La Ecuacion De Mi Hogar

Capítulo 17: La Paz del Hermano Menor

El ruido en la casa Salas había vuelto, pero ahora era un sonido más genuino. Las risas ya no se sentían forzadas. Sin embargo, Manuel, a pesar de la alegría superficial de la reconciliación, aún llevaba una sombra de cautela. Su inocencia había sido herida por el miedo a la pérdida.

Beatriz lo encontró una tarde en su habitación, enfrascado en un videojuego. La escena era normal, pero su postura era rígida.

—¿Tienes tiempo para tu hermana, o estás muy ocupado salvando el mundo? —preguntó Beatriz, sentándose a su lado en la alfombra.

Manuel pausó el juego, un acto que demostraba la seriedad del momento. —Depende. ¿Necesitas ayuda con alguna matriz?

—No. Necesito ayuda con mi corazón —dijo Beatriz, hablando con la simpleza que él necesitaba escuchar—. Sé que tienes miedo, Manu. Y quiero hablarte sin mentiras.

Beatriz le explicó que su búsqueda había terminado. Le describió la última dirección, el solar baldío, y el sentimiento de nada que había encontrado.

—No hay otra familia esperándome. Mi hogar está aquí. Y no voy a irme.

Manuel dejó caer el mando del videojuego. Sus ojos de doce años estaban llenos de una mezcla de alivio y confusión. —¿Pero la sangre, Beatriz? ¿La biología? Mamá dijo que…

—La sangre no importa —lo interrumpió ella, tomando sus manos pequeñas y aún infantiles—. ¿Recuerdas la vez que me rompí la pierna en el campamento y no dejabas de llorar hasta que volví a casa? ¿O cuando me ayudaste a esconder la nota horrible de tu examen de matemáticas, y nos castigaron juntos?

Manuel sonrió ante el recuerdo de su travesura compartida.

—Esos momentos, Manuel, nos eligieron a nosotros. No a nuestra sangre. Nuestro lazo es una elección, no un accidente. Eres mi hermano porque me defiendes, porque me haces reír, y porque sabes que la salsa verde pica demasiado.

Manuel se lanzó a abrazarla. No fue un abrazo de un niño que se aferra, sino uno de alivio y certeza. El miedo se había ido.

—Prométeme una cosa, Beatriz Salas —dijo Manuel, separándose, con una seriedad que no le conocía—. Que si vuelves a buscar algo, será el botón para apagar el altavoz de David cuando está alardeando.

Beatriz se río con ganas. El regreso a la normalidad, a la camaradería juguetona, era el verdadero cierre.

—Te lo prometo, mi pequeño protector. Y si un día decides meterte en un lío en la escuela y no quieres que mamá se entere, yo seré tu coartada.

El pacto se selló con una sonrisa. La inocencia de Manuel había sido restaurada por la madurez de Beatriz. El drama del secreto había reforzado el lazo entre ellos, transformando la hermandad de un hecho a una elección consciente. Beatriz se dio cuenta de que si Manuel, el más vulnerable, la había perdonado y elegido, su familia era verdaderamente inquebrantable. Ella había encontrado su paz.




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