La desgraciada semana que me enamoré de ti

Capítulo 18

A veces me siento un tipo de maquina que yo misma hice, y que está programada para hacer ciertas cosas nada más, hay un límite que no cruza.

Los robots, al menos de los que tengo conocimiento, están hechos para comprender solamente los conceptos para los que están hechos. Es como el buscador con voz de mi teléfono. Casi puedes creer que tienes una conversación, pero sabes que es solo una creación con conocimiento limitado y ausencia de raciocinio. No obstante, y cruzando los límites de lo surreal, ¿qué pasaría si un día la voz del buscador de mi celular comienza a tener una introspección y se da cuenta de que su existencia siempre ha estado pactada por lo que programaron en ella? Se daría cuenta de que hay todo un mundo afuera de su ser que no conoce ni comprende, y se asustaría al darse cuenta de todo aquello, tanto que no entendería qué hacer ahora que tiene tal conocimiento.

Ok, tal vez es una mala comparación, pero se entiende, ¿no?

Hay toda una ola de emociones y experiencias que no había vivido ni pensaba vivir porque se me hacía indiferentes, y que desde que Jarek llegó me han golpeado como camiones, uno tras otro. Este tipo de amor, uno romántico más real que los otros que he tenido, ha hecho pedazos mi naturalidad, me ha arrastrado a ser especialmente desagradable con un chico que, cada vez que veo, crea en mí deseos de estar a su lado y escapar al mismo tiempo.

Me asusta demasiado estar siendo sacada de mis límites. ¿Por qué? ¿Acaso me aterra tanto el que alguien vea una faceta de mí que ni siquiera yo conozco? ¿Puede ser que se trate de un profundo orgullo a no querer ser vista como una tonta enamorada? Tiene sentido, mas no me apetece aceptarlo.

No quiero aceptarlo, pero esa voz racional que hay en mi cabeza me dice que he encontrado la raíz de todo este desastre que Jarek ocasionó. Actúo como una loca porque no quiero comprender que lo que me sucede es una lucha entre la indiferencia y el interés, que pelean a ver cuál es la que se hace notable cuando estoy frente a ese chico, y cuál responde cuando él hace algo.

Y luego está Jarek, ¡¿Qué rayos le pasa en la cabeza? ¿Acaso pensaba que estaba bien venir a mí con su actitud típica como si no hubiese pasado nada? Me enfurece que crea que puede ser igual de idiota que siempre y no piense ni un poco en cómo me siento al respecto.

Mi teléfono vibra, y hace que deje de mirar el techo luego de media hora de introspección. Enciendo la pantalla y me encuentro con el nombre de Triz, que causa un disgusto culposo dentro de mí.

¿Helados? Es todo lo que dice el mensaje.

Inhalo, exhalo y odio el segundo en que esta chica comenzó a caerme bien. No puedo enojarme con ella, ni culparla de nada. Ella no tiene conocimiento de que el chico con quien pasó la noche me gusta, y aún si lo supiese, Jarek y yo no somos más que unos complicados amigos, si es que después de lo ocurrido podemos seguir siéndolo. Triz esta fuera de este drama ridiculo, y alejarme de ella solo por eso sería una niñada de mi parte.

Además, sí quiero helados.

Concordamos en encontrarnos en la playa para, además, pasar este ultimo día en que podremos vernos entreteniéndonos con la arena y el agua.

—Deme dos de vainilla, por favor —pide Triz al hombre que está detrás del carrito de helados de crema. Este asiente mientras recibe el dinero. Tarda un minuto en tener listos ambos conos de helados.

Con estos en la mano, caminamos descalzas por la arena hasta que llegamos a unas sillas libres y nos sentamos en estas, mirando hacia el agua y a la gente disfrutando en ella.

—¿Crees que sigamos viéndonos cuando ya no estemos aquí? Es decir, vivimos en la misma ciudad —me pregunta la chica mientras le da una lamida al helado.

Ella, al igual que ayer, lleva nada mas que su bikini y un short. Yo tengo un pantalón holgado con estampado tribal y mi siempre fiel camiseta blanca sin mangas. Nuestra forma de vestir es tan distinta como nuestras personalidades, y aquí estamos, gozando de un helado a la orilla de la playa, con una tensión diminuta pero perceptible.

—No sabría decírtelo con franqueza —pruebo otro poco de helado—. Con las chicas con quienes me juntaba en la escuela nunca pasó, así que...

El día está muy soleado, hay algunas nubes en el cielo, la marea está tranquila. Todo es muy lindo, a excepción de mi vida justo ahora. Estar con Triz no me distrae demasiado.

—Eso suena desesperanzador —suspira—. Pero, digamos que te escribo para ir a la plaza y hablar sobre la vida, ¿aceptarías?

—Percibo muchas ansias de tu parte en pasar tiempo con una chica que acabas de conocer y que no ha sido la más amigable del mundo contigo —alzo una ceja hacia ella. Triz suelta una risa.

—Bueno, la verdad es que no tengo muchas amigas —ya va por la mitad de su helado. Yo lo como muy lento, tanto que se está derritiendo un poco—. Ninguna, en verdad. Las que creí tener me sonreían de frente y me apuñalaban la espalda, así que hace meses que no sé lo que es sentirme a gusto al lado de una chica.

Uh, esto se tornó algo triste, a pesar de que su expresión pacifica continua en su rostro.

—Déjame adivinar, ¿les molestaba que fueses tan directa con los chicos? ¿O alguna de ellas tenía un novio que sentía cosas por ti? —pregunto.

—Tenemos una doble ganadora —alza el puño en el aire observando su helado—. El novio de Cate, una de las chicas de mi grupo, fue algo sugerente conmigo por chat. Yo sabía que ellos salían, así que se lo dije a Cate y de allí en adelante, poco a poco, las cosas cambiaron —me cuenta—. Me trataban mal, me criticaban de forma sutil por ser tan coqueta con los chicos que me gustaban, me molestaban con esas ''bromas amistosas'' sobre lo zorra que era... Ha sido duro —concluye.

Por más que trata de hacer como si fuese un tema personal pero no deprimente, se nota por la tensión de su rostro que Triz todavía se siente dolida por ello. Es una chica real, con problemas reales, no es solo la muchacha divertida, atrevida y de carácter fuerte que he visto estos días.



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En el texto hay: vacaciones, amor odio, amor de verano

Editado: 12.07.2020

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