La desgraciada semana que me enamoré de ti

Capítulo 10

El chico permanece en la misma posición, y no lo aparto. La vergüenza me consume y me ahoga, a la vez que siento nervios al tener a Jarek tan cerca de mí.

—¿Qué tanto se nota? —pregunto como puedo.

—Bastante, por eso lo noté —responde en voz baja. No hay mucha gente cerca, pero sí a algunos metros—. Mi camisa es de tela delgada, pero creo que sí lo tapará, no te preocupes —dice mientras poco a poco separa su cuerpo del mío.

—Gracias... —al acabar de decirlo, creyendo que la pesadilla ha acabado, respiro aliviada.

Eso solo dura cuatro segundos, porque siento a Jarek pegarse de nuevo a mi espalda de golpe.

—¿Ahora qué? —pregunto, volviendo a mi enojo, pisando la tierra y viendo cómo quitármelo de encima.

—Eh... pues... —busca cómo decirlo—. Ya que presioné la camisa contra tu cuerpo mientras la ponía, la sangre se traspasó —suelta aún más bajo—. Dios, ¿esa cantidad de sangre es siquiera normal? —trata de ser divertido, cosa que le está saliendo muy mal—. Lo siento, fue una broma estúpida —se disculpa—. ¿Tienes idea de qué hacer?

No, Jarek, no tengo idea. ¿Por qué todo desde ayer ha salido tan mal? ¿Por qué Jarek tiene que ver en todo? Esta mañana ha sido una tortura mental y ahora también es una física, porque lo tengo pegado a mí como sanguijuela. ¡No puedo creer esto! ¿Por qué no puede ser como un chico estúpido que se espanta con la sangre menstrual en lugar de ser tan considerado conmigo hasta el punto de buscar cómo hacer que otros no noten lo que sucede?

Es insoportable. A veces es el más grande idiota, a veces es así de agradable, y en todo momento es una diminuta astilla en el dedo de mi mente: ni sé cómo llegó ahí ni sé cómo sacarla.

De nuevo, todos los sentimientos que he tenido hoy, maximizados por mi ultra sensibilidad típica de la menstruación, atacan y me golpean sin piedad.

Ay no, se me están aguando los ojos. Lo último que hará este chico será verme llorando.

—Jarek — le llamo mientras saco mi teléfono del bolsillo y lo alzo—. Sostenme esto.

Él me hace caso, y justo cuando lo hace me libero de su cercanía y corro como tonta más adentro del agua. No paro hasta que esta me llega al pecho. Por más que Jarek me llama desde la orilla, no pretendo mirar atrás. Me meto entera debajo del agua para que no se distingan cuales son las gotas de agua y cuales son mis lágrimas. En primer lugar, ¿por qué estoy llorando? No lo sé, solo sé que estoy demasiado estresada en este momento.

Un poco después, veo a Jarek corriendo desde la orilla hasta donde estoy, sin camisa, esa la tengo amarrada y ensangrentada aún, ojalá el agua arregle eso último.

—¡Cami! ¿Qué te sucede? —pregunta cuando me alcanza, el agua le cubre la mitad del abdomen cuando a mí me llega al pecho—. ¿Por qué estás llorando?

—¡No estoy llorando! —alzo la voz y las manos, estás ultimas golpean el agua con fuerza. Auch.

Mi forma de actuar solo me hace avergonzarme más. Por amor a Dios, Camille, compórtate.

Y salen más lágrimas. No me sorprende estar llorando tanto, siempre pasa cuando algo me pone sensible, cosa que suele ser en la soledad de mi habitación viendo una película triste, no porque mi cabeza sea un lío gracias al chico que tengo frente a mí en medio del agua.

—Tranquila, le mandé una nota de voz a Jessica diciéndole lo que pasó, con suerte nos encontrará en unos minutos —me dice poniendo sus manos encima de mis hombros, mirándome con calma—. Ven, esperémosla en la orilla —su voz suena comprensiva.

—No quiero —aunque quiero sonar agresiva, sueno como una niña chillona—. Déjame sola.

—No te voy a dejar sola. Si te quieres quedar aquí entonces te acompañaré —dice.

No, no lo harás. De nuevo, queriendo escapar, nado más a lo profundo, hasta que no alcanzo y sé bien que él tampoco lo hará, y como no sabe nadar, no me seguirá. Me cansa tener que mover los pies para mantenerme a flote, pero es mejor que tenerlo conmigo en este momento.

Con su típica insistencia, Jarek va acortando los cuatro metros que nos separan hasta que el agua le llega al cuello. Oh, qué mal, te quedan dos metros para llegar hasta mí.

Jarek se hunde en el agua y desaparece de mi vista. No salé por unos segundos y me preguntó si debería preocuparme, cosa que no llega a pasar porque resurge junto a mí con el pelo pegado a la cara y una sonrisa victoriosa.

—¡Dijiste que no sabías nadar! —exclamo enojada.

—Quería ver si te lo creías, perdón —se ríe—. En realidad, hice natación de niño. Ven acá —me lleva con él hacia donde vuelve a tocar la arena, y yo ya estoy bastante cansada como para seguir huyendo—. Agárrate de mí si quieres.

Estoy por gruñirle algo, pero me lo trago, respiro y acepto que prefiero que esta ola de desastre se acabé por un rato, así que me apoyo de sus hombros, sin mirarle, claro.

—¿Por qué tienes que ser tan molesto? —refunfuño.

—Porque es demasiado entretenido hacerte hartar —suelta una risa. Evito verlo, no quiero sentir de nuevo esas mariposas—. Oye, ¿crees que puedas atraer a los tiburones o algo así? —maldita sea, Jarek, ¿tú acaso sabes cómo hablarle a una mujer de forma decente?

—No puedo creer lo idiota que eres, en serio te detesto, te detesto un montón —lo miro con el ceño fruncido, gesto que me ha acompañado las ultimas horas.

—Eso es mentira, no me detestas —asegura con la cabeza en alto—. Si lo hicieras ni me tocarías justo ahora.

Y está en lo correcto, eso es lo peor.

Al verlo, las defensas bajan y no puedo evitar volver a ser vulnerable ante su cara y su manera de mirarme.

—¿Por qué lloras? —pregunta. Porque sí, sigo llorando.

—Porque tengo mi periodo, y eso me pone sensible a liberar la tensión que me guardo el resto del mes —y no miento, así funciono—. Deberías solo alejarte y dejar que esté sola para dejar de lucir tan patética. Además, estamos nadando en mi sangre, básicamente, ¿no te da asco eso? Ándate ya —busco cualquier excusa para que se aparte. En su lugar, me toma de la cintura y me pega más a él.



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En el texto hay: vacaciones, amor odio, amor de verano

Editado: 12.07.2020

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