Se escuchaban los sollozos en la sala de espera; Javier sostuvo a Johanna, Cam se abrazó a Ger y Vir fue sostenida por Mel. Con el corazón deshecho, no podía articular palabra.
Sus ojos no dejaban de llorar. Quería gritar, aullar de dolor, pero no poseía la fuerza para hacerlo, la angustia cerraba su garganta. La pena la sofocaba y recorría sus entrañas. Peor aún, esa sensación de desconsuelo, la acompañaría durante mucho tiempo.
Quedaba tanto por hacer y por decir, pero ya no hubo tiempo para nada más; para más te amo, para más caminatas bajo la lluvia; para consejos, para más amor, viajes y planes. ¿Dónde van todos esos planes y proyectos cuando uno de los dos integrantes de una pareja se marcha?, pues el que queda los carga en el corazón, algunas veces como tesoro, otras como un gran peso que duele más de la cuenta. Ahora ya no habría besos, ni charlas, risas, o bailes en el comedor. No habría vino blanco ni cenas en la isla de la cocina. No habría esperas o bromas en la ducha. Solo ausencia. Ya no vería la sonrisa de su persona favorita en todo el universo; sin él, ya no habría más vida.
A su alrededor todos comenzaron a utilizar los teléfonos, ella no tenía a nadie a quien llamar, puesto que siempre su primer llamado, ese llamado especial, era para él. No se imaginaba un mundo, SU MUNDO sin su compañero . Solo quería estar de nuevo a su lado. Era un error, por dios tenía que serlo. El Dr. saldría y les diría que estaba bien. No, no podía irse así, tan pronto no, se lo había prometido...
Alguien la tomó de la mano y la llevo a un auto, llegaron a su casa y la bajaron. En algún punto tomó conciencia de que no estaba caminando, la cargaban. La depositaron en su cama , Mel se tumbó a su lado y la abrazó. Escuchó un grito, sonaba como el sollozo de un animal herido, ¡oh x dios! tardó unos segundos en darse cuenta de que ese doloroso sonido provenía de ella misma....
El llanto la había arreciado, Fede la había cargado hasta la habitación porque estaba en shock. De ahí en más sus realidad se tornó borrosa. En algún momento de una forma imposible de recordar con claridad, llegó a la sala velatoria, tan pulcra y fría; firmó papeles, observó todo a su alrededor sintiéndose en una pesadilla. Ésta era una sensación que no se iba, la sensación de que despertaría y nada de esto estaría sucediendo. Pero no, no despertaba, era la cruda vida real que les había jugado una mala pasada a dos personas que se amaban tanto.
Luego de un momento perdida en sus pensamientos, se encontró a sí misma eligiendo un cajón para alguien que no debía usar uno en muchos años. Con la poca claridad mental que mantenía, decidió que no tenía el valor de elegir una cremación. Quería poder llevarle flores y hablar con él, aunque fuese así. Unas horas después volvió a la sala, ya estaba todo listo. Miró a Cam sin verla realmente, como a todos los demás. Mientras sentía que muchas personas la abrazaban, oh por dios todos la abrazaban... tenían que dejar de hacerlo, ya no lo soportaba. Caminó lentamente hacia el cajón, finalmente lo vió, estaba hermoso como un ángel dormido. Tenía puesta la ropa que le habían pedido escoger unas horas antes y el crucifijo que ella le compró durante su viaje reposaba sobre su pecho. Tal cual le prometió, lo usaría toda la eternidad. Su rostro se veía tranquilo. No, no podía estar ahí adentro de un ataúd, no debía estar ahí... Ella no entendía por qué estaba pasando esto, no llegaba a pensar con lucidez, de a poco la abandonada. Solo se acercó a él, tomo su mano, ahora fría y exánime, la besó. Le besó también la frente y le dijo cuanto lo amaba. Además, le dijo:
- "No voy a olvidarte, no puedo olvidarte, te voy a amar toda mi vida. Siempre vas a estar en mi corazón. Sos mi único amor. Gracias por darme tanto, no debías irte aún, tengo tanto amor adentro que es tuyo..."
Porque, aunque el ya no estuviera, no se había llevado su amor, lo amaba con la fuerza de un huracán. El era el amor de su vida. Era demasiado triste ver a Vir tan destrozada, cuando apenas unos días atrás ambos eran tan felices.
La escena no pasó inadvertida para nadie, Johanna en la otra punta estaba completamente despedazada. Había perdido a su hijo, a su pequeño gran amor, quizá Virginia era la única que podía comprender el tamaño de ese dolor. No existe nadie que sienta la pena de le muerte, como quien pierde a un hijo. Johanna estaba al borde de la locura. Lograba mantenerse en el lugar sin venirse abajo estando muy sedada. Amaba con mucha intensidad a su hijo y amaba también a la chica que él había elegido para ser su esposa, la bella Vir, quien le había regalado los mejores años de su vida y le había ofrecido un inmenso amor. Viéndola tan cerca del féretro, como perdida, pensó en el padecimiento de la joven, a quien no deseaba ver sufrir así.
Vir se sentó a un costado de la sala, perdiendo la noción del tiempo. No quería hablar con nadie, no soportaba hablar, le dolía cada célula de su ser. Sus ojos no podían abrirse del todo, porque el llanto había hecho estragos y estaban tan hinchados que se habían desfigurado.
Esperó en el sombrío rincón a que pasaran las horas, sumergida en su mundo, no escuchaba a nadie, a pesar de que veía que las personas se le acercaban y le hablaban, estaba en trance. De nuevo, alguien la orientó hasta su auto. Con los ojos apenas abiertos, miró hacia un costado, vió a Nico con Andy. Sus ojos apenas veían, pero reflejaban un dolor inhumano; a pesar de todo, seguían llorando sin que pudiera controlarlos.
Nico conducía su auto mientras Andy se sentó atrás con ella, Vir cargaba una rosa en sus manos. La tomaba con tanta fuerza que las espinas se clavaban en sus manos, pero ella no las sentía. Andy se preocupó al ver correr un hilo de sangre, pero Vir parecía no percibir ninguna molestia. Era tan grande el dolor y vacío que sentía en su pecho, que no registraba ningún otro dolor. No había espacio para más.