—¿Qué pasó ayer? —pregunta Félix mientras echa sal a su sopa—. Desapareciste de la nada, al igual que Jessica y Jarek.
Tercer día en Liauna, segundo almuerzo con Félix, primera mala decisión de almuerzo: los mariscos no son lo mío. De todas formas, me acabaré la sopa, que el hombre frente a mí come con satisfacción.
—Me llegó mi periodo —resumo—. Jessica se me fue conmigo.
—¿Y el chico que tiene que ver en eso? —indaga.
—Se mojó en la playa así que no podía volver a subir al bus —no doy demasiados detalles.
Aun así, Félix parece querer saber más.
—Lo vi seguirte luego de que se acabó su helado —menciona—. ¿Está enamorado de ti o algo así?
Cállate, papá, no quiero rebuscar en ese tema.
—Estaba preocupado porque fue algo molesto conmigo y me enojé. Se quería disculpar, es todo —lo miro de tal manera que, si fuese inteligente, comprendería que no debe seguir con el tema.
Pero no es inteligente, es Félix nada más.
—No me encanta ese chico —continúa—. Siento que se cree la gran cosa, camina como si fuese el centro del universo —bufa.
Por razones extrañas, en lugar de concordar, me da cierto coraje que él opine así de Jarek.
—Basta con conocerlo para saber que solo exagera —le defiendo—. Es su tipo de humor, supongo.
—¿Y te da gracia? A mí no me la da en lo absoluto —toma una cucharada de sopa.
—De vez en cuando, sí —admito.
Basta, Camille, va a malinterpretarlo. O a interpretarlo bien, en todo caso.
—Oh, no tenía idea de que fuese tu tipo —sonríe burlón.
—Nunca dije que fuese mi tipo —lo miro directo a los ojos, iguales a los míos—. Aunque, para ser justos, es obvio que eso no lo puedes saber —le confronto, cosa que de vez en cuando se me hace inevitable.
Parece querer responder de forma grosera, más se traga las palabras y respira hondo. Bueno, al menos ha sabido manejar su ira.
—Estaba pensando en que paseáramos un rato por la playa para ver el atardecer. ¿Qué te parece? Sé que no quieres pasar tiempo conmigo por fuera de nuestro trato de almorzar juntos, pero con preguntarlo no pierdo nada.
Algo en sus palabras me hace sentir que está buscando mi compañía por razones que no tienen que ver solo con recuperar tiempo perdido, y que su insistencia puede deberse a algo más. No sé qué se trae entre manos, pero tampoco tengo muchas ganas de averiguarlo.
—Lo siento, Jarek se te adelantó. Iremos a tomar fotos en la tarde —excusa perfecta.
—Podría ir con ustedes —opina.
—No —niego con la cabeza—. De por sí es bastante contradictorio que quieras hacerlo cuando acabas de decirme que no te cae bien.
Tomo mi plato vacío y lo llevo al área donde los empleados se los llevan. Ya tuve suficiente rato con Félix.
Me cuestiono bastante el qué hacer hasta que llegue la hora de salir con Jarek, a quien solo vi en el desayuno junto al resto. Pienso en ello mientras veo hacia la nada sentada en un sillón de exterior, los cuales están regados por diversas partes del recinto. Son de madera trenzada y tienen cojines verdes. No son demasiado cómodos, pero al menos no hay mucha gente que se siente en ellos, así que puedo estar sola, a diferencia de en alguna de las mesas de la piscina.
Donde me encuentro, aparte del sillón doble en el que estoy sentada, hay otro igual al frente y uno individual a cada lado, con una mesa del mismo material al centro que tiene una sombrilla, esta me protege de calcinarme por el sol.
Luego de un par de minutos aquí, la verdad es que es bastante gustoso y fresco.
Y entonces alguien se siente a mi lado, a una distancia prudencial, sin tocarme ni rozarme el cuerpo.
Además, huele bien.
—Hey, te vuelvo a encontrar —escucho una voz conocida pero que no logro descifrar, hasta que me volteo y me encuentro a Owen, al chico de la noche de la fiesta.
—Hey... —respondo con mi típico rostro serio, él conserva una sonrisa fresca y alegre.
—¿Esta ocasión es más adecuada para sacarte algo de charla? —pregunta de buen humor. Vaya, me recuerda un poco a Jessica.
—¿Puedo preguntar por qué quieres sacarme charla? —no trato de ser grosera, simplemente eso es lo que pienso justo ahora.
—Sí, sí puedes —asiente. Apoya su brazo en el espaldar del sillón, sin la intención de tocarme, en cambio deja este colgando con relajo.
—¿Por qué quieres sacarme charla? —repito.
—¿Por qué no? Pareces muy agradable —se encoje de hombros. Al notar que alzo una ceja con incredulidad hacia su comentario, suelta una risita. Se le arrugan un poco los ojos—. Bien, la palabra correcta sería interesante, supongo —admite.
—No tenía idea de que mi cara de desprecio a la existencia en general fuese interesante—suelto a modo de chiste, del que se vuelve a reír de forma muy genuina—. A mí lo que me parece interesante es que decidieras volver a intentar hablarme luego de que te dejé claro que no soy muy amable.
—Y yo dejé bastante en claro que suelo creer en mi propia opinión, así que... —deja la frase en el aire—. De todas formas, si lo que quieres decirme entre líneas es que no te interesa en lo absoluto hablar conmigo, solo dilo y te dejaré en paz. No quiero fastidiarte.
—Te aseguro de que si así fuera ya te lo habría dicho —le miro a los ojos. Mi comentario le saca una sonrisa.
El chico es muy lindo. Ese tipo de lindura que, más allá del físico, define su interior. De nuevo pienso en el parecido que tiene con Jessica, esa dulzura imposible de ignorar, esa forma de ser más considerados que la mayoría de las personas... Puede que por esa razón no me sea tan difícil dejarlo acceder a mi faceta amistosa, esa que aparece cuando una persona se gana mi confianza, mi interés o cuando se me es imposible no responderles de mejor manera a como lo haría siempre. No sé bien en cuál de las opciones anteriores se encuentre Owen.
Luego de unos dos minutos de charla sobre el día y el resort, Owen hace una pregunta importante: