Unos días después, con la llegada de su periodo Pilar comenzó con las pastillas y empezó a planear contactar a su hermana, iba a ahorrar dinero y luego iría a donde ella estuviera. Fue a buscar la carta que había enviado Mel a sus padres hacía algunos años, que seguía cerrada en la casa de ellos. Después de revolver varios cajones de la casa, la encontró en la mesa de luz de su madre y se la llevó.
En la tranquilidad de su casa leyó que Mel había tenido una niña, que se llamaba Virginia, y que era dueña de su propio negocio. Que era feliz y que los amaba a todos. Nunca la habían abierto, ni siquiera ella, solo había pensado en su hermana ahora que la necesitaba. Se lamentó por haber sido tan fría y superficial, tenía una sobrina a la que no conocía y su hermana había vivido todos esos momentos en soledad.
Esa noche hizo la cena y esperó a su marido, los días que siguieron él no se mostraba muy interesado en tener intimidad con ella, Pilar rezaba para que fuera así durante un tiempo.
Los días se mantenían tranquilos, pero la casa se sentía como una bomba a punto de explotar, esa calma previa al desastre.
Una noche Ignacio llegó más ebrio de lo habitual y le hizo el amor a su esposa en la cocina. Una aterrada Pilar, rezaba para no quedar embarazada. El usaba su cuerpo a su antojo, habían días de hacer el amor, días de sexo anal y días de ambos. Pilar lloraba en el baño cada vez que ocurría, luego de ser usada. Tenía casi 27 años y jamás había experimentado un orgasmo.
Las borracheras se volvieron una costumbre, noche tras noche tenían relaciones con su marido en ese desagradable estado. Una de esas noches, justo después de cenar mientras ella trataba de lavar los platos, Ignacio se levantó de su silla, la tomó del pelo obligándola a arrodillarse de dolor, luego le introdujo su miembro en la boca hasta la garganta provocándole arcadas. A pesar de las lágrimas que asomaban en los ojos de su esposa, siguió embistiendo con toda la fuerza de sus caderas dentro de la boca de la joven mujer, hasta que acabó liberando todo su semen en su garganta y obligándola a tragarlo.
Pilar corrió al baño, vomitó la cena y todo el contenido de su estómago. Al escucharla asqueada, la saco del baño a empujones y la golpeó con fuerza en el rostro, dejándolo marcado.
Maliciosamente le dijo:
- ¿Te da asco? Bueno, entonces, vas a chuparla, pero lo vas a hacer bien, no quiero tener que pagar por algo que podés hacer vos, ya que te mantengo. Vas a chupármela hasta que acabe y te lo vas a tragar todo, lo dijo mientras le tiraba el pelo para obligarla a arrodillarse nuevamente ante él.
Así lo hizo, luego usó nuevamente su cuerpo a su antojo.
Llorando en el baño, se dió cuenta de que los abusos solo iban empeorando, ya no lo amaba y necesitaba salir de ahí. La golpeaba, abusaba sexualmente de ella a su antojo, por más que fuera su marido, eso era una violación.
Esa semana en el trabajo, cuando le preguntaron por la marca en el rostro, ella dijo que se había goleado con la alacena, nadie la contradijo. Todos pensaban que el abogado Ignacio Heller, era un hombre respetable y jamás dudarían de su caballerosidad.
Pilar se descompuso durante uno de sus turnos, y la dra. Suarez la atendió en su consultorio, le indicó unos exámenes de sangre y orina. Y algunos remedios para el malestar.
Al día siguiente la mandó a llamar a su consulta y le confirmó que estaba embarazada. Pilar comenzó a llorar completamente desolada. Sabía que su destino estaba signado por esa criatura. Ni por asomo tenía la valentía de su hermana, en la que no dejaba de pensar ni un solo día.
Unos días después le contó la noticia a su esposo, este se mostró orgulloso, para su sorpresa comenzó a hacerle regalos inesperados como perfumes, flores, chocolates y a atenderla. En el fondo de su corazón se ilusionó con que quizás podría mejorar todo, que tal vez esa bebé cambiaria las cosas. Quizá ella también tenía la culpa por no estar siempre dispuesta a explorar los gustos sexuales de su esposo y siempre contradecirlo. Así fue que por el espacio de 3 meses la vida de pilar se volvió un poco lo que ella había soñado tanto tiempo.
Por esos días un nuevo médico se sumó al plantel del hospital, Marcos Achával, un hombre de mediana edad que había perdido a su esposa un año atrás y estaba criando una hermosa niña de rulos rubios en soledad. No pasó desapercibido para él, que la joven evitaba todo contacto con cualquier hombre y se imaginó que tenía que ver con celos en su matrimonio. Había visto cuando venía a buscarla Ignacio al hospital y la tomaba como un objeto de su propiedad, no como un hombre enamorado que va a recibir el regalo de ser padre. En su interior pensaba en la suerte que tenían algunos hombres de poder tener a la mujer que amaban a su lado.
Con el correr de los días, se hizo amigo de Pilar, ya que ella lo asistía en la consulta. Ignacio nunca dijo nada, porque vió que el hombre era muy serio y jamás se mostraba cercano a su esposa. Tampoco era idiota como para hacer un escándalo en público, pero si le insinuaba a diario a su esposa que dejara de trabajar o bien pidiera un traslado para asistir en neonatología o algún lugar donde no estuviera rodeada de hombres. Lo que en un principio fue una sugerencia, se convirtió en una demanda explicita.
Así la situación, ¨Pilar disfrutaba de las charlas con Marcos en la consulta, quien siempre fue un leal amigo y jamás preguntó nada a pesar de notar su tristeza. Un día cerca de la hora de la salida, con una Pilar embarazada de 5 meses, llegó Ignacio a buscarla en su coche. Mientras bajaba observó que Pilar era sostenida por el Dr. Achával y la levantaba en sus brazos para llevarla dentro de su consultorio. Sin más que decir, hirviendo de celos se marchó a beber donde lo hacia todos los días.
Pilar había sufrido una descompensación propia de su estado y el Dr. Achával al ver que se desvanecía la levantó y la atendió en su consultorio. La dra. Suarez pronto llegó y luego de chequear que todo estuviese bien, le dijo a Pilar que podía marcharse a su hogar, pero que debía descansar. Se sorprendió al ver que su esposo no hubiese venido por ella, pero llamó un taxi y se marchó alegre de que todo estuviera bien con su pancita.