La Elección

Capitulo 67

Las tropas estaban siendo desarmadas, y los líderes militares de Henry, incluido el General Damián, se reunieron en el centro del salón para discutir el éxito de la campaña y los próximos pasos.

-Nuestro triunfo sobre Terán asegura nuestro poder. Sin embargo, no podemos permitirnos bajar la guardia. La lealtad del ejército de Terán aún es incierta, y debemos estar preparados para cualquier intento de rebelión.-Levantándose de su trono con autoridad

-Majestad, he comenzado a integrar a los soldados de Terán dentro de nuestras filas. Les hemos asignado líderes de confianza para vigilar de cerca sus movimientos.

-Henry, aunque la victoria fue contundente, debemos pensar en las consecuencias políticas. El control de un reino conquistado no es tan sencillo como ganarlo en la batalla. Los nobles de Findara y Terán podrían cuestionar nuestro dominio.-Comento el Lord Archie.

Henry giró hacia el Duque, su expresión firme y decidida.

-Por eso necesitamos actuar con rapidez y estrategia. Consolidaremos nuestro control estableciendo gobernadores leales en los puntos clave de Terán. Que quede claro: este es ahora un territorio de Findara.-Con seriedad

En ese momento, un mensajero irrumpió en el salón, interrumpiendo la reunión.

-¡Majestad! Noticias del Norte. Los rebeldes de las fronteras han comenzado a organizarse nuevamente. Parece que la invasión de Terán les ha dado una oportunidad para fortalecerse.

Henry apretó los dientes al escuchar las noticias, mientras todos en la sala guardaban un tenso silencio.

-No permitiremos que los rebeldes amenacen nuestra estabilidad. Prepara un informe detallado, General Damián. Quiero un plan de acción listo al amanecer.

El General Damián inclinó la cabeza en señal de respeto antes de retirarse rápidamente.

Mientras tanto, entre las sombras, Elizabeth observaba desde una distancia prudente. Aunque no estuvo presente en la invasión de Terán, había seguido de cerca los acontecimientos y sabía que debía actuar pronto si quería proteger los valores que tanto defendía. Su mirada era una mezcla de determinación y tristeza al pensar en el rumbo que el reino estaba tomando bajo el mando de Henry.

Aun así se retiro de nuevo a su dormitorio.

La noche había caído sobre el castillo de Findara, y el silencio reinaba en los pasillos. Henry, con pasos firmes y decididos, se dirigió al dormitorio de Elizabeth. Su mente estaba llena de pensamientos sobre la reciente victoria y las tensiones que aún persistían entre ellos.

Al llegar a la puerta, Henry la abrió sin dudar, encontrando a Elizabeth sentada junto a la ventana, mirando hacia el horizonte.

La luz de la luna iluminaba su rostro, mostrando una mezcla de tristeza y determinación.

-Elizabeth, necesitamos hablar.-Con voz firme

Elizabeth giró lentamente hacia él, su mirada llena de emociones contenidas.

-¿Qué quieres, Henry? ¿No has tenido suficiente con tus conquistas?-Con voz tranquila pero desafiante

Henry avanzó hacia ella, su expresión seria.

-No vine aquí para discutir. Vine porque, a pesar de todo, quiero que entiendas que todo lo que hago es por el Reino.-Con voz baja

Elizabeth se levantó, enfrentándolo.

-¿Por el reino? ¿O por tu propio ego? Henry, tus acciones están destruyendo más de lo que estás construyendo.

Henry la miró fijamente, sintiendo una mezcla de frustración.

-No espero que lo entiendas ahora, pero algún día verás que todo esto era necesario.

Elizabeth, sin dejarse intimidar, mantuvo su postura.

-No necesito esperar a algún día, Henry. Sé lo que es justo y lo que no lo es. Y no me quedaré callada mientras destruyes lo que debería ser protegido.-Con voz desafiante.

-¡De nuevo con tu faceta de dama pura!¡La Reina De Terca la marginada del Reino!-Alardeo Henry sin piedad.

Elizabeth guardó silencio, pero sus ojos reflejaban una mezcla de dolor e impotencia. Las palabras de Henry la atravesaron como una daga, y la rabia contenida en su interior se desbordó. Sin pensarlo, su mano chocó con fuerza contra el mentón de Henry, un gesto impulsivo que dejó a ambos en un tenso silencio.

Henry, sorprendido por la reacción de Elizabeth, llevó una mano a su rostro, pero no retrocedió. En cambio, su mirada se endureció aún más.

-¿Así es como decides enfrentarte a mí, Elizabeth? ¿Con violencia? Esto solo demuestra lo poco que entiendes de tu lugar aquí.-Con voz baja y peligrosa

Elizabeth, con el corazón latiendo con fuerza, no se dejó intimidar. Su voz temblaba, pero su determinación era inquebrantable.

-¡No soy tu juguete, Henry! No permitiré que sigas humillándome. Soy una Reina, y merezco respeto, aunque tú te niegues a verlo.

La furia de Henry alcanzó su punto máximo. Sin pensarlo, tomó a Elizabeth del brazo con fuerza y la arrastró fuera del castillo. La noche era fría, y el viento soplaba con intensidad, pero Henry no se detuvo hasta llegar al patio principal.

Con un movimiento brusco, la soltó, y Elizabeth cayó al suelo. La tierra fría y dura se sintió como un eco del dolor que ya llevaba en su interior.

-¡Si tanto quieres ser la Reina de Terca, entonces lárgate de mi Reino!-Gritando con enojo

Elizabeth, aún en el suelo, levantó la mirada hacia él. Sus ojos estaban llenos de lágrimas, pero también de una determinación que Henry no esperaba. Aunque su cuerpo temblaba, no era de miedo, sino de una mezcla de rabia y tristeza.

-Si eso es lo que deseas, Henry, entonces me iré. Pero recuerda esto: un Reino no se construye con odio y desprecio. Algún día, te darás cuenta de lo que has perdido.-C

on voz quebrada pero firme

Henry, aún consumido por su enojo, no respondió. Se dio la vuelta y regresó al castillo, dejando a Elizabeth sola bajo la luz de la luna. Pero mientras se alejaba, una sombra de duda comenzó a formarse en su mente, aunque su orgullo no le permitía detenerse.




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