La donante: extras

El barranco

Derivar repudiados no implica mayor esfuerzo para Pen, lleva años haciéndolo. Sus movimientos son torpes y descoordinados, así que prácticamente el filo de la espada hace todo el trabajo cuando ellos se arrojan sobre él. Sin embargo, los impuros son totalmente otra cosa. Demasiado veloces y ágiles, tanto que incluso le resulta casi imposible ver sus movimientos. Hunde el filo de su espada en el pecho de un repudiado que parece haber sido un hombre mayor, lleva una camisa azul y solo un viejo zapato. No le toma importancia, ya no lo hace. Da un tirón a la empuñadura de la espada y ve como cae su cuerpo al precipicio. «Una más» piensa mientras sus ojos viajan hacia el final de la ladera. Donde los caballos se pierden, seguidos por un grupo de impuros que intentan afanosamente darles alcance. Es consciente de que Gema ya no es aquella niña desprotegida que conoció y que tampoco está sola, no obstante, una parte de él se siente inquieta y no puede evitar afligirse.

El golpe de un repudiado que intenta alcanzar su cara lo regresa a su realidad, a la batalla que libra junto a sus acompañantes. Logra sacárselo de encima con habilidad, pero un impuro parece haberlo puesto en la mira. Levanta su espada, listo para golpearlo, pero su pie resbala. Ni siquiera se ha dado cuenta que instante ha llegado al borde. Sin poder evitarlo, su cuerpo se tambalea.

― ¡Mierda! ―Maldice antes de que al suelo desaparezca debajo de sus pies y su cuerpo caiga al abismo.

― ¡Pen! ―Grita Alain al darse cuenta de lo que ocurre. Se encuentra unos metros arriba, intentando ocuparse de los repudiados que se precipitan por el sendero― ¡Pen! ―Repite desesperado luchando por librarse de sus atacantes― ¡Maldición! ―Con impotencia ve desaparecer el cuerpo del chico, justo cuando otro par de repudiados se agolpa a frente a él.

Nadie salvo Anisa, parece haberse percatado, además de ser quien se encuentra más próxima al borde. Mira al chico que lucha desesperado por poder ayudar a su amigo y luego hacia el vacío. Duda un instante, pero se libra de su atacante.

― ¡Yo me encargo! ―Anuncia lanzándose. No desea hacerlo, pero justo ahora necesitan aliados y además, Armen ya pidió antes que lo hiciera, así que podría reprocharle no haberlo hecho, por Gema. Maldice para sus adentros y comienza a descender dando saltos mientras sus ojos lo buscan. No está demasiado lejos, pero tampoco tiene mucho tiempo para darle alcance― ¡Maldición!

Pen cae dando tumbos, siente como las rocas golpean todo su cuerpo e incluso rasgan su piel. Sabe que si no consigue un punto de agarre, le espera una muerte segura. Quedan unos metros antes de que las rocas desaparezcan. Intenta no soltar su espada al mismo tiempo que busca algo a lo que sujetarse. Logra que su espada se clave en una saliente y con desespero se aferra a una de las rocas, pero el peso de su cuerpo es demasiado y la superficie se desprende sin más. Su vida pasa frente a sus ojos. Se prepara para caer al vacío, pero antes de que suceda, una mano logra sostenerlo.

―Te tengo ―Dice con una sonrisa lasciva. Pen no puede evitar arrugar el ceño al ver su rostro. De todas las personas o criaturas que habrían podido salvarlo, ella es quien menos desearía que lo hiciera, pero está ahí, sujetando su brazo. Salvándole la vida. Ella su enemiga― ¿Quieres que te suelte? ―Pregunta burlona al adivinar sus pensamientos.

Pen chasquea la lengua. Pero no tiene tiempo para pensar en una buena respuesta y debatir su ironía, pues justo ve descender un impuro.

― ¡Detrás de ti! ―Exclama al ver al impuro listo para atacarla.

¡Maldición! ―Anisa tira de su mano y lo pega a su cuerpo. Necesita al menos uno de sus brazos libres para hacerle frente.

―La espada ―Dice él entregándosela. La toma sin perder tiempo y se gira de frente al vampiro. Sin embargo está demasiado cerca y la espada es demasiado larga, no podrá acertar.

― ¡Sujétate de mí! ―Le ordena dando un salto, que consigue apártalos del impuro, quien muestra sus colmillos de modo amenazante preparándose para una segunda arremetida.

A pesar de la situación en la que se encuentran, Pen no puede ignorar el roce de su pecho contra el suyo. Cosa que le recuerda que es una mujer quien lo carga como a un bebé y por si no bastara, es una sanguijuela. En tanto que los pensamientos de Anisa se concentran en analizar mentalmente sus opciones. Si estuviera sola no le resultaría complicado subir hasta la brecha, pero con el peso de él y los impuros y repudiados que se apiñan en todo el borde, sería un suicidio. No lograría sacarlo sin que alguno lo alcanzara.

―Prepárate ―Le susurra apuntando al impuro con la espada. Pen la mira confundido― Vamos a bajar ―Anuncia asestado un golpe al impuro, quien se impacta contra las rocas.

― ¿Bajar? ―Pregunta horrorizado Pen.

―No podemos subir ahora ―Explica pendiente de los movimientos del impuro que se recupera con rapidez y se alista para embestirlos de nuevo. Pen levanta la mirada y comprueba sus palabras. Se encuentran varios metros debajo de los demás y hay demasiados vampiros en su camino.

―Puedo hacerlo yo ―Anisa suelta una carcajada burlona.

―No me arriesgare a que me culpen de tu muerte ―Dice muy segura― Sostente y no llores ―Aumenta la presión sobre su dorso, haciendo que sus senos se compacten más contra su pecho, y comienza a descender dando saltos entre las rocas.

Pen contiene el aliento, admirado por su destreza. Ambos están demasiado inmersos en sus movimientos, que no se percatan de nada hasta que los impacta. Uno de los cuerpos que caen desde la brecha los golpea desestabilizándolos.



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En el texto hay: amor, ladonante, extras

Editado: 16.03.2019

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