La niña que está frente a mí en la mesa parece toda una experta, como si esto de trenzar cuerdas de colores para hacer pulseras fuera su día a día. Yo, a duras penas, estoy avanzando de a poco, retrocediendo en el proceso cada vez que me equivoco.
Llevo un rato en el taller de manualidades del resort, que la verdad no ha estado nada mal. La mayoría somos mujeres, adultas y jóvenes. Hay algunos niños también. La mujer que instruye el taller habla con delicadeza, explica todo con detalle y de vez en cuando pasa por cada mesa con cuatro personas para ver qué tal van los avances. Ya hicimos un lapicero con elementos reciclados, que no quedo nada mal, y ahora estamos haciendo una pulsera de cuerdas de colores llamativos.
Esta hora me ha ayudado para distraerme. Ya es jueves, cada vez queda menos para el gran día, y quiero disfrutar el tiempo que me queda y tratar de no arruinar todo con pensamientos inútiles. El lapicero me lo quedaré, el brazalete se lo llevaré a Jessica, sé que le fascinara como si fuera una cadena de oro.
Este taller también lo decidió tomar mi prima Katy, Olivia y Britney, que están en otra mesa charlando entre ellas y ya son casi inseparables. Según parece, este viaje sí que está dando los resultas que los futuros novios esperaban: la unión de sus familias y amigos. Mis padres y los de Eddy se la pasan de aquí para allá, Karlos y Daniel congenian bien, hasta he visto a Marcus y Jarek charlas a veces... y, bueno, yo me he acercado al chico y a su hermana un poco.
Al final, Jessica y Eddy fueron bastante habilidosos para cumplir su objetivo.
Cuando el curso acaba, tomo lo que hice y salgo de la sala. Mi prima, Olivia y Britney me pasan a un lado, sin siquiera mirarme, se dirigen al comedor. Yo me voy al otro lado, hacia las habitaciones. En un rato tendré que juntarme con Félix para comer, así que aprovecharé de tomar una siesta de veinte minutos.
—¡Cami! —me grita alguien a mi derecha, que está corriendo hacia mí. Sus mechones rubios se agitan, y al terminar en frente de mí toma un respiro. Es Owen, por supuesto—. ¡Hola! Hace rato te estaba buscando.
—Hey, ¿por qué? —le pregunto.
Inhala hondo, exhala y se incorpora de nuevo, parándose firme y con una brillante sonrisa. Este chico es muy dulce.
—Quería invitarte a dar un paseo en bote —pone sus manos en la cadera—. Mi mamá y el padre de Triz nos regalaron un pase para dar una vuelta hasta uno de los islotes del territorio de Liauna —me cuenta—. Agregaron un pase para ti y para Jarek ya que él desayuno con nosotros y te mencionamos. ¿Te interesa?
Uh, por eso no vi a Jarek en el desayuno.
—Eh... no lo sé, no quisiera aprovecharme del regalo de personas que ni conozco —respondo con toda honestidad. Deben ser bastante agradable si me pagaron un pase aun sin haberme dirigido ni la palabra.
—Por eso no te preocupes, los paseos no son tan caros, de todas formas —me tranquiliza—. Vamos, seremos los cuatro con unos desconocidos más observando los hermosos paisajes de Liauna en un bote medio seguro, ¿te vas a negar? —pregunta, mostrándome los dientes, como promotor de turismo.
Me lo pienso unos segundos... No quiero ver a Jarek interactuar con Triz, pero tampoco quiero encerrarme como una asocial a no hacer nada por mi vida. Debo aprovechar este viaje por Jessica, ¿no?
—De acuerdo, no puedo negarme si me lo presentas así —me encojo de hombros.
—¡Genial! —exclama—. Almorcemos juntos, ¿te parece?, estarán mi madre y Erwin también, si es que no te incomoda. Luego nos iremos directo al paseo.
Si, me incomoda, y tengo la excusa perfecta para evitarlo.
—Lo siento, tengo un contrato inquebrantable en el que debo almorzar todos los días con mi padre.
—Entendible. Entonces nos vemos en la playa después —acepta—. Oh, ¿Qué tal si me das tu número? Para avisarte cuando estemos allá —dice sacando su teléfono.
Táctica discreta y eficaz para pedirle el numero a alguien. Le gusto a Owen, estoy segura. Sí que le interesa acercarse a mí, podría decir que hasta más que Jarek, que no deja de amargarme la existencia.
—Bueno, para que no te tomes la molestia, puedes solo decirle a Jarek que me avise.
—No, prefiero hacerlo yo —me sonríe de forma tímida, mirándome a los ojos.
¿Y si me obligo a que me guste Owen? ¿Será que así podría sacarme a Jarek de la cabeza?
—Sí, mejor que seas tú —le respondo de la misma manera, tomando su teléfono para anotar mi número en él y guardarlo.
Owen es genial. Las veces que he hablado con él no me ha desesperado, ni me han dado ganas de golpearlo, ni he sentido que quiero salir corriendo para no verlo más. No hace más que tratarme bien, ser chistoso, pero no grosero... ¿por qué no?
Lo peor que puede pasar es que quedemos en la nada y decidamos no volvernos a ver; lo mejor que puede pasar es que acabe surgiendo un romántico y lindo amor que seguirá hasta que volvamos a Malava porque, a fin de cuentas, somos de la misma ciudad. Por otro lado, si algo pasa o no pasa con Jarek, siempre tendré estancias donde sí o sí lo veré. y mejor que sea como un amigo.
Debo intentarlo al menos.
El almuerzo con Félix fue más callado que los últimos. Le pregunté algunas cosas sobre lo de ayer, y todo lo que recibí de su parte es que todavía le es pesado hablar de forma abierta sobre cómo fue en el pasado. De resto, hizo los comentarios vacíos y genéricos que siempre hace para rellenar el ambiente, hasta que todo vuelve a la normalidad y soy yo quien se va primero.
Félix, estás echándote para atrás.
Como dijo Owen, me envió un mensaje para avisarme que me estaban esperando en la playa, y que partiríamos en veinte minutos, a lo que me encaminé con nada más que mi mochila y mi vestido con apariencia de camisón. Ya para este momento mi periodo es solo una sombra de lo que fue el primer día, aunque tampoco tengo planes de tirarme al agua, por más que debajo traiga mi traje de baño.