La desgraciada semana que me enamoré de ti

Capítulo 19

Son las ocho y media de la mañana. Triz acaba de irse porque en una hora saldrá con su familia. No hablamos demasiado para no despertar a Jessica, pero prometió que antes de irse se despediría y que sin duda me molestaría en el chat a cada rato.

Ahora estoy en la cama, con una dormidísima Jessica a un lado, y un sentimiento de paz sorprendente comparado a cómo he estado estos días.

Muy bien, Camille, ¿qué tal si pensamos de manera cuerda y objetiva lo que haremos a continuación? ¿Bien? Genial.

No hablaré con Félix, o al menos eso no está en mis planes. Ahora que pienso claramente, sé bien que por eso es que había estado tan insistente en pasar tiempo conmigo, quería ganarme para no tenerme como un problema cuando todos nos enterásemos que él y mamá están juntos de nuevo. También quiero suponer que planeaba contarme lo que sucedía, aunque tuvo unos días para hacerlo y no lo hizo, por ende, sigue molestándome mucho la idea de hablar con él.

Jarek... ¿Qué le puedo decir si es que decido hablarle? Ambos hemos actuado de manera muy tonta, y eso me disgusta mucho. Si Triz dijo la verdad y él no se acostó con ella porque en realidad solo estaba molesto ya que me vio besándome con Owen, eso no mejora las cosas, si tomamos en cuenta que reaccioné muy mal a su beso, que quise olvidarme de él usando a otro chico, que él me vio con ese chico y quiso hacer lo mismo, pero no pudo, y que luego yo le chillé como si tuviese derecho a reclamar algo. Estoy muy segura que ninguno de los dos comprende al otro en lo absoluto.

Suelto un suspiro, tomo mi teléfono el cual dejé en la mesa de noche, me cuelgo mi mochila y salgo de la habitación de Jessica, sabiendo qué es lo que debo hacer.

—Buenos días, mamá —le digo al estar frente a ella.

Llegué por detrás, así que le causé un pequeño sobresalto. Está sentada en el espacio que hay en el centro de la zona de las cabañas, en una banca lejana a la piscina. Tiene puesta su ropa de dormir, un conjunto de camiseta y pantalón blanco de algodón que sobre estos trae un suéter ya que, solo durante esta hora, hace algo de frío.

—Buen día, linda —me dedica una sonrisa.

Me siento a su lado, dejando mi mochila en el suelo. No tengo ni la menor idea de qué decirle, pero tengo que idear algo porque lo que menos quiero es seguir evitándola a ella.

—¿Desde hace cuánto? —suelto, es lo primero que se me viene a la cabeza.

—Dos meses —admite. No la estoy mirando, en su lugar veo hacia la piscina para evitar sus ojos—. Antes de eso solo nos veíamos de vez en cuando, entonces decidimos volver a estar juntos de a poco —me cuenta.

Supuse que no fue algo que surgió de la noche a la mañana.

—¿Por qué, madre, entre todos los hombres del mundo, decidiste volver con quien ya arruinó su matrimonio una vez? —pregunto, haciendo todo lo posible por no ser demasiado pesada.

—No le eches toda la culpa a él, yo pude ser mejor esposa también —se cruza de brazos—. En parte es mi culpa que lo odies tanto, creo —dice en un tono más bajo—. Por un tiempo dije cosas de él bastante malas, algunas exageradas.

—Él fue un imbécil, nos dejó, no estuvo presente en la mayor parte de mi infancia... te aseguro que no es culpa tuya que no me caiga bien.

—Bueno, ahora está aquí, y quiere enmendar todo eso. Nunca habría decidido volver si no viese que realmente ha cambiado, ¿o crees que soy una tonta que volvería con su ex solo porque sí? —me hace mirarla a los ojos.

Barbara, tú eres todo menos una tonta.

—Pensé que te gustaba la soltería —bufo, sin saber de qué agarrarme en este punto.

—Nunca dije eso —me golpea amistosamente el brazo—. Es agradable hasta cierto punto, pero no soy el tipo de mujer a la que le encante estar sola. Félix es igual, y al darnos cuenta de eso, y de que seguíamos sintiendo amor por el otro, nos pareció una tontería no estar juntos de nuevo —se encoje de hombros—. Además, Jessica ya se va de la casa, tú tienes planeado irte a Francia en unos años...

Esta conversación me bajonea un poco. Ella está en todo su derecho de rehacer su vida amorosa con Félix, no puedo ser tan egoísta como para enojarme por ello, ya que, como dice, en cosa de años yo también me iré de la casa y ella quedará sola.

Mi enojo hacia mi padre no tiene que ver con que sea un abusador, o que sea violento, según tengo entendido jamás fue así con ninguna de nosotras; lo que me repele es la ineficiencia de su rol de padre en sí, y en cómo nunca pareció muy interesado en mí hasta ahora. Viéndolo así, el problema no es que ellos estén juntos, sino que yo tendré que soportarlo más seguido.

Y eso ha sacado a relucir de nuevo mi lado egoísta.

—No me encanta la idea —me sincero—, pero si se trata de tu felicidad, lo que menos puedo hacer es aceptarlo —suspiro—. Perdón por haberte evitado ayer en el museo.

—Descuida linda, lo entiendo —me dice mientras me abraza con su usual cariño—. Sé que no te llevas bien con tu padre, yo también pasé momentos difíciles con el mío; pero créeme cuando te digo que es alguien nuevo y diferente, que ahora de verdad quiere estar presente —me toma de los hombros y acerca su cara a la mía—. Jamás volvería con alguien que fuese a defraudarnos de nuevo.

—Uno nunca sabe qué pueda pasar —suelto, con mucha desconfianza todavía.

—Sí, eso es cierto, pero yo conozco a Félix lo suficiente como para saber que va en serio —me acaricia el cabello—. Será difícil y extraño al principio, pero te prometo que pronto tú también te darás cuenta —dicho eso, besa mi frente.

—De acuerdo, está bien —asiento resignada.

Por más que siga teniendo mis dudas sobre el éxito y durabilidad que pueda tener esta relación, lo mínimo que puedo poner de mi parte es no ser una astilla en el dedo para mi madre y dejar que ella tome las decisiones que crea correctas.

—¿Hablaras con tu padre? —pregunta cuando ya estoy por irme.



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En el texto hay: vacaciones, amor odio, amor de verano

Editado: 12.07.2020

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