La distancia que nos separa

Capítulo 35 - El tiempo pasa

Las semanas pasaban rápidamente, convirtiéndose en meses, Roma comenzó a hablar con una claridad inesperada muy pronto y una voz preciosa que enloquecía a sus seres queridos. Sus abuelos sentían un amor más allá de toda razón por ella. No querían perder ni un minuto de la vida de su nieta. Ellos Le pidieron permiso a Vir para llevar a la niña una semana de vacaciones, pero ella no pudo hacerlo, les explicó que Roma era muy pequeña aún y no podía separarse de la niña. Gracias a Dios, Germán siempre era un aliado en sus decisiones, incluso compartían algunas de ellas. Nunca se imaginó la fuerte presencia de él en la vida la pequeña, quien le decía papá, él se derretía cada vez que la oía.

Germán había anotado en lista de espera en una de las mejores guarderías de la ciudad a la niña, quería que recibiera la mejor educación posible, le había contado a Virginia, quien le había agradecido genuinamente ya que no tenía ni idea donde enviar a la niña para comenzar la escolarización. Literalmente compartían la crianza, lo que también provocaba que compartieran el tiempo de la pequeña. Eso se fue incrementando con el correr de los años, cuando Roma comenzó a quedarse en la casa de su papito Ger, como comenzó a llamarlo cuando fue creciendo.

Por esos días, Germán le contó a Vir que finalmente había comenzado una relación formal con Karen y eso le dió mucha alegría. Karen era una mujer hermosa por dentro y por fuera, entre ellas se adoraban. Entendía a la perfección la relación de la niña y Germán, por supuesto estaba cautivada por la preciosa pequeña, quien le robaba el corazón a cualquiera que se acercase.

Virginia tuvo un solo sobresalto durante su último año en la universidad, fue que Roma contrajo una bacteria pulmonar y pasó algunos días internada. Siempre había sido una niña muy sana y por supuesto el mundo de la familia se puso de cabeza cuándo esto ocurrió.

Vir no se separó de su lado, al cabo de unos días la niña volvió a su casa, Ger las acompañó las primeras noches, porque no estaba tranquilo sabiendo que podía necesitar algo su pequeña princesa.

Los cumpleaños de todos volvieron a festejarse y la casa de Vir volvió a ser un lugar donde todos se encontraban y visitaban a diario. La niña era muy sociable y le encantaba que en su casa siempre había calor de hogar, amigos, familia y amor.

Durante ese último año de universidad Vir batalló con un insistente Benjamín que no se daba por vencido, accedió a almorzar con él en un local de comida rápidas una vez y eso le dio algún tipo de esperanzas que se chocó con la realidad que se negaba a ver, Vir no estaba enamorada de él ni de nadie, no debería seguir persiguiéndola. Algo que se le hizo complicado de llevar a la práctica, aunque Vir lo rechazara y Ani lo alejara. Fue Nico quien intervino una noche que la vio desbordada ante los insistentes llamados e intromisiones del joven, le dijo que no molestara, le aclaró varios temas. Fede lo acompañó a hablar con él. Nadie iba a molestar a su querida Vir, después del infierno que había vivido.

Virginia cumplió 23 años, poco después Roma cumplió 2 años, lo celebraron juntas como nueva tradición que no perderían hasta que la chica fuera más grande.

Ese verano, luego de rendir las últimas 3 materias, Virginia se recibió de veterinaria. La graduación fue maravillosa, su madre lloró de alegría junto a Fede, ellos sabían lo mucho que había atravesado para llegar allí. Dieron una fiesta para celebrar, junto a Ani y sus padres. Virginia se sentía muy feliz, pero lo que más anhelaba era tener a su lado a Gabriel en ese momento, como en tantos otros que se convertían en agridulces por su ausencia. El siempre la había apoyado en todos sus sueños, en el comienzo de ellos; él creía en ella más que nadie, aun asi, no podía compartir sus victorias junto a la persona que la había armado de valor para ir tras esos sueños.  Pero no podía resignarse a la tristeza, no, de ninguna manera, Roma era un potente motor para lograr más sueños juntas y ser felices.

Tiempo después comenzó con las prácticas profesionales para que le dieran el título, y así la niña se encontró casi cumpliendo 3 años, luego de los 24 de Vir.

Por primera vez se animó a llevar a su hija nuevamente a la tumba de Gabriel, a pesar de que ella iba semanalmente. En ese lugar le contó que él las había amado y había tenido que partir antes de tiempo porque estaba enfermo, pero que siempre sería su papá, aunque ella tenía la suerte de tener a su papito Ger. La niña le dejó flores y le tiró un beso al aire, ella ya sabía que su papá era un ángel que la cuidaba desde una estrella, según le relató a su mamá, su abuela se lo había dicho.

- Así es mi cielo, desde la estrella más brillante

- ¿Y cuál es la estrella más brillante mami?

- Mmm, creo que Sirio o Alfa Centauri

- Tienen nombre las estrellas

- Así es preciosa, tienen nombre

- Hay una con el nombre de mi papá? una que es su casa?

- No lo sé cariño, pero hay muchas en el cielo, y todas brillan cuando sonreís

- Me gustaría verlas

- ¿Cuáles mi amor?

- Las que nombraste mamita

- Le podemos pedir al tío Lu que nos muestre con su telescopio, porque él siempre ha tenido fascinación con el cielo

Roma festejó la idea de su mamá, le dijo también que le hubiera gustado mucho conocer a Gabriel, pero que estaba feliz de que le hubiera dejado a su papito Germán para cuidarlo, porque ella lo cuidaba a él. Virginia sonreía ante la dulzura de la niña, ambas se despidieron de Gabriel y se marcharon de la mano hacia el auto.

Luego de algunos días, partieron de vacaciones a las Cataratas del Iguazú, un hermoso lugar en la provincia de Misiones, al límite con Brasil. Son un conjunto de cataratas inmersas en un paisaje natural bellísimo. La mayor atracción es la garganta del diablo, donde el agua cae con una velocidad y fuerza inigualable. Recorrieron la pasarela para ver de cerca las cataratas de la mano, el agua las salpicó y rieron juntas. Tomaron sol en la piscina del hotel y jugaron hasta cansarse. Compraron artesanías en la plaza y bailaron al son de la guitarra de un artista callejero. Fueron las mejores vacaciones del mundo. A partir de esta experiencia, Virginia se animó a irse siempre que podía con su hija a un nuevo lugar, solo las dos. Cada año en invierno iban a esquiar con sus amigos y en verano conocían lugares. El próximo año, irían a la playa de las Grutas que Vir había querido conocer siempre.




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