora distribuirlos bien en la mesa. Más me vale que se vean bonitos y estéticos, porque si no puede que a Jessica le dé un mini ataque de perfeccionismo, ya que los cupcakes de chocolate y los que tienen topping de crema no están en el lugar correspondiente. Tal vez ese es el único defecto de mi hermana.
Teniendo eso en orden y viendo el patio como una preciosa escena que pronto será bastante movida, vuelvo al interior de la casa y me dispongo a ir a mi habitación. Si bien he terminado de arreglarme, el aburrimiento de la espera me hace querer cerciorarme de que sí me veo bien.
Cualquiera diría que mi hermana eligió a Eddy por su dinero, porque sí, el tipo y su familia están forrados de él; sin embargo, nosotras tampoco estamos nada mal... y con nada mal me refiero a absolutamente nada mal. Mi madre nunca fue de las que se cuelgan de los hombres, mucho menos con el perdedor de mi padre que a duras penas crió a Jessica. Cuando yo llegué no duró ni dos años antes de volverse tan insoportable como para que mi madre no tuviera otra que divorciarse... Me salí del tema, ¿no? No es como que tenga un ferviente desagrado hacia Félix Ocasio y lo exprese en cada tema posible, solo soy bastante distraída.
Volviendo a mi madre y su imperio, ella sola nos llevó adelante y en poco tiempo se vieron los frutos: enorme casa, dos hijas bien educadas, vida más que estable, ¡gracias Barbara! Con todo y sus peculiaridades, es otra de esas personas a las que aguanto como para decir que la amo, al igual que a mi hermana, y a mi abuela; de resto, las personas me parecen lo suficientemente complejas como para necesitar un buen tiempo de familiarización para decir que puedo llegar a quererlas.
Ese es, tal vez, uno de los rasgos más característicos que tengo: no miento, no finjo; si me agradas o no te lo diré sin intención de herirte, solo seré sincera, y eso es lo que suele alejar a las personas de mí antes de poder conocerlas, para luego decidir si las quiero o no. Es estúpido ¿no? Cómo se normaliza ser cortés en lugar de ser honesto. Si alguien un poco cercano te dice ''te quiero'', debes responder ''yo también'' aunque esa persona se te haga indiferente en todos los aspectos. Eso no va conmigo.
Y eso nos devuelve a Félix Ocasio, a quien de vez en cuando llamo padre, depende bastante de cómo esté mi ánimo. Nunca le creí cuando decía que me quería, por ende, nunca le correspondí la frase. Eso a Félix le enojaba, y a mi madre le daba risa, supongo que por eso Jessica siempre fue la favorita, al menos de él.