La distancia que nos separa

Capítulo 34 - Desaparecida 2

Al llegar al motel, Virginia y Germán pudieron observar que los policías habían logrado ingresar. Habían encontrado a Gimena muy tranquila viendo televisión y fumando mientras Roma lloraba desconsolada sobre la cama, solita.

Virginia se acercó desesperada a la ambulancia luego de preguntar donde se encontraba su hija; a Roma la revisaba la médica a cargo, la joven madre casi pierde el corazón. Entonces la vio a Gimena desde lejos, gritar e insultarla completamente desencajada. Poco le importó lo que la mujer gritaba, en ese momento, solo tenía ojos para su niña.

Germán subió a la ambulancia a revisar a la niña, mientras todo era un caos alrededor. Si bien sabía que la estaban atendiendo correctamente, no iba a poder calmarse hasta no verla y revisarla el mismo. Necesitaba saber que Roma estaba bien.

La niña vio a su mamá y le estiró los bracitos, tenía los ojos rojos de tanto llorar y estaba sucia, Virginia llevaba una mochila con las cosas de la niña y las propias. La abrazó con maternal dulzura, la limpió con toallas húmedas, la cambió, la besó e intentó de que se calmara abrazándola con dulzura, mientras le besaba la cabeza y le decía cuanto la amaba.

La Dra.  les informó que la niña tenía algunos golpes, uno era notorio en el rostro y había hinchado levemente su boca. Les sugirió llevarla a la guardia de un hospital, pero ellos quisieron trasladarla por su cuenta para elegir el lugar de atención. Mel estaba en camino junto a Fede. Luego Germán la tomó en brazos y la consoló también, con todo el amor que le tenía, daría su vida por esa niña sin dudarlo un minuto. Virginia lloraba de impotencia al imaginar que esa bestia había golpeado de alguna manera a su bebé.

En un ataque de furia, ya incontenible, Virginia bajó de la ambulancia y se dirigió decidida a donde estaba parada Gimena, la mujer esposada era sostenida por una oficial de la policía, sonreía cínicamente cuando la vió acercarse a Virginia

- ¿Qué querés? ya tenés lo querías, a mi marido y forman una adorable familia

- ¡Loca de mierda! le dijo Virginia y le asestó una feroz cachetada que le lastimó la boca haciéndole saltar sangre de los labios. La uniformada las separó

- Vos sos una rompe hogares

- ¡Yo al único marido que quiero, es al mío! Y no puedo tenerlo, vos tenías la suerte de tener al hombre que en teoría amas y destruiste todo. Vos sola rompiste tu hogar, yo no quiero nada con tu marido, yo amo a mi esposo, aunque no esté, también te apreciaba Gime, al menos te respetaba. No sé qué te pasó, qué fue lo que te llevó a todo esto, pero vos sola alejaste a las personas de tu lado y en mi caso, si volvés a acercarte a mi hija, vas a lamentarlo, te lo prometo.

Germán las observaba desde lejos con Roma en los brazos, cuando Virginia se acercó nuevamente a él, le extendió a la niña, pero Roma se abrazó a su cuello, Virginia sonrió ante el cariño de la niña por su tío, ella necesitaba a su papá, Virginia también.

- Vir yo entiendo si estás enojada, pero por favor no me alejes de Roma, ella lo es todo para mí.

- Ger, si querés ir a hablar con ella andá, o si simplemente querés acompañarla, yo lo entiendo. Pero déjame decirte algo con honestidad; yo no soy nadie para juzgar tu vida o darte consejos, igual voy a hacerlo: con ella nunca vas a ser feliz, yo quiero que estés en la vida de Roma, es evidente que para ella sos su papá. Pero Gimena es destructiva, por lo cual, si seguís con ella, nosotras vamos a alejarnos. Perdón, pero no voy a arriesgar a Roma nunca más, como tampoco le voy a dar otra oportunidad por más enferma que esté. Eso no es enfermedad solamente, ahí también hay odio. Eso no lo va a curar ningún tratamiento ni medicación.

- Por favor no la alejes de mí, ni de mi familia

- No quiero hacerlo Ger, pero así no y no puedo tomar tus decisiones, pero tampoco quiero sufrir ni que mi niña sufra de nuevo, creo que ambas hemos tenido más que suficiente, yo, en particular, creo que después de perder a Gabriel, he pagado el peaje de sufrimiento de toda una vida.

- Te entiendo igual, porque tenés razón. El divorcio era una decisión tomada, incluso antes de esto; yo ya no la amo, lo intenté todo. Pero no puedo, solo deseo que se reponga, que pueda seguir con su vida. ¿Me crees?

- Es que no me debés ninguna explicación, solo quiero tu felicidad y la de mi hijita también, principalmente su seguridad. No solo se la llevó, sino que la golpeó, ¿entendés eso? No voy a permitir que nunca vuelva a acercarse a ella, si lo hace, soy capaz de incendiar el mundo a sus pies.

- Lo sé Vir, en éste punto, creo que te daría el combustible, dije sonriendo

Comenzaron a caminar hacia el auto que se estaba deteniendo, eran Mel y Fede. Ellos los llevarían al hospital con la niña. Germán iba con Roma en brazos y Vir a su lado. Ger la abrazó con fraternal cariño, Vir lloraba mientras tomaba la manito de su hija y le dijo con sincero afecto:

- Sos mi hermano, sé que te va a llegar un amor sano, uno que te llene y te devuelva todo lo que das

- Ya he perdido las esperanzas, ha sido tan difícil todo esto, no sé cómo paso, te juro que no sé cómo terminamos acá

- Simplemente dejálo ir Ger, la vida te va a recompensar con el amor que merecés

- Con mi familia y mi pequeña Roma por ahora me alcanza, ¿tenés claro Vir que para mí ella es mi hija? ¿eso no te molesta?

- No, al contrario, ella te adora y no me molesta en absoluto. Siempre vas a poder estar en su vida, guiarla, amarla, pero por supuesto quien esté a tu lado, deberá amarla y respetarla

- En eso pensamos igual

La última escena que vió Germán antes de subir al auto, luego de darle a Vir la niña, fue la de una fría Gimena, esposada, sentada en la patrulla mientras los oficiales terminaban el papeleo. Después de esa noche, nunca volvió a hablar con ella o verla. Supo que luego de una extensa estadía en prisión, obtuvo libertad condicional y se mudó con las autorizaciones pertinentes, al Sur del país.




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