La donante: extras

Vinculo

Lo observo desde el extremo opuesto del lugar, noto como su mirada se dirigía hacia la puerta y ahí la vio. Gema. Quien en compañía de Elina se disponían a dejar el salón. A pesar de la conversación que habían tenido hacia un par de noches, siempre sus ojos estaban en ella. No le odiaba, todo lo contrario, puesto que ella parecía completamente ajena y desde luego que él jamás traicionaría a su mejor amigo. Pero el sentimiento de incomodidad permanecía ahí, lastimando.

―Es difícil compartir ¿verdad? ―Esbozo una ligera sonrisa ante el comentario de Anisa. Ni siquiera se preguntó cómo es que no se había percatado de su presencia.

― ¿También lo es para ti? ―Le devolvió la pregunta, intentando desviar el tema. Anisa sonrió con sorna y se encogió de hombros.

―Aunque no lo diga, aun siente algo por ella. Y lo demuestra más aun cuando están juntos.

Irina asintió volviendo a mirar a Uriel, quien ahora conversaba con Alix, una vampiresa de segunda clase. Alguien que formaba parte de su lista. Recordó la mirada de menosprecio que Vasyl y Mires le dedicaron el día anterior y de nuevo las dudas surgieron. Para la mayoría de fundadores, ella era alguien sin valor, por el simple hecho de no conocer su naturaleza. Desde luego que resultaba incomodo, pero en realidad, lo que le preocupaba más, era el hecho de que él hubiera entregado ya su corazón y que sus sentimientos nunca pudieran ser correspondidos.

―Le importas demasiado ―dijo de pronto Anisa tomándola por sorpresa. Su compañera no era muy dada a intervenir, pero seguramente leyó las dudas en su rostro y eso le hizo sentir deprimente. Tenía que dejar de lado esos sentimientos―. Debiste ver su expresión cuando no te encontró con nosotros y supo que estabas dentro del muro.

Irina la miro sin responder. Era verdad que él mostraba interés por ella. Celos, que quizás solo podrían deberse solo al hecho de pertenencia que por naturaleza los vampiros tenían con su alimento.

―Creo que deberías cuidarlo ―dijo sonriendo y señalando a Pen, quien parecía salir también―. No lo digo por ella, sino por alguien más que desea hincarle diente.

Anisa gruñido. Y dio un paso a la salida.

―Vamos. Al menos podrás distraerte y dejar esa expresión ―la insto. Irina asintió y la siguió a la salida del lugar.

"¿Adónde vas?"

La pregunta de Uriel llego clara a su mente, a pesar de todos los sonidos y pensamientos que había en el ambiente pudo percibir su inquietud. Aun así, no causo el mismo efecto que siempre.

"Por un poco de aire, señor". Respondió con naturalidad.

"Quiero hablar contigo". La seriedad de su orden la tomó por sorpresa. ¿Estaba molesto? ¿Por qué razón? "Te espero esta noche".

"Si, señor". Contesto intentando sonar despreocupada.

Tenían dos noches sin verse, después de su última conversación que no termino de buena manera. El tema de siempre, no era capaz de definir sus sentimientos y la situación comentaba a hastiarla. A veces se sentía como su escape, un buen polvo y alguien a quien controlar, solo eso. Suspiro resignada y observo a Anisa, quien le había tomado algunos metros de delantera y la miraba notablemente ansiosa.

―Ve ―dijo disminuyendo el paso hasta detenerse a mitad del pasillo. Esa era una de esas noches en las que su humor estaba un poco decaído. No le apetecía sonríe y fingir que todo iba bien como siempre lo hacía―. Ahora te alcanzo.

―Como prefieras ―contesto Anisa, desapareciendo. Vaya que tenía urgencia. Pensó comenzando a moverse sin un rumbo fijo.

De pronto su mente se quedó en blanco. Fue como si hubieran golpeado su pecho, como si sus pulmones se quedaran sin, como si de pronto su cuerpo no le perteneciera. Una sensación completamente nueva la paralizo. Trago de golpe y miro en torno. Estaba sola en alguna parte, pero todo se veía distorsionado.

¿Qué estaba ocurriendo?

Su pálido cuerpo se sacudió y sus ojos se abrieron demasiado. Ahí estaba. Lo que tantas veces había escuchado sin haber podido experimentar desde que cambio. El vínculo. Ese lazo que unía a un vampiro a su creador. Su señor acababa de hablarle, de darle una orden. Algo que no deseaba pero que sabía tendría que cumplir.

"Tráeme a la chica".

No. No puedo hacerlo.

"Es una orden". El peso de sus pensamientos resultaba abrumador y aterrador.

A pesar del temblor que sacudía sus manos, logro extraer el pequeño cuchillo que siempre llevaba consigo. Lo miro fijamente. Antes que traicionarle, prefería morir.

"Ni siquiera lo pienses". Dijo la voz con burla.

Dejo caer las manos derrotada.

"No tengo que repetirlo. Obedece". Ahora era malestar lo que trasmitía, pero a pesar de eso, lo único que quería era llorar.

Sabía lo que pasaría si lo hacía. Todos la odiarían. Anisa, Alain, Uriel, pero sobre todo, le estaría fallando a Armen y a ella, Gema.



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En el texto hay: amor, ladonante, extras

Editado: 16.03.2019

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