La desgraciada semana que me enamoré de ti

Capítulo 16

¿Estás ocupada? Eso dice el mensaje de Owen, el cual mandó hace veinte minutos.

No, ¿por qué? Le respondo.

Su idea es ir a la piscina, como si la playa no hubiese sido suficiente por hoy. Me debato mucho tiempo en qué decirle; diez minutos, siendo exacta. Quiero distraerme, olvidarme de todo, por más que el haber querido olvidarme de todo hace una hora haya acarreado a un beso que no correspondí y nos metió a Jarek y a mí en una nube tensa.

Es de noche, estoy hecha un lío, quiero esconderme por el resto de la eternidad... y aún así siento que pasar el rato con Owen me puede ayudar. Cuando estoy con él no pienso tanto en el resto de las cosas, pues me saca un par de risas, actúa de forma linda conmigo y logra entretenerme con sus ocurrencias.

Le respondo que sí, así que en quince minutos nos encontraremos en la piscina más cercana a mi edificio, la cual está diagonal a este, a un lado de la entrada a la playa.

Suelto aire, sacudo la cabeza y me saco la ropa de encima para ponerme mi traje de baño de dos piezas. Encima de este pongo un vestido de tela delgada no muy suelto y tomo mi toalla. Así me encamino hacia la piscina, que a esta hora tiene todavía algo de gente, pero ni de cerca la cantidad que tenía cuando el sol estaba arriba. Es fácil encontrar a Owen, pues su cabello rubio y su corte de lado lo hace identificable al instante.

El chico me ve llegar de lejos y sonríe, yo hago lo que puedo para corresponder esa sonrisa, aunque por dentro tengo un nudo de emociones incomprensibles. Estando ya frente a él, no perdemos tiempo y nos sacamos la ropa para entrar al agua, que está siendo iluminada por focos que hay dentro de la piscina y, para ser de noche, tiene una temperatura agradable.

—¿A qué se debe que quisieras venir a esta hora? —le pregunto mientras nadamos juntos, yendo hacia la parte más honda.

—¿Quieres que mienta o que diga la verdad?

—Miente.

—No quería verte, para nada —suelta justo cuando llegamos al borde del otro lado.

Sí, definitivamente le gusto a Owen, y no tiene miedo en hacerlo notar. ¿Por qué no me causa lo que me causa Jarek? ¿Por qué no siento mariposas ni nervios estando con él, sino comodidad y tranquilidad? No hay romance en lo absoluto, solo un ambiente cálido que me recuerda mucho a lo que siento cuando estoy con Jessica.

—¿Estás bien? —me pregunta, sosteniéndose del borde con su brazo derecho.

El chico luce más que bien en traje de baño, tiene un cuerpo bien trabajado, sin ser excesivo, y su rostro es hermoso. ¡Vamos, Camille, gusta de él! ¿Qué le falta?

—En realidad, no tanto —me sincero—. Luego del paseo al islote pasaron un par de cosas desagradables —suspiro, recordando a mis padres, recordando a Jarek.

—Puedes hablar de eso si quieres —dice como un buen confidente.

—No me encanta hablar de mis asuntos personales —me encojo de hombros—. Creo que es una de las tantas cosas que están mal en mí —bromeo.

Aunque él no se lo toma como broma.

—No hagas eso —dice, casi a modo de regaño, acercándose un poco a mí.

Y su cercanía no me hace sentir nada. No quiero apartarlo, tampoco siento el deseo de que se acerque más.

—¿Qué cosa?

—Dices cosas así seguido; que no eres agradable, que tu actitud es terrible, que hay cosas mal contigo. Aunque solo sean bromas, algo me dice que de verdad piensas que no vale la pena que la gente quiera conocerte —opina— Corrígeme si me es un error.

Owen, no estás en lo cierto, pero tampoco estás equivocado.

—Siempre he pensado que decir eso les ahorrará malos ratos a otros. Es difícil que alguien me caiga bien, que alguien me parezca interesante; no quiero que se sientan mal por ello, por eso aclaro cómo soy —le quito importancia al asunto—. Prefiero que no piensen que me caen mal, sino que entiendan que soy así, que mi lejanía no es por algo personal.

—Básicamente, te ves a ti misma como un químico peligroso que viene con advertencias en letras grandes —alza las cejas.

Me rio ante su comparación, y él también.

—Es una buena analogía —asiento—. De ahora en adelante voy a identificarme como un químico peligroso, que gran idea. Llámame ''Mercurio Mulligan''.

—Hablando en serio —dice cuando ha dejado de reírse—. Eres genial, muy agradable, y bastante única, lo sabes, ¿no?

—Lo primero y lo tercero, sí. Conforme a lo segundo...

—Bueno, quien crea que no eres agradable, no te conoce —asegura.

El momento se vuelve bastante tranquilizante en este periodo turbio de mi semana, cosa que sabía que pasaría porque Owen tiene ese superpoder de apacentar todo a su alrededor.

—Siendo honesto, te escribí para pasar un rato a solas —dice luego de unos segundos—. El sábado estaremos fuera del resort, el domingo será todo lo de la propuesta... Mañana es, prácticamente, mi ultimo día de libertad aquí, así que quería lograr tener un tiempo contigo.

—Eso es lindo —le sonrío—. ¿Alguna razón por la que quieras pasar tiempo a solas conmigo? —pregunto.

Claro que la hay, porque le gustas, Camille, y este sería un buen momento para que te lo diga, y que tu le correspondas, y que deje de gustarte Jarek para que fijes tu mirada en alguien como Owen. Pero no, a ti te gusta la mala vida, ¿no es así?

—Creo que es bastante obvio, Camille —suelta una risa—. Me gustas bastante, desde el primer segundo en que te vi en la fiesta... No paraba de verte, y noté cómo alejabas a todos los que se te acercaban. Me siento feliz de que no hayas hecho lo mismo conmigo, al menos no en el segundo intento —ladea un poco la cabeza.

Luce como un niño pequeño, es bastante tierno.

—Bueno, fuiste el único que no se ofendió por mi tendencia a alejar desconocidos —bromeo. Su confesión no me ha causado nada, ni un poco de emoción—. Y acabaste siendo un chico grandioso.



#3905 en Novela romántica
#1493 en Otros
#431 en Humor

En el texto hay: vacaciones, amor odio, amor de verano

Editado: 12.07.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.